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El gran Gatsby, el gran Meaulnes

Aunque tienen tantas diferencias, se parecen mucho. Uno se desarrolla en Nueva York, en el país de los perdedores y triunfadores, donde todo se concibe como una lucha. El otro se desarrolla en el campo secreto de Francia.

EL UNO SE desarrolla en el Estados Unidos de millonarios vulgares solo preocupados por el dinero. Pero Gatsby tiene algo más que dinero, tiene amor por su amada distante. Acumula todos sus millones solo para impresionarla a ella. Organiza fiestas fastuosas y delirantes solo para que ella se entere porque vive en las cercanías.

Vales mucho más que ellos, le dice el narrador cuando fracasa totalmente, cuando lo ha dejado todo por su amada. Su amada cometió un crimen por imprudencia y él se apodera del crimen para librarla. Dice que él conducía el coche que mató a la mujer. Recibe todo el oprobio para él. Y la mujer amada solo piensa en su próxima fiesta.

El otro se desarrolla en la campiña francesa. Allí es él el misterioso, el que la muchacha ama sin saber como lo ama. Es ella la que lo espera y la que sueña con él. Es él quien desaparece y quien parece inalcanzable. Es él quien se convierte en un héroe en la niebla para el amigo y para la amante. 

En la novela americana todos los millonarios son idiotas y vulgares. Y van en sus coches prepotentes y atropellan a mujeres en las gasolineras y no les importa nada. Solo les importa ganar y no ser perdedores. Pero Gatsby es mucho más profundo y no le importa perder por salvar a su amada. Gatsby vive de verdad la vida. Fitzgerald estaba fascinado por los ricos y creía que eran diferentes al resto de los mortales. Pero en el fondo solo admira a aquellos ricos que usan su riqueza para apostar toda la vida, para hacer locuras con los dólares, como los protagonistas de Hermosos y malditos. Le fascinan los guapos y los ricos pero sobre todo le fascinan si lo derrochan todo con vitalidad en la era del jazz.  Le fascinan las hermosas millonarias inasequibles con sus bocas inefables pero aún admira a todos esos melancólicos que darían toda la vida por un instante con ellas. 

La novia y el amigo se imaginan que pasa con el gran Meaulnes. Ven las majadas sencillas y las granjas, ven los pueblecitos pequeños, y la vida rutinaria y lírica

Y Fournier crea un mito dentro de lo cotidiano, hace una epopeya lírica en la campiña francesa. Todo pasa día tras día igual e igual, hasta que llega el estudiante Meaulnes que hace locuras, se rebela, se escapa y no se sabe adonde va. Que entra en una fiesta de muchachos solos en una granja solitaria y le dice a la muchacha más bella: Dios mío, que hermosa es usted. Pero luego se convierte él mismo en el misterio y el mito para esa mujer tan hermosa. Que desde entonces solo pensará en cuando él vuelva, en cuando regresará. Que sentirá toda su vida perdida esperándolo y se lo contará con secreta melancolía al amigo tan íntimo. 

La novia y el amigo se imaginan que pasa con el gran Meaulnes. Ven las majadas sencillas y las granjas, ven los pueblecitos pequeños, y la vida rutinaria y lírica, y se preguntan cuando volverá ese muchacho que les trastornó sus vidas, que les hizo pensar que serían más intensas y misteriosas.

También hay un misterio en Gatsby, en esa sociedad que no admite ningún misterio, solo ganar o perder, solo tener millones o regentar gasolineras, o armar escenas de celos en las habitaciones del hotel Plaza de Nueva York. Hay un misterio porque Gatsby rompe esa rutina de ganar millones y ostentarlos, de levantar casas ostentosas y mirar con desprecio desde sus coches a toda velocidad. Porque no se entiende que ese hombre extraño y asombroso entregue toda su vida por amor a una mujer que al final no es más que una pompa de jabón, que no le hace ni puñetero caso y solo piensa en la próxima reunión social.  Porque no se comprende que alguien en ese sistema de valores lo entregue todo por una voz recordada del pasado, que alguien viva solo en la nostalgia.  Que alguien organice fiestas enloquecidas solo para que su vecina a la que siempre amó se entere y acuda a ellas.

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