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El perfil ausente

En los márgenes. Sobre el placer de leer y escribir es el último libro de Elena Ferrante. Tres lecciones magistrales y una ponencia que ella no impartió. Una actriz y una investigadora leyeron sus textos.

ESCRIBIR UN perfil sobre alguien que no está. Sobre un nombre, una firma que no existe. Elucubrar acerca de un silencio o una sombra o un fantasma. Contar quién es, sin saber quién es. Vayamos al principio, aunque tampoco sea el principio.

En 1992, la escritora Elena Ferrante publicaba en Italia su primera novela, El amor molesto. La obra tiene buena acogida. Se lee, se traduce, se adapta al cine. Después de eso, desaparece. Diez años mudos. Estamos en 2002, el año en que salió su segunda novela, Los días del abandono. También se lee, se traduce, se adapta al cine. Y la expectación aumenta. Los medios, el público, la crítica, esa necesidad de descubrir misterios, de romper magias. Quién es, quién es, quién es. No es Nadie. Llegamos a 2006, en se editó La hija oscura —en España no se publicará hasta el 2011, de la mano de Lumen—, y que no hace más que acrecentar la pulsión. 2011 es una clave. Es en ese año en el que todo cambia o todo se expande o todo se desborda. Se edita en Italia el primer libro de la tetralogía más famosa de la literatura contemporánea: ‘La amiga estupenda’. Vendrán, con cada nuevo año, las siguientes: Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y, finalmente, La niña perdida, conocidas como la saga de Novelas napolitanas o Dos amigas. Una ciudad, Nápoles; una época, mediados del siglo XX; unos personajes femeninos, Lenù y Lila, cuya amistad, a lo largo del tiempo, mueve territorios vitales, como placas tectónicas que chocan, la mayoría de las veces sin querer, formando mapas inesperados.

Y en el principio fue la palabra. Después fue el ansia. El misterio de Elena Ferrante, la identidad de Elena Ferrante, por qué se esconde la verdadera Elena Ferrante. O de quién.

Entonces concedió una entrevista a The New York Times. Por correo electrónico. Y dijo a propósito del único dato que se conocía de ella: "Eso atrajo mucha atención mediática hacia mí personalmente. En parte por eso no publiqué nada más durante diez años". Eso. Que era napolitana. Otro día dijo: "El éxito del libro y de la película centró más la atención en la ausencia del autor. Por ello al final decidí definitivamente separar mi vida privada de la vida pública de mis libros". Y cuanto más separaba, más trataban, los otros, de juntar.

Afirmó rotundamente que Elena Ferrante era Marcella Marmo, una profesora de historia, obviamente, de Nápoles

 
En marzo de 2016, un historiador italiano se propuso desvelar el misterio. Tras unas profundas investigaciones y sesudas reflexiones, afirmó rotundamente que Elena Ferrante era Marcella Marmo, una profesora de historia, obviamente, de Nápoles. Tan convencido estaba que lo hizo público en el periódico Il Corriere della Sera. Al punto, la agencia de noticias Ansa publicó el desmentido de Marmo: "Agradezco a todos aquellos que pensaron que era una escritora feliz de bestsellers, pero como ya intenté decir en los últimos días, no soy Elena Ferrante". No se conoce, tristemente, lo que pronunció después el infalible historiador.

Elena Ferrante es un fenómeno, una incógnita, un boom. Los datos destinados a estallar y propagarse son éstos: Año 2016, más de cuatro millones de copias vendidas en el mundo. Año 2022, sus Dos amigas han vendido treinta millones de copias y han sido traducidas a cuarenta y dos idiomas. Solamente cuatro libros escritos por la autora ausente. Esas cifras.

En octubre de 2016, un periodista de investigación afirmó haber resuelto el enigma. Su texto se publicó en The New York Review of Books, entre otros. Declaró a la BBC lo que sigue: «Millones de lectores compran los libros y tienen el derecho de saber algo sobre la persona que creó las obras. Lo hice porque ella es una figura pública notoria». Hurgó en los registros financieros, decidió que la última palabra la tenía él. Y gritó su nombre. Los editores de la autora también hablaron: "Creemos que este tipo de periodismo es repugnante". Hubo un debate, en medios tradicionales y digitales. Como los de antes y como los de ahora. Argumentado, racional, polarizado, a menudo desquiciado, muchas veces alejado de la realidad. Opinó todo el mundo. Incluso Tommasso Debenedetti, un periodista famoso por inventarse entrevistas escribió unos cuantos tuits haciéndose pasar por la autora a la que se refería la investigación. Más tarde, confesaría su fraude. Ese año todo el mundo tuvo algo que decir. El año en que fue considerada una de las cien mujeres más influyentes del mundo por la revista Time. El año en que opinó todo el mundo, menos Elena Ferrante. Quién es, quién es, quién es.

