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Casa de soledades y maldiciones

Felicidad Blanc tuvo una relación amorosa según ella con Cernuda en Londres que la ilusionó toda la vida, y cuando el marido lo supo tuvo que suplicarle de rodillas que le permitiera seguir en la casa para estar con sus hijos

ME ASOMO A la casa de los Panero en Astorga y pienso que todos ellos estaban solos. Estaba solo Leopoldo Panero el padre, al que muchos simplificaron, con el que hubo malentendidos, lo pusieron como un poeta oficial del franquismo, y sin embargo estuvo en la cárcel franquista, con serio peligro de muerte, la madre se movilizó desesperadamente para salvarlo,  luego consiguió algunos cargos culturales, pero cuando iba al extranjero se veía con los exiliados, lo cual le causaba problemas, fue íntimo amigo de Luis Cernuda en Londres. 

Sus poemas de Escrito a cada instante son intensos y estremecidos, me llama la atención el poema Hasta mañana donde expone el abismo que se esconde debajo de cada día normal, la posibilidad de no volver a despertarse, o los Versos del Guadarrama llenos de asombro cósmico, o los poemas de amor con circularidades obsesivas, aunque su mujer dijera que no coincidían con la realidad, tal vez en la literatura uno es más real que en la vida cotidiana, y cuando respondió con el Canto personal al ‘Canto general’ de Neruda muchos creen que es un fantoche respondiendo a un gigante, pero a mí me parece sugestivo responder con la intimidad a la épica llena de ideología cuadriculada, y él escribió para defender a sus amigos que Neruda insultaba, y luego sus amigos incluso se molestaron con él. De todos modos, Neruda tiene trozos de gran poesía en su Canto general, pero entona hosannas a Stalin y ataca a Rilke, a Gide y a casi todo bicho viviente, es el más discutible de sus libros.

Fleicidad Blanc se vio ilusionada por los poemas de amor de su marido y luego vio que eran muy relativos, y el marido la ninguneaba y la convertía en ama de casa callada


Y estaba sola Felicidad Blanc, una niña pija de una familia de liberales y aventureros y amantes apasionados, que tuvo que trabajar duramente en el hospital con su padre para que no la sacaran del Madrid republicano, que se vio ilusionada por los poemas de amor de su marido y luego vio que eran muy relativos, y el marido la ninguneaba y la convertía en ama de casa callada, y todas sus ilusiones fracasaban, y tuvo una relación amorosa según ella con Cernuda en Londres que la ilusionó toda la vida, y cuando el marido lo supo tuvo que suplicarle de rodillas que le permitiera seguir en la casa para estar con sus hijos, y se vio desconcertada por los descontroles de Leopoldo María Panero e hizo lo mejor que supo con él llevándolo a centros psiquiátricos y visitándolo en la cárcel de Zamora y sacándolo de todos los líos, y esperó sola cientos de veces a su marido que iba de marcha con Luis Rosales y a su hijo que la repudiaba, y en Espejo de sombras expresó todas sus frustraciones, y nos dijo que, a pesar de todo, la acompañaban sus fantasmas de siempre, conservaba sus deseos y sus sueños como su refugio de siempre —voy a estudiar un rato, después me pondré a soñar, dice más o menos en una página—.

Y estaba solo Michi, tal como se mostraba en El desencanto y después en Después de tantos años. La primera película se le ocurrió a él,  después encargó a Chávarri que la dirigiera, y allí se veía sujetándose la cabeza con las manos, alucinado con su familia y con su propio destino, hablando sin pelos en la lengua de su madre y de su hermano menor, y rondaba por la casa ya vacía en la segunda película, añorándolo todo, sin saber qué hacer con su vida.

Y estaba solo Juan Luis Panero, con sus poemas meditativos y asombrados, con sus saberes cosmopolitas, con su aire de elegancia británica, como un dandi solitario o como un gentleman de la cultura, creyó que se iba a morir y escribió unas memorias muy interesantes para Tusquets (‘Sin rumbo cierto’). Yo las leí con mucha intensidad, fue él quien me hizo ir a Ecuador cuando escribió que Quito era el mejor conjunto barroco del mundo, y era verdad, esa ciudad está llena de rincones barrocos y misteriosos, y al final no se murió, pero en ese asombro ante la muerte en la costa de Cataluña le salió un libro estremecido y levemente visionario, y él también estaba solo e iba a su aire, desde que vivía con su abuela en lugar de con los padres, y se entendía mejor con todos pero se despegaba de todos.

Y estaba solo el que parece más solo de todos, Leopoldo María Panero, que siempre pareció un niño mimado que decía pis y caca para que su madre se asustara y lo sacara de las comisarías, pero que cuando tenía tres años escribía poemas muy adultos sobre la muerte y la extrañeza. En ‘El desencanto’ critica el yo como una dictadura interior contra el anarquismo esquizofrénico, critica el lenguaje siguiendo a Lacan como una estructuración rígida de la vida, y mezcla la alta cultura con el lenguaje gamberro, mezcla la cultura popular con los trovadores medievales, habla de Peter Pan porque él nunca dejó de ser un Peter Pan que defeca sobre la cama para que lo miren.

Hay una honda soledad cuando se encuentra con la princesa miserable en el puente de Londres, cuando dice que pregunta en todos los mercados por alguien que le dé una noticia sobre él mismo, que le recuerde su propio nombre, cuando habla repetidamente de echar su semen sobre el cadáver (Narciso en el acorde último de las flautas), y reivindica la muerte como la ausencia y la escapada de todo, en contra de la vida que para él era una cárcel, la vida y el lenguaje lo encerraban según él, por eso intentaba suicidarse, y se suicidaba también con los poemas, rompía todos los límites de la vida y de la identidad para escaparse quien sabe a dónde, para desconcertar, pero en el fondo era un niño de un cuento de hadas con lenguaje maldito, y nunca dejó de ser un niño aun cuando fuera ya un tipo maduro y cascado que le hacía felaciones a sus compañeros de manicomio, era una especie de niño metafísico y asustado desde que tenía tres años, y acusaba a su madre de todos sus males, pero cuando se murió trató de resucitarla besándola en la boca,  en pura actitud de romanticismo desesperado y de Edipo que no se reconoce, y echaba la culpa a España, decía que España quería destruirlo (Contra España y otros poemas no de amor), como si España no tuviera más cosas en qué pensar, en un delirio de megalomanía y de soledad absoluta que lo hace enternecedor.

Sí, me asomo a la casa de los Panero en Astorga y compruebo que todos estaban solos,  como está sola esa fuente en mitad del patio, y la escultura del patriarca en una esquina detrás de un árbol, que casi no se ve, y los escalones que llevan por la derecha a la parte más retirada  de la casa.

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