Villares desempolva la toga

El lucense se reincorporó el mes pasado a su plaza de magistrado especialista en el TSXG y recuperó viejos vicios como la gaita o los idiomas. La política, aseguran en su entorno, es un episodio que ya queda "moi lonxano" para él

Reunion de En Marea. Luis VillaresCuatro años y 240.000 kilómetros después, Luis Villares está de nuevo en su hábitat natural: la justicia. En concreto, en la sección tercera del Contencioso del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), donde el lucense tiene su plaza de magistrado especialista, a la que renunció por carta un 4 de agosto de 2016 para iniciar una aventura política repleta de sinsabores. Hoy, con En Marea ya desaparecida, una pandemia de por medio y la vida más acelerada que nunca, parece que todo eso forma ya parte de la prehistoria de la política gallega.

"Non imaxinas o lonxe que o ve todo", admiten los allegados a Villares, que reconocen que el magistrado se encuentra ya plenamente integrado en su antiguo puesto judicial, donde se encontró con muchos de sus compañeros y donde, por cierto, le brindaron una "moi boa acollida".

Villares sigue viviendo en Lugo y trabaja a distancia, aunque acude al menos un día a la semana a la sede del TSXG en A Coruña, generalmente los miércoles. Su reincorporación efectiva a la plaza se materializó el 1 de septiembre, así que de momento lleva mes y medio "poñéndose ao día". Apenas hubo tiempo para más. "Compra moitos libros e estuda moito". Pero eso ya lo hacía antes.

TRANSICIÓN. En el fondo, Villares tuvo más suerte en su transición de la política a la justicia que de la justicia a la política. Cuando los grandes gurús del rupturismo lo fueron a convencer para hacerlo candidato a la Xunta en 2016 por su perfil social e independiente, ya empezaron a apuñalarlo en plena campaña al descubrir que no iba a ser un títere fácil de manejar. Y a partir de ahí, la historia, de sobra conocida, solo podía ir a peor.

Sin embargo, su actual aterrizaje fue mucho más llevadero. Villares dimitió el 19 de febrero de toda responsabilidad en En Marea y puso fin a su carrera política, intensa y efímera a partes iguales. Pero la ley fija que, una vez se solicita un regreso a la justicia, debe efectivizarse en diez días, y él nunca quiso tener que dictar sentencias antes de las elecciones gallegas, por una cuestión de imagen. En aquel momento, la cita con las urnas estaba fijada para el 5 de abril y el coronavirus era todavía un cuento chino.

Pero todo cambió con la pandemia. El retraso electoral aplazó unos meses la hoja de ruta del magistrado Villares, un tiempo en el que el lucense mantuvo –y por cierto todavía mantiene– su "voto de silencio", como él le llamaba, que consistía en mantenerse apartado de cualquier foco. Hasta desapareció de las rede sociales. Visto lo visto, casi fue un visionario o un pionero del confinamiento que vendría poco después. Pero el caso es que todo ese tiempo extra "veulle moi ben" para marcar todavía más distancia entre el Villares político y el magistrado, aseguran. 

Y eso que la suya tampoco fue una 'desintoxicación' fácil, según le contó a alguna gente. "Estaba tan anoxado que ao principio nin era capaz de ver os telerxornais", dicen. Con el paso el tiempo, la cosa fue cambiando. Y aunque hay quien afirma que el gusanillo de la política  nunca te abandona, garantizan que a Luis Villares sí.

"É comprensible porque foron anos moi intensos" en los que el portavoz de En Marea puso a andar un proyecto, tuvo que afrontar varias convocatorias electorales y todo ello en un ambiente interno tan hostil. "El é así, entrégase, non o sabe facer doutra forma", relatan algunos compañeros. El propio Villares confesaba en su adiós que ya era capaz de "percorrer Galicia de arriba a abaixo sen GPS" tras una experiencia política con 60.000 kilómetros a cuestas al año. Ir del conflicto de Alcoa San Cibrao al del paritorio de Verín en la misma jornada era parte de la agenda.

De todos modos, tampoco todo va a ser malos recuerdos. Porque aunque la experienca política de En Marea no es para presumir y acabó mal, en medio siempre se rescatan cosas positivas, especialmente "a xente". Al menos alguna. Y parece algo recíproco, porque todavía hoy en los pasillos del Parlamento hay quien recuerda que Luis Villares, más allá de su papel como diputado, es sobre todo "unha boa persoa".

LA NUEVA VIDA. Junto al magistrado Villares y al expolítico Villares convive el ciudadano Villares, ese al que su nueva vida le permitió "rescatar algúns dos vellos vicios que tiña", según sus amigos. Se apuntó de nuevo a clases gaita y zanfona, aunque "non tivo moito tempo a ir". Y también retomó las clases de francés, el idioma que siempre lo conectó con Europa. 

Lo demás, vida tranquila en tiempos de covid. Y familia. Reza el dicho gallego algo así como que "O demo lle dá sobriños a quen non ten fillos". Pues a él dos, de 8 y 10 años. Y con los niños ya se sabe que no puede nadie. Ni la política ni la justicia.