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Funcionarios

Por la brecha que se abre entre el trabajo público y el privado se nos escapa el Estado del bienestar y nos entra el populismo

Manifetación de funcionarios de Xustiza, el pasado mes de febrero en Santiago. XOÁN REY (EFE)
photo_camera Manifetación de funcionarios de Xustiza, el pasado mes de febrero en Santiago. XOÁN REY (EFE)

POR PRIMERA vez en mucho tiempo tengo la sensación de que el Ejecutivo central apartó la vista de Cataluña y que, de repente, esta semana han ocurrido un montón de cosas. Sea por el hastío que provoca el culebrón del procés, por el empuje de las mujeres en las calles el 8-M o por ambas cosas a la vez, lo cierto es que el conflicto catalán no marcó estos días la agenda política y el equipo de Mariano Rajoy hizo algo muy parecido a lo que se podría llamar gobernar. El pacto salarial de los funcionarios es un ejemplo de ello. Una cuestión muy relevante que tiene, además, una importante repercusión para la comunidad gallega.

→ Radiografía del funcionariado
El acuerdo al que llegaron el viernes el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y los representantes sindicales de CSIF, CC.OO. y UGT en la función pública, el primero en diez años, incluye una subida salarial para los funcionarios de entre el 6,1% y el 8,79% de aquí a 2020, con una parte fija del 6% y otra variable en función del comportamiento de la economía. Todo esto aderezado, además, con la posible recuperación de la jornada laboral de 35 horas, el fin de la penalización por las bajas médicas y otros beneficios en pro de la conciliación.

Lo primero que hay que reconocer es que se trata de una noticia importante. Aunque falta por saber si afectará a todos los funcionarios o solo a los del Estado y quedan en el aire algunos detalles sobre su aplicación, no debemos olvidar que en Galicia tenemos hoy unos 150.000 empleados públicos. Dicho de otra forma, la administración emplea al doble de gente que el sector forestal, el turismo o el mar, lo que consolida al funcionariado como un sector en sí mismo si tenemos en cuenta su impacto en la economía a través del consumo, por ejemplo. Si queremos desglosarlo para tener más claro el mapa, hay 93.975 funcionarios autonómicos, 25.748 municipales y 27.104 estatales en nuestra comunidad.

Como segundo apunte, es de justicia admitir que los recortes se cebaron especialmente con los trabajadores de ayuntamientos, Xunta y Estado. Y no solamente por la supresión de las pagas extra o el tijeretazo a los complementos de la nómina, sino por la falta de medios materiales a la que hicieron frente, el rechazo a cubrir las bajas o jubilaciones, las pírricas tasas de reposición o las simbólicas plazas en algunas de las oposiciones. Ese esfuerzo que se les exigió a los funcionarios es el que nos lleva a que Galicia se mueva hoy en las cifras más bajas de empleo público de la última década. Además, en la función pública también hay interinos y trabajadores temporales que perdieron su trabajo.

Pero dicho esto, tampoco compro el mensaje de que los funcionarios fueron los principales damnificados de la crisis. Para mí, de hecho, resulta casi obsceno escucharlo. En el brutal contexto económico en el que nos movíamos no hace tanto, el mero hecho de tener la nómina asegurada a final de mes constituía todo un privilegio. Lo del empleo público son rasguños si se compara con los zarpazos que le pegó la crisis al trabajo en el sector privado.

→ La polarización del mercado laboral
Pero el verdadero problema no radica en discutir sobre quién salió más o menos trasquilado de la recesión económica, sino en quién recuperará antes la lana. Y ahí sí que no hay lugar a discusión. Mientras que el acuerdo de esta semana a nivel estatal plantea subidas cercanas al 9% en tres años, los pensionistas airean en las calles su malestar por la propuesta del 0,25% anual y, en la mayoría de las empresas privadas, se suda para firmar el 1,9% del IPC. Excluyo el incremento del 4% en el salario mínimo porque con todas las trampas contractuales que hay hoy (becas, formación, por horas, etc.) es un mecanismo casi simbólico.

