Opinión

Aerolíneas funerales

El otro día un avión cruzó el cielo, inusualmente despejado, despertando las miradas de muchos de los presentes en aquella calle. Un hecho tan común se convirtió en un tema de conversación a murmullos, incluso brotó alguna risa. No vivimos en un mundo nuevo, pero puede que estemos en una era diferente con sus propias bromas, metáforas y novedades.
Asistente de vuelo
photo_camera Asistente de vuelo

AQUEL AVIÓN fue lo que Superman para quien lo veía volar diciendo que no es un hombre ni un pájaro, sino una forma extraña de esperanza. Ese amasijo de metal y cables no nos va a salvar de nada, pero tiene un significado metafísico si se le busca. Por mi parte pensé en quién lo ocupaba, si sería comercial o privado, y si entre la tripulación había alguien como Cassandra Bowden, la azafata protagonista de The Flight Attendant (HBO).

Los medios de transporte, especialmente trenes, aviones y barcos, son escenarios preferenciales para construir historias de misterio y locura con un factor especial de claustrofobia, agobio. Esta forma de terror hermético no se libra de los tiempos híbridos que vivimos y, aunque de manera tardía, su forma y contenido comienza a ser mutado hacia otra cosa.

The Flight Attendant es una de esas series que no sabe qué es por culpa de haberse hibridado hasta su límite. El suspense es una constante dentro de un cascarón de comedia relleno de recuerdos dramáticos y adicciones extrañas. Pero, si por algo destaca, es por su enfoque único de lo que supone para la psique experimentar un shock traumático.

La gente joven utiliza la expresión mentalmente aquí para referirse al deseo o estado de encontrarse en un lugar del pasado, en un recuerdo o un espacio ideal de paz, de felicidad. Cassandra Bowden, sin embargo, personifica esto desde una óptica distinta: permanecer mentalmente en un momento difícil mientras la vida no se detiene. La exigencia de una rutina, que antes resultaba  sencilla, puede convertirse en un difícil puzle para quien está atrapado.
El avión como símbolo es un compendio de significados que no se excluyen, sino que se complementan, como muestra The Flight Attendant. No solo es un medio de transporte, y por tanto un ejemplo de tecnología y avance, sino que es una escala de clases, un modelo de economía, un intercambio de cultura, una conexión que rompe el hieratismo de los mapas.Toda esta filosofía también nos permite acercarnos a las consecuencias.

La muerte de un hombre en Bangkok adquiere relevancia internacional cuando los elementos que intervienen amplían las propias fronteras del asesinato, algo que no nos sorprende después de ver la virulencia en la expansión de las enfermedades hoy en día. Lo que puede entenderse como un éxito de la globalización es, al mismo tiempo, un sarcófago maldito o una suerte de caja de Pandora cuando en lugar de personas, viajan monstruos.

La velocidad con la que el futuro llega a nosotros no nos permite asimilar lo colateral que trae consigo

Sería difícil de explicar a la población de hace 150 años que habría gente en un futuro no muy lejano que se dedica a volar, a vivir en un país distinto cuatro días a la semana y a recorrerse distancias demenciales en menos tiempo del que ellos emplean en recorrer su provincia. La velocidad con la que el futuro llega a nosotros no nos permite asimilar lo colateral que trae consigo.

De todo esto también es ejemplo Cassandra Bowden. El tiempo y el espacio, las dos constantes más estables en la Historia, ahora son víctimas de deformaciones a causa de la globalización e Internet. Esto provoca un cierto vértigo a quienes han de vivir las consecuencias de lo que a muchos hace la vida más sencilla. En la era en la que la inmediatez es lo ideal, el cuerpo humano se resiste e impone sus propios ritmos, más naturales y sanos.

The Flight Attendant pone de manifiesto que el crimen convive entre nosotros como una forma de economía más, incluso como un entretenimiento o incentivo de emoción para personas que se han visto atrapadas por lo anodino de la vida. En cierto modo así ha sido durante que la sociedad existe como tal, desde las polis griegas a los actuales ghettos. Pero nunca como ahora las mafias han convivido y cooperado de tal manera, casi como embajadas de países.

A nuestro alrededor habitan rutinas ajenas que se entremezclan con las propias y las alteran de manera indisoluble.

De hecho, las fronteras geográficas y culturales se han difuminado y es más sencillo apreciar el terreno como una masa indeterminada donde los gobiernos han de coexistir, incluyendo los espionajes de antaño. Sin embargo, mientras hay una fuerza simplificadora y que intenta igualar mediante la eliminación de rasgos particulares, surge en el mundo una nueva corriente de fuertes identidades que acentúan más sus diferencias respecto al otro.

A nuestro alrededor habitan rutinas ajenas que se entremezclan con las propias y las alteran de manera indisoluble. Unas de estas implican señalar antes de cada vuelo las salidas de emergencia, cómo soplar a un chaleco o de dónde cae una mascarilla de oxígeno. Con el tiempo dejas de atender y escuchar, como si todo fuese igual. Y lo es.

Pero en cada vuelo hay un miedo que hasta la más experimentada azafata siente, un cosquilleo interno que le hace temer que ese avión, físico y simbólico, se convierta en ceniza. Aunque como suele decirse, es más probable que te atropelle un coche.

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