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Yosano, suéltate el pelo

Me da envidia José María Bermejo. Escribió mucho sobre la cultura japonesa y el gobierno japonés lo invitó a Japón durante quince días. Editó una antología de poesía japonesa preciosa que se titula Nieve, luna flores

Akaki Yosano

YO TAMBIÉN fui a Japón, pero nadie me invitó, tuve que emplear un dinero que me regaló mi tía. Estuve en Tokio y pensé en los "dibujos del mundo flotante", y estuve en Kioto y me acordé del clásico Cien poemas, cien poetas.

José María Bermejo publicó en Hiperion una antología en español de la poetisa japonesa Akiko Yosano, que se titula Pelo revuelto, un título que emite un montón de sugerencias. En Japón la llaman "poeta de la pasión", fue una rebelde que se saltó las rigideces clásicas, defendió la emancipación de la mujer y cantó al amor en versos rupturistas.

En Japón había una rigidez terrible y unas normas inamovibles para todas las acciones. Pero también hubo siempre pasión. Estaba el cineasta Kenji Mizoguchi y Los amantes crucificados, estaba Junichiro Tanizaki con Hay quien prefiere las ortigas o Elogio de la sombra, estaba Mishima con sus excesos ruidosos y fascistas. Estaba Hokusai con La ola o las historias sugeridas "del mundo flotante". 

Yosano reclama pasión al que la ame: "De los innumerables escalones/ que conducen a mi corazón/ el subió tan sólo/ quizás dos o tres". Hay que atreverse, subir todas las escaleras, llegar a lo más íntimo. Dejarse de mediocridades y buenas maneras. Entrar en las buhardillas donde se dan las revelaciones más apasionadas.

En un poema Yosano habla de entrar en los sueños de alguien. "Puedo entregarme a ella/ en sus sueños/ murmurándole sus propios poemas/ al oído/ mientras duerme a mi lado". Estar dormido junto a alguien en la noche es entrar en su fervor y su apasionamiento. Es llegar a alguien de verdad, conocer sus pulsiones más escondidas. Igual que la Luna ama a Endimión cuando está dormido o el caballo entra en el cuarto de la mujer en el cuadro Fussli. El amante entra en los sueños de la amada, y toca su intimidad radical. Igual que Castel llega a María cuando está metida en una visión en la noche en El túnel de Sábato.

El sentir incontrolable que da la nostalgia llega con la noche, al borde de la noche se asoma todo lo que uno anhela: "¿Será porque siempre anhelas, corazón,/ que siempre enciendo una lámpara/ en el naranja del ocaso?". La lámpara es el alma, la intimidad, y se enciende en un mundo naranja, en una superación apasionada. El anhelo, igual que en Cernuda, es una pregunta cuya respuesta nadie sabe, traza un territorio sin límites, lo desea todo, pide que el Universo se vuelva naranja.

En la noche el amor da las experiencias más sutiles: "Dulce y triste/ como un amor sobrecogido/ por largos suspiros/ de lo profundo de un sauce/ poco a poco/ va saliendo la luna". El amor jadea largamente, la luna sale de los árboles, todo en la naturaleza se hace vidente, la pasión hace que todo se vuelva visionario.

Y de repente llega el prodigio. La pasión en la proximidad de la noche hace que se liberen todos los asombros: "Viniste al fin, y por eso/ dejé ir a las libélulas/ que conservaba cautivas/ entre mis cinco dedos/ este atardecer de otoño".

Viniste al fin, dice Yosano, te entregaste al anhelo, te soltaste. Y las libélulas se soltaron igual que las notas en el arpa de Bécquer


Con su estilo sintético, con su llevar las palabras más allá de sí mismas, Yosano expone el milagro del encuentro, las libélulas escondidas se liberan, todo se desata. Viniste al fin, dice Yosano, te entregaste al anhelo, te soltaste. Y las libélulas se soltaron igual que las notas en el arpa de Bécquer, igual que el secreto genial que se esconde en el mundo. La pasión es la genialidad, es que la vida muestre lo que lleva oculto, en las horas límite, cuando los perímetros desaparecen. Tal vez entonces el amante suba de golpe los innumerables escalones.

La mujer joven de Kawabata en Lo bello y lo triste se vengaba con su belleza del amante masculino que hizo sufrir a su profesora y amada. Pero ellas ya se habían vengado con Yosano. Yosano ya había señalado a los amantes mediocres que dominan a las mujeres y no son capaces de amar y no las dejan expresarse. Ya había desafiado el despotismo de una cultura inmóvil donde hasta los dioses eran masculinos.

En China un poeta, Xu Zhimo, invitó a otra mujer a soltarse el pelo: "Suelta tu espesa cabellera,/ muestra tus pies descalzos,/ y sígueme, amor mío, / la libertad sin fin, tú y yo, el amor". Que se suelte la cabellera, eso es alucinante en un mundo donde los cabellos tienen que estar sujetos con prendedores tiránicos, donde el pelo tiene que estar domeñado totalmente igual que los gestos. En Occidente se nos ha olvidado lo que significa soltarse el pelo, aunque también tuvimos que hacerlo.

Me da envidia José María Bermejo. Conoce muy bien la cultura japonesa y conoce muy bien toda la cultura oriental. Es un tipo callado y concentrado que recibe de manera porosa todos los regalos graciosos y escribe también sus poemas de desbordamiento silencioso como epidemias de nieve. Lo invitaron a Japón que conoce todas las rebeliones secretas, todos los apasionamientos exquisitos. Y descubrió en España a esta poeta que nos invade como la nieve.

En todo caso vivir es luchar. ¿Por qué se han empeñado siempre los imperios en que la gente no viva? ¿O tiene que hacerlo a escondidas? En el período Heian ya la señora Murasaki Shikibu invitaba exquisitamente a vivir y Sei Shonagon escribía sus confidencias descontroladas en la almohada. Y Tanizaki nos dijo mucho después que tal vez las ortigas nos despierten y que es más sugerente la sombra en la casa que la luz agresiva de las bombillas.

Admiro a Akiko Yosano. Ella representa la revuelta de la pasión contra la rigidez


Admiro a Akiko Yosano. Ella representa la revuelta de la pasión contra la rigidez, de cierto surrealismo contra el clasicismo muerto, de la inquietud y el secreto contra las fórmulas y las repeticiones. Ella demuestra que la vida no se acaba nunca, que resurge como el líquen entre los muros. Y nos dice que no hacen falta verborreas ni pataleos, solo llenar de resonancias algunas palabras.

La miro en su foto desafiante. Tiene los labios apretados, la nariz atenta para sentirlo todo, los ojos elevados y atrevidos para decir: aquí estoy yo, y me entero de todo. Les dirá a los amantes: si quieres amarme bien, entra en la fuerza que hay en mis ojos. El diminuto escote deja ver toda la pasión que anima su cuello, como es capaz de sentir toda la vida en su cuello. Si te deja besarla en el cuello es que la has convencido de verdad.

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