Curiosidad de una cartulina en la mesa

MenúsDos menús de la vida oficial española en el pasado siglo

Los menús de banquetes son excelentes curiosidades para quien guste de la gastronomía y son, al tiempo, buena fuente de información de costumbres y realidades de la cocina del momento. Los historiadores dirán si aportan algo más para conocer la realidad social y económica de un tiempo y un país.

Un banquete con siete platos, un ejemplo real, y varios de ellos que se pueden calificar como contundentes, es expresión de una sociedad o más concretamente de una clase social que reflejaba poderío en la mesa. La referencia a las bebidas: aperitivos, vinos y licores nos aporta información muy válida sobre el comercio. Incluso el idioma del menú nos debe estar diciendo algo cuando, por ejemplo, es dominante el afrancesamiento de los nombres en la enumeración de los platos en un menú español.

Cuando el coleccionista se echa a las librerías de viejo o a otros mercadillos donde es posible encontrar cualquier cosa si la suerte acompaña, en contadas ocasiones da con menús de un acto social normal, más allá de bodas y banquetes oficiales, que correspondan a la Galicia del siglo XIX o de la primera mitad del XX. Hay, pero son piezas muy raras quizás por la falta de coleccionistas, por no haberles otorgado valor documental alguno y, antes de nada, por ser algo extraordinario para los usos sociales.

Por Manuel María Puga y Parga ( Santiago,1874- A Coruña, 1918), léase Picadillo, alguna curiosidad tenemos de los banquetes pantagruélicos con que se honraban a sí mismos los señores rurales, la Galicia de los pazos de su tiempo. Ejemplos tan curiosos como las comidas cuaresmales que respetaban el espíritu de la abstinencia de carne pero hacían trizas cualquier recuerdo o vinculación con el ayuno o la austeridad de un tiempo de penitencia. En este sentido, su ‘Vigilia reservada, minutas y recetas’ es una delicia de lectura y una fuente de información. Claro que las aficiones y costumbres en la mesa de Picadillo no parece que admitiesen comparación, por ingesta de alimentos y por cintura de los cuerpos, con las de su buen amigo Wenceslao Fernández Flórez, al que incluyó en una receta de bacalao.

De esos tiempos el coleccionista algunos menús encuentra de bodas y actos sociales en las ciudades gallegas -Lugo, por ejemplo- al margen de lo que es vida oficial. Más fácil es dar con menús de actos oficiales. Sirva como referencia la primera recepción que el Ayuntamiento de A Coruña le ofrece al general Franco, todavía en guerra y en su primera visita a la ciudad herculina como caudillo.

Hubo en los menús, que debería ser costumbre a recuperar por la sociedad para muchas ocasiones, más allá de bodas, comuniones y comidas de concellos y Xunta, decía que se ve en los menús de lo que vamos a llamar sociedad civil la costumbre de que los comensales firmasen en el mismo como testimonio y recuerdo. Incluso, pocas veces, hay comentario de halago a la anfitriona o anfitrión por parte de alguno de los firmantes. Son cuestiones menores pero hacen la vida más agradable. Es tiempo de recuperar formas.

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