Con respecto al feminismo: "Si una escritora quiere rendir al máximo, debe imponerse cierta insatisfacción por sistema. Nos enfrentamos a gigantes"


Paralelamente al misterio de la identidad y al afán, cada vez más incómodo, por resolverlo, se abría otra discusión que tenía que ver con el feminismo, por un lado, y con la verdad, por otro. 

La revista The Paris Review quiso entrevistarla. El director comentó: "Al principio pensamos que no saldría porque Ferrante se negaba a hablar con un entrevistador y no íbamos a hacerlo por correo electrónico". Pero encontraron la manera. Fueron los propios editores de Elena Ferrante los que le hicieron la entrevista. Los únicos que la conocen. En ella hablaron de las razones para permanecer en el anonimato.

Con respecto a la verdad, ella dice: "Ejercitarme para mejorar es algo que no me angustia. Sin embargo, sigue angustiándome publicar. De hecho, cuando decido publicar lo hago plagada de incertidumbres y solo lo hago cuando creo que la verdad se impone en el relato. Reconozco la verdad literaria. Si llega, lo hace cuando he agotado todos mis recursos de escritura y ya he dejado de esperarla". Con respecto al feminismo: "Si una escritora quiere rendir al máximo, debe imponerse cierta insatisfacción por sistema. Nos enfrentamos a gigantes. La tradición literaria masculina es milenaria, sumamente rica con obras extraordinarias, y tiene su propia forma de plantear todas las posibilidades. Quien quiera escribir debe conocer esta tradición a fondo y debe aprender a replantearla forzándola según sean sus necesidades. Como mujeres la batalla contra la materia bruta de nuestra experiencia exige ante todo capacidad. Además, debemos combatir la aprensión y buscar una genealogía literaria propia con descaro, hasta con soberbia".

Aprovechando el tirón, salió a la luz, en 2017, el documental Ferrante Fever, con testimonios elogiosos de personajes públicos, como Hillary Clinton, que declara su fervor, editores y escritores, como Jonathan Franzen, que hacen lo propio. En 2018 se estrenó la serie de televisión La amiga estupenda de HBO, que acaba de renovar para su cuarta y última temporada.

Para quien no se contente con leer sus libros sin saber su identidad, tiene otra opción: ir a Nápoles

En 2021, la actriz Maggie Gyllenhaal, adaptó La hija oscura, su primer trabajo de dirección, y Netflix hizo la adaptación para serie de la última novela de la autora La vida mentirosa de los adultos. Hace unos meses, con motivo del Premio Sunday Times a la Excelencia Literaria, Elena Ferrante envió un discurso de agradecimiento en el que revela ciertos apuntes autobiográficos y deja clara una cosa: que es una mujer escritora, y que, en realidad, su nombre no es lo que de verdad importa: "Hoy, señoras y señores, necesitamos más que nunca apartarnos de nosotros mismos, de identidades artificiosas y manidas, y sentir todo el peso, toda la responsabilidad de escribir sobre el otro, sobre seres humanos y no humanos, sobre piedras y plantas, sobre lo feo y lo bello, sobre lo bello que es feo y sobre lo feo que es bello, traspasando fronteras, desagregando, agregando, inventando. La única cara posible del yo que escribe —músculos, venas, nervios— es la muy material de los textos que la mano, con el tiempo, ha ido hilvanando palabra tras palabra".

Para quien no se contente con leer sus libros sin saber su identidad, tiene otra opción: ir a Nápoles y adentrarse en la ruta que la industria cultural, tan dispuesta, tiene preparada para el turismo nervioso por los misterios no resueltos. Existe, además, a modo de recompensa, la famosa pizza Ferrante. Ya saben, por el hambre de literatura.

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