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Manual para aliviarse

La masturbación es una cosa muy típica de las temporadas electorales en España, aunque aquí la solemos llamar balance

NUNCA SABREMOS valorar lo suficiente los beneficios que la masturbación ha traído a la humanidad, ni la cantidad de problemas que le ha ahorrado. De pajeros es ser agradecido, y más en España, uno de los países desarrollados en los que más, y seguramente mejor aunque solo sea por la práctica, se practica el noble y gratificante arte del onanismo.

Un reciente estudio realizado por Tenga, un fabricante de juguetes sexuales, sitúa a los españoles y españolas como los que más se masturban: un 93 por ciento de los españoles reconoce masturbarse, muy por encima, por ejemplo, del 73 por ciento de los chinos. Desconozco, porque el estudio de marras no lo dice, qué hacen a cambio el 7 por ciento de españoles o el 27 por ciento de chinos que no se pajean, pero supongo que alguna guarrada inconfesable. Algo sano, desde luego, no.

Y es que dicen, decimos, los españoles que masturbarse tiene poco que ver con el placer sexual; que a lo mejor también, pero que la mayor parte de las veces es para relajarse y aliviar el estrés. Pura medicina, como el yoga pero más movidillo y con un puntito de compulsión.

La autosatisfacción, por eso, es una cosa muy típica de las elecciones en España, aunque la suelen llamar balance, porque paja en televisión suena demasiado grueso y enseguida se te echan encima los barones y los aparatos. También es cierto que esto del onanismo político es más de izquierdas. La derecha para estas cosas tiene el punto guarrillo y vicioso del que disfrutan los que ven los asuntos de la política como doctrina y el sexo como pecado, que parece como que lo disfrutan doble, por placer y por pecar. Por eso se lo curran más, con un plus de deseo, en plan trío ideológico y de ahí para arriba.

Sin embargo, la izquierda es más pajillera, la pobre. Será que como le es más difícil juntar dos, y sobre todo mantenerlos unidos hasta que el roce haga el cariño, al final cada uno se va consolando como puede. Falta interés por el placer del otro y por el general, por eso le quedan unos pactos insatisfactorios y unos balances compulsivos.

La mayor parte de las veces es para relajarse y aliviar el estrés

Un maestro en autosatisfacerse que ha hecho balance estos días ha sido Xosé Manuel Beiras. Desconozco sus condiciones de pajillero, pero las intuyo entrenadas después de su contumaz trayectoria hacia la soledad y su demostrada fobia al placer en grupo salvo que haya alguien dispuesto a dejarse joder. Su reacción a la pérdida de apoyos de las mareas en Santiago de Compostela ha sido llamar a la ciudad "depósito de restos humanos en descomposición", eyaculando su balance sobre las urnas.

Otro onanista de izquierdas que se ha quedado bien a gusto ha sido Carlos Portomeñe, pertinaz corredor en solitario. "Los votantes también pueden equivocarse", ha resumido el ya exconcejal de Esquerda Unida en Lugo como análisis de las causas por las que después de toda una vida como cabeza de lista solo haya conseguido ser elegido una vez y ahora acabe de perder de nuevo su escaño en el Concello de Lugo.

No se ha molestado Portomeñe en aclarar si los votantes equivocados son los que le votaron o los que no, pero este desahogo parece en todo caso lo natural en alguien al que siempre le excitaron mucho más los devotos que los votos. Son más fáciles de satisfacer, claro, libre como a uno mismo.

Los izquierdistas autosatisfaciéndose en temporada de balance son una especie muy nuestra. A lo mejor es, como dice la encuesta de Tenga, para relajarse y aliviar el estrés, pero estoy por pensar que también debe de haber algo de desahogo de frustración, de sucedáneo del sexo de verdad al alcance de la mano. Espero que al menos se queden a gusto con este par de automeneos y descarguen tensión, porque esta apuesta malsana por la política pajillera no me produce ningún placer.

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