Por eso si el esfuerzo que han puesto el Gobierno central y los sindicatos en cerrar este acuerdo para la función pública no se reproduce con la misma intensidad en la mesa del diálogo social entre patronal y sindicatos, con la tutela del Ejecutivo, estaremos ante un escenario tremendamente peligroso en el que una parte muy importante de nuestra masa laboral se beneficiará de la recuperación económica mientras que otra se quedará en el camino. Estaríamos ante el grave error de reproducir en pleno periodo de crecimiento el mismo modelo de la recesión, en el que las políticas dejaron a muchos tirados en la cuneta. Unos y otros tienen que ir de la mano, converger —por arriba— y no imitar lo que siempre hemos criticado del hoy admirado modelo portugués: la falta de una clase media pura.

Tenemos ya la experiencia de que por esta brecha salarial en el mercado laboral fue por la que se desinfló la socialdemocracia europea cuando, incapaz de amoldar sus políticas al nuevo escenario, eligió irse con los funcionarios y la masa laboral privilegiada frente a la más castigada por el paro y la precarización. La misma brecha por la que precisamente se coló el populismo para atender precisamente a esos olvidados. Y con populismo no digo Podemos, ni Cs, ni Anova, ni En Marea ni nada por el estilo, sino que me refiero a todos esos movimientos eurofóbicos, antisistema o neonazis que cotizan al alza y que me parecen mucho más preocupantes.

Por eso es hora de que la patronal española ejerza como tal en lugar de parecer una comparsa carnavalesca con sede en Soto del Real, que los sindicatos negocien con la misma intensidad con la que lo hicieron con Montoro o lo están haciendo en la Justicia gallega y que el Gobierno deje de mirar tanto a Cataluña y a las encuestas del CIS y apruebe unos presupuestos que garanticen que todos estos acuerdos se van a cumplir.

CABALLERO NO TIENE PRISA. El líder del PSdeG, Gonzalo Caballero, que este sábado se dejó ver con Touriño en Ferrol, no tiene prisa por entrar en el Parlamento. Gesto inteligente del socialista, que sabe que con la mayoría absolutísima del PPdeG lo único que haría en el hemiciclo sería ya no quemarse, sino chamuscarse antes de tiempo frente a Feijóo en las sesiones de control cada 15 días. No es fácil buscarle las cosquillas al presidente en estos momentos en la Cámara, así que Caballero dejará que pase al menos el debate sobre el estado de la autonomía de este año para, a lo mejor a principios de 2019, buscar acomodo en el Parlamento a través de la renuncia de uno de los cuatro diputados que lo precedieron en la lista de Pontevedra. Por muy denostado que esté, el Pazo do Hórreo sigue siendo la mejor plataforma desde la que intentar asaltar la Xunta.

LOS 25 AÑOS DEL ZAPATAZO. Una de las imágenes más famosas de la historia del Parlamento de Galicia fue el zapatazo de Xosé Manuel Beiras, del que este sábado se cumplieron 25 años. El Beiras actor que salía a escena cada vez que entraba en el hemiciclo tuvo en ese pleno de 1993 la que quizás fue la mejor interpretación de su larguísima carrera política, con los golpes del zapato y el abandono de la sala proclamando: "No nos imos deixar fusilar; vostedes fusilen a quen queiran, xa o fixeron no 36". Se dirigía evidentemente a Manuel Fraga y la bancada del PP, que en aquel momento cocinaba una hábil maniobra política: la subida del 3% al 5% del porcentaje mínimo de votos para acceder a un escaño. El tiempo demostró que el cabreo de Beiras era justificado: la medida apuntaló el tripartidismo en Galicia y cerró las puertas de O Hórreo a los partidos pequeños.

CS CRECE MENOS EN GALICIA. A Ciudadanos sigue atragantándosele Galicia. Según datos ofrecidos por la formación naranja en el consejo general celebrado este sábado en Madrid, la penetración en la comunidad está ya en un 36,5%, un dato que en solitario sería positivo, pero que en realidad no lo es tanto. Atendiendo a ese mismo indicador, la implantación naranja a nivel nacional subió un 71%, lo que significa que aquí crece a la mitad de ritmo que en la media del país. Clarificador, aun admitiendo que Cs carece en Galicia del poder institucional del que goza en otros territorios. Y otro dato destacado: el mejor comportamiento lo tiene en Ourense, con un 47% de penetración. Por muy raro que suene, a nivel político en el territorio Baltar no hay nada imposible. A Madrid acudieron este sábado desde Galicia Olga Louzao, María Vilas, Antonio Lara y Carlos Espiérrez.

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