Opinión

La felicidad en un podcast

"...me estoy introduciendo en el mundo de los podcast y descubriendo una oferta inabarcable de contenidos...".

MI TRABAJO a tiempo parcial como transportista de hijos me hace pasar mucho tiempo, cada tarde, en el coche; del cual, aproximadamente, la mitad estoy solo. Y esta situación, que ya dura bastantes años, me produce una sensación de pérdida de tiempo que el hecho de escuchar música apenas logra mejorar. Por eso los Reyes Magos, que todo lo saben, este año me han regalado un altavoz con bluetooth para el móvil. Altavoz que no solo es manos libres sino que me permite escuchar programas por internet.

Por eso me estoy introduciendo en el mundo de los podcast, y descubriendo una oferta inabarcable de contenidos, casi sobre cualquier tema. Entre ellos, dos programas culturales o culturetas: In Our Time, de la BBC, y Documentos, de Radio Nacional. Los pictos, Hamlet, la ciudad de Tebas, el TBO, Gerardo Diego, Roa Bastos, Cicerón, el cardenal Cisneros, Blas de Lezo, Gauss, Hannah Arendt, el cinturón de Kuiper, Alan Turing, el sitio de Malta de 1565, Beethoven, Moby Dick, dinosaurios con plumas, Cumbres borrascosas, la República de Platón, las aves migratorias, el imperativo categórico de Kant o Juan Rulfo. Por ejemplo. Todos, capítulos de poco menos de una hora que suelo tardar un día en acabar.

Claro, es una maravilla. Porque además los programas son buenos. El resultado son unos trayectos agradables, que hago con una sensación totalmente diferente. Salgo del coche encantado. Y ahora sé, por ejemplo, que Here Comes The Sun, de los Beatles, no está incluido en el disco que los Voyager llevan a bordo por si alguna vez se encuentran con una civilización extraterrestre, porque la Emi fue tan miserable que no lo permitió… por los derechos de autor.

La vida puede ser insoportablemente dura. Y creo que, precisamente porque está tan llena de graves problemas, y porque poco podemos contra la enfermedad, la soledad, el paso del tiempo, las enemistades, la miseria y la ruindad humanas, haríamos bien en esforzarnos por mejorar las tres o cuatro cosas que está en nuestra mano cambiar. Cosas que no serán capaces de cerrar heridas profundas ni de llenar huecos hondos, pero que pueden poner algunas vendas. Ya que estamos casi indefensos ante las desgracias, me parece esencial intentar que el trayecto diario de media hora en coche, que la ida a la compra o que la tarde de jueves que nos ha quedado inesperadamente libre nos den alguna alegría. Es la felicidad cotidiana, sobre la que sí podemos decidir un poco. A menudo la diferencia radica en hacer más amable esa parte de nuestro tiempo en la que no pasa nada importante.

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