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Líneas borrascosas

"Emily Brontë como un torrente escribió la perturbadora Cumbres borrascosas, Charlotte Brontë habló de manera autobiográfica de esa institutriz que no se deja manipular por ese terrateniente caprichoso,  Anne Brontë inventa a su propia institutriz Agnes Grey, y Branwell Brontë escribe Ciudad de cristal"

NO SE IMAGINA el hombre que alquila una casa en el lugar llamado Cumbres Borrascosas qué borrascas esconde la familia que se lo alquila, que cambios radicales de situación, como se transforman los personajes, como la vida los trastorna a todos como una tormenta, en medio de la tormenta los arrasa a todos ese Heatcliff venido de no se sabe dónde, que el dueño de la casa trae un día de la calle, lo odian, lo desprecian, provoca una pasión devoradora en Catalina, que lo desprecia también, pero también lo ama de forma incontrolable, es como un demonio que viene a alterarlo todo, en mitad de las tormentas hay corrientes invisibles, fondos abismales sobreviven a través de la sangre, y todo se pone patas arriba, surgen sentimientos de donde no se creerían, la crueldad extrema oculta raíces, la frialdad absoluta esconde un fuego absoluto, de todo eso se entera el forastero a través de la leyenda y la memoria, tal como lo recuerda la mujer que lo atiende en su casa alquilada, la información se va dando y complementando por fragmentos que sorprenden continuamente, Catalina cambia de apellido en las paredes atormentadas de la casa, según se lo dan el matrimonio o el amor o el origen, como si fuera un ser de muchas caras igual que en las historias fantásticas, la realidad se revela fantástica, turbadora, vertiginosa, el tiempo es otro agente perturbador que muestra mil caras, pero todo lo domina ese Heatcliff desconocido y callado, como un demonio que viniera de los infiernos para alterarlos a todos, para provocarles fascinación o desprecio, Heatcliff es el prototipo de los seres tormentosos que agitan la vida, es tan concreto y sin embargo se convierte en un mito, es él solo la tormenta que los agita a todos, aparece como un ser visionario que convierte la historia toda de la familia en una visión, y todo ello lo cuenta la autora con tal pulso, con tal dominio, con tan demoníaca inmersión que debemos creer que es una bruja de la literatura, que ha llenado un caldero en la oscuridad que nos convierte todo en una visión.


Y no se imaginaban los contemporáneos de Emily Brontë lo que daría que hablar ese libro en el futuro, Sábato se asombra de que una muchacha de clase media de un pueblo de Inglaterra, que no ha vivido nada, que no ha tenido grandes sucesos, dé a luz ese libro infernal y devorador, en que salen las sombras y los fantasmas de la literatura, los abismos de la pasión y de la brutalidad, los enigmas del inconsciente y la reminiscencia, en eso brilla el misterio de la creación literaria, el poder fantasmal del arte, Luis Buñuel ve en el libro la lucha de clases, el hombre del pueblo que se venga de los poderosos y los mata de espanto, el surrealismo que acorrala a los burgueses en sus confortables viviendas, la pasión popular que se subleva contra las buenas maneras y las hipocresías, también podríamos ver los fantasmas que pintaba Füssli, las paradojas de la condición humana que retrata Shakespeare, el descenso a los infiernos de Dante, porque ese libro es como un descenso a los infiernos que perpetra una señorita bien educada de Inglaterra,  las pasiones se muestran tal como son en su asombro visionario, los sentimientos se desencadenan al revés que los sentimientos bien controlados en el mundo de Jane Austen, en ese mundo rural de clase media baja se esconden influencias incontrolables, por eso Lovecraft incluye Cumbres borrascosas en su Historia de la literatura de terror, porque ese Heatcliff es un personaje gótico que recuerda a los dioses reminiscentes de Lovecraft, y su amor subterráneo parece una de esas influencias de razas antiguas en las tranquilas calmas del mundo contemporáneo, casi diríamos que los Dioses Otros remueven el caldero, o tal vez ese Heatcliff es un Orfeo que ni siquiera baja a los infiernos porque viene de ellos, y en lugar de la música nos trae consigo la desmesura y el orgullo, sus contemporáneos debieron de quedar espantados, pero algo removió en ellos.

Esa familia Brontë de sonido bronco ha mostrado su fuerza en la literatura, ha quedado para nosotros en la memoria como muestra de personalidad y de sentido propio


Y no se imaginaba el lector qué familia se estaba manifestando, cuatro hermanos que desde niños se dedicaron con pasión a la literatura, a endemoniar las palabras, aunque solo dos de ellos triunfaron entre el público, creaban mundos imaginarios cuyas regiones se repartieron, se contaban cuentos unos a otros a escondidas, ellos se sabían más valiosos y vivos que muchos de sus vecinos que se creían más importantes, y se reivindicaron escribiendo, Emily Brontë como un torrente escribió la perturbadora Cumbres borrascosas, Charlotte Brontë habló de manera autobiográfica de esa institutriz que no se deja manipular por ese terrateniente caprichoso, que le habla con sinceridad y sin miedo, que le exige un respeto a pesar de su dinero y su poder, y lo ama aunque esconda demonios y pasados no dichos en el desván, y Anne Brontë inventa a su propia institutriz Agnes Grey, y Branwell Brontë escribe Ciudad de cristal, esa familia Brontë de sonido bronco ha mostrado su fuerza en la literatura, ha quedado para nosotros en la memoria como muestra de personalidad y de sentido propio, y cuando ya nadie se acuerda de quienes eran sus vecinos más ricos que seguramente les hablaban con condescendencia sigue en nuestra familia su apellido, unas personas que superaron  los tópicos y el té de las cinco para atravesar la distancia y entrar por nuestras ventanas, para decirnos que debemos respetarnos y tenemos dentro de nosotros un orgullo de vivir y una vida, y la literatura nos lo descubre, estos hermanos valen como el poder de la literatura, como la rebelión y la revelación de la literatura, y están siempre a nuestra disposición para acompañarnos, como "dioses hermanos” -así es como le llamaba mi padre a César Vallejo-, y desencadenan en nosotros esa capacidad de adensar la vida, de que nada es lo que parece, de que estamos solos como Jane Eyre o como Heatcliff pero llevamos dentro de nosotros torrentes desconocidos de vitalidad en la desdicha, como ese vitalismo sombrío del que me hablaba Ernesto Sábato en una carta.


Y no se imaginan los lectores actuales, a 200 años del nacimiento de Emily Brontë, metidos entre sus máquinas y su papanatismo consumista, cuanto tienen de vigencia todavía esas historias, en las que no hablan máquinas con sus circuitos programados, sino seres vivos infernales e imprevisibles, libres y misteriosos, en los que se revela la vida, en los que la vida es abismo o dicha intensa.

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