Aprendiendo de los millennials: la importancia de invertir en uno mismo

nada

La mentalidad de los españoles ha cambiado. Las nuevas generaciones, en especial los millennials han desarrollado una nueva forma de entender la vida. Quizás porque se les considera la generación perdida. Y no por dejadez precisamente, al menos no siempre. Y es que este grupo demográfico a caballo entre las décadas de los 80 y los 90 siempre han sido objeto de conversación y polémica.

Al principio, cuando la crisis de 2008 todavía no había llegado y todo eran buenas previsiones, se señalaba a las primeras camadas milénicas como jóvenes caprichosos, vagos y sin ambición que habían sido malcriados bajo la bonanza de sus padres que les proporcionaban una vida privilegiada sin necesidad de tener que estudiar o trabajar. Los famosos ninis.

El absentismo escolar y la incorporación precoz al mercado laboral hacia gremios de baja cualificación y alta retribución como la construcción se convirtieron en la mayor preocupación de las políticas de educación de principios de los 2000. Estallada la burbuja inmobiliaria no sólo se evidenció lo nefasto del modelo económico, sino que cambió la percepción de los españoles sobre los más jóvenes. 

Porque tan cierto era que España se situaba por encima de la media europea en cuanto a porcentaje de ninis, como que los millennials también eran, de lejos, la generación más preparada, con más idiomas y con la mayor tasa de formación universitaria

Lo que sucedió después fue raro. Ante la imposibilidad de conseguir trabajo y ante el quiebro económico de familias enteras, muchos volvieron a estudiar, ya fuera para diversificar sus oportunidades o para terminar estudios pendientes. La situación del paro juvenil ya no venía precedida por vagos y maleantes, sino por diplomados, licenciados y graduados que después de haberse sacado el segundo máster o haber realizado algunos cursos del paro, simplemente se habían cansado de formarse para nada.

La generación Y es esa generación creativa, llena de ideas, formada, pero también inexperta, desilusionada, engañada, perseguida por una generación Z que les pisa los talones al ser más frescos y atractivos. Y ni siquiera tienen la baza de la experiencia para poder competir con holgura en el mercado laboral. 

Les prometieron que si estudiaban podrían independizarse a los 20 - como sus padres - comprar un coche e incluso meterse en una hipoteca a 20 años que se pagaría prácticamente sola. La realidad destrozó las expectativas de estos jóvenes y -sin ánimo de romantizar- les obligó a adoptar una nueva filosofía de vida más adaptada a su situación. 

Aprendieron que antes de endeudarse en exceso sobre bienes inalcanzables, era mucho más eficiente realizar pequeñas inversiones en sí mismos. Un millennial rara vez pide un hipoteca, pero no duda en pedir mini préstamos para suplir cualquier necesidad que considere que le pueda otorgar beneficio a corto plazo, aunque sea únicamente en felicidad.

Un millennial sabe que en los tiempos que corren, antes que un coche, es más importante alquilar un piso ligeramente más grande, cambiar su conexión de internet a una más veloz o actualizar su equipamiento ofimático. Pequeñas inversiones que no te cambian la vida, pero te la hacen más fácil, o por lo menos más llevadera. Una lección para el resto de las generaciones.

Comentarios