Opinión

Barbie matrioshka

De los autobuses urbanos bajaron varios grupos de personas vestidas de rosa y en la cola del cine se unieron a un improvisado ejército. Toda esa gente estaba allí para lo mismo. Esta escena, en realidad, pudo ocurrir en cualquier parte del mundo. La película Barbie de Greta Gerwig es el nuevo punto de encuentro a nivel global para una parte de la población.
Protagonistas de 'Barbie'. EFE
photo_camera Protagonistas de 'Barbie'. EFE

Las expectativas generadas alrededor de una cinta sobre la muñeca probablemente más famosa de la historia ha desembocado en un fenómeno único que combina el marketing, el amor al cine, la nostalgia por la infancia y el feminismo entendido como unión. De hecho, la experiencia de ver Barbie genera una cantidad de sensaciones y reflexiones tan dispares que, para bien o para mal, nadie debería alejarse voluntariamente de exponerse a una obra compleja, absurda, ridícula, autoparódica y, sin embargo, representativa. El mundo de Barbie y Ken es, sin duda, el nuestro, incluyendo el cartón piedra.

Durante meses, las imágenes que se filtraban del film de Gerwig no tenían sentido ni cohesión, eran demasiadas cosas sucediendo a la vez. Con el tiempo, se supo que la secuencia inicial era una referencia a 2001: Una odisea en el espacio de Kubrick con una Barbie de tamaño descomunal. Fue luego un pequeño clip en el que la Barbie protagonista al descalzarse se mantenía de puntillas, rasgo diferencial de la muñeca de plástico. En las menos de dos horas que dura este experimento pop, cabe todo y cabemos todos, aunque algunos no lo crean.

Sin embargo, no fue hasta unos días después que los ecos comenzaron a resonar dentro de mí y continúan haciéndolo alrededor de un solo pensamiento. Más allá de muñecas blancas o negras, flacas o gordas, antiguas o actuales; se presenta en la película un conjunto de perfiles que se reivindica como gente que traspasa los adjetivos. Durante la promoción de la película se hizo popular el eslogan Esta Barbie es… y quizás esta Barbie que escribe es reflexiva excesivamente sobre lo que ha visto. Vemos en el film a Barbie presidenta, Barbie escritora, Barbie premio Nobel de física, Barbie rebelde con las normas de género, Barbie jueza o Barbie doctora. Todas ellas radicalmente diferentes no solo por su profesión, pero sometidas por igual a las mismas normas y corsés.

Tras estas jornadas de reflexión, en conjunto, veo en todas ellas una proyección del ser de la que todos somos partícipes. Como seres humanos en la sociedad actual, hemos sido conducidos a creer que nuestros oficios y gustos son estandartes para exhibir hasta el punto de construirnos identidades a base de eso. No es que no sea así, porque la identidad se construye en parte con experiencia vital y todo esto forma parte de ella, sino que lo perverso es la proyección externa. Hacernos ver y percibir como esos adjetivos que precisamente queremos traspasar.

En no pocas ocasiones, además, la exhibición de identidades se realiza sin la interiorización y asimilación de estas mismas. Así es como se generan las apariencias que engañan, las carcasas huecas y lo carente de mundo interno. Por ello, echo en falta una Barbie en concreto, una que quizás ni exista, pero una que representa ese viaje adentro para poder proyectarnos como seres sin complejos ni personalidades basadas en lo que nos han dicho que importa. Esta es la Barbie matrioshka. La matrioshka es este souvenir famoso en Rusia, una muñeca de madera que se abre una serie de veces al medio y que contiene otra muñeca más pequeña hasta que aparece una maciza. No tiene un origen cultural reseñable, sino que cuenta con poco más de siglo y medio de antigüedad, y apareció como un híbrido de decoración y juguete. Lo interesante de este objeto es la lectura que se ha hecho posteriormente.

Las muñecas matrioshka se revelan como capas de la cebolla, van cambiando sus colores y decoraciones, volviéndose más pequeñas hasta llegar a un núcleo duro y estable, el verdadero ser. Este proceso de retirar carcasas es en parte como ir conociendo y desmontado juegos de personalidades que se visten de manera consciente desde el completo autoconocimiento. En otras ocasiones, no es más que retirar los tupidos velos que nos han colgado y nos impiden ver hacia fuera, pero también hacia dentro.

En cierto modo, todas las lecturas, las ropas y los oficios que Barbie se pone encima de su cuerpo son también los elementos de los que tenemos que deshacernos para llegar a su esencia. Por ello, una Barbie matrioshka que conozca cuál es su núcleo desde el principio podrá vestirse con todas las capas que quiera, su identidad permanecerá intacta. Y así como todo esto se puede teorizar sobre Barbie, debe aplicarse sin duda a Ken, a todos los Ken, expertos en construirse una identidad en base a rasgos y no a contenido. El autodescubrimiento es un viaje fundamental para él, que representa a su vez a una enorme multitud de hombres.

Por mi parte, fui al cine a ver Barbie con mi madre. Le pregunté sobre sus juguetes y me dijo que solo había tenido una muñeca Barbie cuando era pequeña, en aquellos tiempos la Nancy era el juguete más frecuente. Su Barbie era de piel negra, de pelo prácticamente rapado y de segunda mano, porque provenía de una de las cajas que la Iglesia repartía en Navidad. La Barbie de mi madre no salía en la película, pero sí salían sus vivencias.

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