Puertas del Camino: San Juan de la Peña

Que no nos engañe la aparente sencillez de esta puerta. La colosal roca en la que se incrusta la hace sofisticadísima y única.
San Juan de la Peña. VIAMAGICAE
photo_camera San Juan de la Peña. VIAMAGICAE

El monasterio de San Juan de la Peña es a Aragón lo que el de Leyre es a Navarra, es decir, el origen entre histórico y legendario del reino, en el centro germinal de su identidad. Aquí aparece por vez primera la palabra Aragón como representante de una entidad política, aquí están las sepulturas de sus primeros reyes. Y a fe que el lugar irradia toda la fuerza y todo el magnetismo que podía esperarse de tan alto designio.

El viajero, que ya ha estado aquí más veces, nunca deja de asombrarse. ¿Cómo es posible que esto se haya hecho aquí? Esto: un gran monasterio de los siglos XI y XII. Aquí: en la oquedad de una gigantesca roca que parece que se va a desplomar sobre lo edificado por el hombre, pero que en vez de una amenaza es una protección. El enclave reúne los elementos que más le gustan. Por un lado, la naturaleza agreste y salvaje, boscosa y pétrea. Por otro, unas ruinas castigadas por el implacable paso del tiempo, pero lo suficientemente conservadas como para adivinar el esplendor de antaño. Concretamente el claustro, cobijado como el resto en la peña y abierto al paisaje, es una maravilla. Pero al claustro volverá luego, pues en él se quiere despedir del monasterio.

Afortunadamente está casi solo en la visita, lo que le permite disfrutarla a su gusto. Aunque tiene un plano que le permite identificar las distintas estancias que se va encontrando en las dos alturas o pisos del monasterio, decide en esta ocasión no consultarlo y así fijarse en lo que le va llamando la atención, sin indicaciones previas ni cargas eruditas. Las iglesias –una prerrománica, otra románica y una capilla gótica–, los panteones con las tumbas de reyes y de nobles, una puerta mozárabe, una gran sala, algo que parece que fue un horno, un crismón.

Y por fin vuelve al claustro. Tras admirar los trabajadísimos capiteles, se sienta apoyado en una columna y mira, ora para la obra del hombre, ora para el paisaje. Y, aunque no es muy partidario de las repetidas leyendas que siempre proliferan en estos lugares, no puede menos que recordar que el monasterio fue iniciado por un tal Voto o Boto, luego cree que santificado, y su hermano Félix, debido a que Voto se salvó milagrosamente tras despeñarse con su caballo y luego encontró aquí el cadáver de un ermitaño, por lo que, impresionado, decidió vender todos sus bienes y empezar el monasterio. Tampoco falta la leyenda del Santo Grial.

Lo que sí parece de leyenda es el monasterio y su peña o la peña y su monasterio.

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