El aparcamiento es un mal congénito en los hospitales de las ciudades gallegas que causa a los pacientes casi tanta preocupación por su cartera como por su salud. Y es que los arquitectos que diseñaron los complejos sanitarios de las siete urbes relegaron los espacios para estacionar a un segundo plano, reservando a tal fin únicamente los aledaños del edificio, a todas luces insuficientes. Por eso surgieron los párkings privados, con tarifas prohibitivas, mientras que los leirapárkings brotaron como setas en esta época del año. Pero ni así llegan para paliar una demanda de miles de usuarios al día que pueden dar fé de que la sanidad es gratuita, pero el camino hacia ella no.
Así las cosas, un trance ya de por sí poco agradable como ir al hospital se convierte en una quimera para la mitad de los gallegos —los que viven en las ciudades y su área metropolitana—. A no ser que lleguen antes de que salga el sol, cuando todavía hay plazas gratis libres, deberán rascarse el bolsillo, a sabiendas de que las esperas en el hospital pueden alargarse horas y horas. Y en muchas ocasiones tendrán que hacer una caminata hasta llegar al edificio, un escollo para aquellos con problemas de movilidad. Para los que pueden acceder por su propio pie y los que van de visita el transporte público se convierte en la opción más recomendable. El problema es que las líneas de autobús no pasan con toda la frecuencia que deberían.
El diagnóstico general no es bueno, aunque cada ciudad presenta una radiografía distinta.
El parche del Concello en Vigo
Que la punta de lanza del Sergas, el Cunqueiro, inaugurado en 2015 y que da servicio a 600.000 gallegos, pueda acoger solo 4.000 coches, muestra que el aparcamiento sigue sin importar al diseñar un hospital. El polémico párking de 400 plazas que inauguró el Concello, pensado solo para los vigueses, parece más un parche que una solución.
Ojo con las multas en A Coruña
En la urbe herculina fue muy criticada la Policía Local por su severo control en los accesos al Materno Infantil, traducido en cuantiosas sanciones. Denunciaban los multados que no tenían otra alternativa que aparcar mal para atender su salud. En el Canalejo también es una utopía encontrar sitio, por lo que el bus y taxi se antojan opciones casi obligadas en A Coruña.
Ourense: plazas a precio de oro
La de As Burgas es la ciudad gallega donde más papeletas hay de encontrar una plaza libre, aunque a precio de oro: dejar el coche todo el día ronda los 15 euros. Está proyectada una ampliación del párking en 100 plazas y una bajada de las tarifas.
Lugo: solución leirapárking
Coches esparcidos por aceras, césped y la propia vía componen la foto fija de cada mañana en el Hula, donde no llegan ni de lejos las 636 plazas públicas de pago y las 200 de un garaje privado. Hay explanadas cercanas, pero pagar a los gorrillas puede salir más caro. Está por ver si el Concello mitiga el descontrol con el leirapárking de 363 plazas gratis que acaba de habilitar.
Misión imposible en Santiago
Al Chus o se llega aún de noche o es imposible aparcar, ni siquiera pagando. El problema es tan grave que fue abordado recientemente entre el alcalde y el presidente de la Xunta, pero sin soluciones a la vista. Algunos arriesgan a dejar el coche en doble fila, pues es vox populi que
entre las once y las dos, horas pico, la grúa hace la vista gorda.
Pontevedra, a la espera
La ciudad del Lérez vive a expensas de que se concrete el proyecto del nuevo Montecelo, que lleva aparejado la construcción de un gran párking subterráneo que iba a ser, en principio, gratuito, aunque ahora ya no está tan claro. Habrá que esperar a 2020 para saberlo. Por el momento, los pontevedreses se las ingenian como pueden para estacionar cerca del hospital, muchas veces infringiendo la legalidad.
Ferrol rompe la regla
En la urbe naval ocurre algo similar a Ourense. En el interior del hospital Arquitecto Marcide, que será objeto de un proceso de ampliación similar al de Pontevedra, hay un párking que casi siempre dispone de plazas libres. Eso sí, el ticket hará que más de uno experimente síntomas de mareo y se plantee volver a junto el médico.
La respuesta fue fijar las plazas para uso exclusivo de clientes, avisando mediante grandes carteles que las barreras no se abrirán salvo que se presente el ticket de compra. Es lo que ocurre en Santiago o A Coruña.
Zonas secretas. Los usuarios más avezados saben de zonas escondidas donde hallar aparcamiento, como O Banco do Pobre, a tiro de piedra del Chus.
La presencia de estos aparcacoches ilegales no es nueva, pues se remonta décadas atrás, como tampoco lo son sus métodos: ayudan mediante indicaciones a los automovilistas a aparcar para luego conminarles a que les dejen propina. La mayoría acceden por miedo a daños en sus vehículos.
"Como la mafia". Una usuaria del Hula se queja de que "alguno te pide 5 euros por las malas. Parecen la mafia". La Policía lo consigue controlarlos.