De no hacer nada a prohibirlo todo

Cada monumento natural es diferente y problemas similares en otros polos turísticos del mundo se afrontaron de diversas formas

Los acantilados Preikestolen. EP
photo_camera Los acantilados Preikestolen. EP

Acantilados de Preikestolen, Noruega, octubre de 2013. Un estudiante español se convierte en la primera víctima mortal en este monumento natural, tras caerse al vacío desde 600 metros de altura. Se abrió un debate sobre la seguridad de esa plataforma natural, visitada cada año por miles de turistas que muchas veces se acercan demasiado al borde para hacerse fotografías. Se cerró el debate, todo se mantuvo igual y la muerte del chico, curiosamente vallisoletano como la víctima de As Catedrais, no tuvo consecuencias de cara a la seguridad en el acantilado.

En el mundo hay lugares peligrosos para los turistas y lugares donde los turistas son el peligro. Un recorrido por algunos de estos monumentos naturales no ofrece patrón alguno de actuación: algunos se mantienen tal cual pese al riesgo, más grande o más pequeño, mientras que en otros se optó directamente por la prohibición, quizá por la dificultad de acotar espacios naturales que están en constante mutación.

A principios del actual siglo, la subida a las pirámides mayas era una tradición para los turistas. Una de las más famosas, Chichen Itza, presenta para su ascensión una escalera de piedra de 365 escalones (uno por día del año), con la única ayuda de una cuerda al ras sujeta con argollas. Subir no resultaba especialmente complicado, pero la bajada sí es dificultosa, sobre todo para personas mayores o con algún problema de movilidad. Cientos de turistas subían y bajaban a diario a la pirámide, que además en su parte superior tenía un espacio bastante angosto para moverse si se juntaban, por ejemplo, varias decenas de visitantes haciéndose fotos en los bordes. El Gobierno mexicano tomó conciencia del riesgo y de la necesidad de conservar el monumento, por lo que decidió prohibir la subida. Ahora Chichen Itza solo se puede visitar hasta su pie.

El éxito también puede matar la estrella de estos destinos. Se llama Maya Bay, pero se le conoce simplemente por «la playa». La hizo famoso la película protagonizada por Leonardo DiCaprio en torno a unos jóvenes de aquella Generación X de los 90 que huían de la sociedad buscando la libertad y la pureza en una playa perdida del mar de Andamán, en la isla tailandesa de Koh Phi Phi Leh.

Pues de eso a recibir cada día a 4.000 visitantes hay solo un suspiro. Desembarcan en viajes organizados y los más pudientes se alojan en los cientos de bungalows construidos selva adentro. El resultado es una galopante degradación de su barrera de coral y la acumulación de toneladas de basura. Para evitar que tan preciado ecosistema siga deteriorándose, las autoridades tailandesas cierran de junio a octubre la pequeña bahía de Maya, y cuando está abierta solo se permitirá el acceso de 2.000 turistas al día.

El riesgo está ahí siempre y pueden pasar años sin ocurrir nada, hasta que un día sucede. La labor de las autoridades es prevenir esos accidentes y, en el caso de As Catedrais, parece evidente que es necesario adaptar el ecosistema al interés turístico y viceversa. Porque Los acantilados Preikestolen, Maya Bay y una pirámide de México. Porque cualquier día vuelve a pasar.

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