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William Blake, maldito en Londres

Veía a una china arrodillada ante la lápida de William Blake, me quedaba impresionado. Poco antes, en Salamanca, leía de nuevo Las bodas del cielo y el infierno y sentía todo lo memorable de ese libro.

Blake. EP
photo_camera Blake. EP

ME RESONABAN otra vez sus frases: "La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría», «la prudencia es una fea solterona cortejada por la incapacidad", "la cisterna contiene, el manantial se desborda". Leía otra vez: "Lo que hoy se nos aparece como finito y corrupto se transformará en infinito y sagrado. Eso llegará a suceder merced al perfeccionamiento del goce sexual".

Pensaba en los Cantos de inocencia, los cantos del mito, de la ilusión. El niño se pierde y Dios como un anciano se lo devuelve a su madre. El deshollinador sale de su encierro y baila con sus compañeros desnudos y blancos. En Jueves Santo millones de niños invaden la catedral de San Pablo como si fueran las aguas del Támesis.

Recordaba los Cantos de experiencia, cuando uno conoce la represión, las instituciones, la hipocresía. Al niño perdido lo quema el cura en la iglesia. Al deshollinador que baila sobre la nieve lo secuestran en el cielo de los curas hecho con sus miserias. En Jueves Santo los niños mueren de indigencia y el sol no brilla para ellos.

Veía las Visiones de las hijas de Albión. La virgen Oothon ama a Theotormon, que representa el amor libre; pero la mantiene cautiva el brutal Bromion, que azota y exige obediencia, que la trata como a una ramera, que representa el matrimonio.

América para él era lo virgen, lo que todavía no estaba sujeto a las instituciones, a las teologías

Admiraba esa audacia, esa desfachatez de William Blake, hecha de soledad, de estar al margen de todo, de no depender de los editores y las opiniones. Espigaba esos poemas del Manuscrito Rossetti, que fueron a parar a manos de Rossetti,  donde se expresaba con toda libertad, porque no sabía si serían publicados algún día, hablaba como si estuviera solo: "A menudo anhelo el Infierno para descansar del cielo", "la abstinencia siembra arena por los miembros sonrosados, pero el deseo gratificado planta allí los frutos de vida y belleza", "de una esposa desearía lo que en las putas siempre se encuentra".

Sentía la gloria de ese gran poeta, que se opone a toda la evolución del racionalismo occidental, del supuesto progreso, cada vez más represivo, cada vez más deshumanizado y santurrón. Admiraba como proclamó con furia la libertad en todos los órdenes, se opuso a curas y reyes, a instituciones y leyes, a todo lo que envenena la vida y coarta la vida.

Admiraba como esa libertad le abría las puertas de la percepción, le permitía un conocimiento desmelenado y endemoniado, del que caen todos los estorbos, que nos abre los ojos y los infinitos sentidos y nos permite visiones.  Admiraba como mucho antes de Nietzsche lo ponía todo patas arriba, le daba la vuelta a todos los valores, proclamaba la energía y la vida contra la represión y la máquina, la imaginación contra la razón, el cuerpo como manifestación del espíritu.

Blake proclamaba el mito y las mitologías propias con tanta fuerza como los libros religiosos antiguos

Recordaba como abría las puertas de la percepción hacia el infinito, hacia las puertas desgarradas de la vida. Simpatizaba con su forma de crear mitos por encima de las realidades miserables y más complejas, como hacía un mito de la Revolución Francesa. Y como después, volviéndose hacia el Oeste, convertía en un mito la revolución americana, y América misma, y contraponía el Támesis pútrido al Ohio lleno de ilusiones y novedades.

Porque América para él era lo virgen, lo que todavía no estaba sujeto a las instituciones, a las teologías.  No tenía en cuenta que los puritanos del Mayflower habían llevado  a América sus teologías feroces y sus cazadores de brujas con mucho más fuerza que en la propia Inglaterra.  Pero el lenguaje de la poesía no es el lenguaje de la realidad y de la Historia.

Y Blake proclamaba el mito y las mitologías propias con tanta fuerza como los libros religiosos antiguos. Pero para anunciar una religión abierta, hermosa  y delirante.   Quería superar a Urizen, el Dios represor del Antiguo Testamento, quería poner el amor por encima de las leyes.

Sustentaba el romanticismo más osado, más sincero, más vivido y más desbocado

Sostenía un espiritualismo como no lo ha sostenido nunca nadie, inmaculado y lleno de fuerza, contra el racionalismo de Newton, contra la visión miserable y empobrecedora del racionalismo. Ahora lo vemos todo según el modelo de las máquinas. Él superó eso antes de que nos aplastara. Sostenía un espiritualismo que no está hecho de abstracción ni de aplastamiento, sino de cuerpos y de deseos desatándose de forma maravillosa.

En contra de la demonización universal del deseo, él afirmaba el deseo como forma de realización y de conocimiento vivo. El deseo es el sueño, el mito, la visión. Sustentaba el romanticismo más osado, más sincero, más vivido y más desbocado.

Solo había algo que no me cuadraba, que en el Manuscrito Rossetti apoyaba en el arte lo definido contra lo indefinido y lo inacabado, a Miguel Ángel contra Leonardo, a pesar de que lo inacabado sugiere de forma mucho más honda lo infinito y lo inagotable de la vida. Esa ferocidad con que atacaba a los artistas de lo inacabado solo se entiende como ataque a lo que él consideraba indecisión, hipocresía o blandenguería. Él quería que el artista fuera contundente, se definiera con bravura,  hablase claro siempre.

Por eso a veces sus mitos se degradaban en alegorías, eran demasiado planos. Pero eso no impedía la  fuerza inolvidable de sus concepciones. Por eso me fascinaba ver a aquella china de Taiwan de rodillas ante su nombre, yo mismo me sentía tentado a hacer lo mismo en aquel cementerio olvidado de Londres. Pero ella sabía que aquella solo era una piedra conmemorativa, y los dos buscamos el lugar exacto de su tumba. Y lo encontramos y quedamos sobrecogidos.

Luego Consuelo le decía que saliéramos juntos, pero ella se despidió y cuando nos íbamos la vimos  solitaria en un banco debajo de los árboles meditando sobre toda la fuerza de la poesía de Blake.

Me decía que era asesora financiera, pero le apasionaba la literatura. Wordsworth y Blake eran sus preferidos, y comprobé como la literatura es capaz de arrebatar a algunas personas más allá de los números y los balances. Y respetaba el silencio de aquella china y me marchaba entusiasmado de aquel cementerio pequeño y olvidado en medio del bullicio de Londres. Y recordaba Las bodas del Cielo y el Iinfierno,  los versos de la Biblia del Infierno

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