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La presencia pertinente de Camus

Las posiciones personales del escritor fueron incómodas: primaban la libertad y la independencia
Camus
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SEÑOR DIRECTOR:

Albert Camus, el icono de la revuelta es un documental que en el sesenta aniversario de su muerte recorre la vida y el pensamiento del periodista, escritor, autor, director y productor teatral, pensador y ensayista francés. Lo emitió Public Senat la noche del sábado día 4. Está disponible en www.publicsenat. fr. La personalidad y la obra de Albert Camus, con orígenes españoles por la madre, despierta cada vez más interés. Hubo un largo paréntesis de silencio, decretado, que se inició ya antes de su muerte. Camus y su obra regresan con fuerza. Es, según repiten varias fuentes, el escritor francés que en estos momentos más se lee en todo mundo.

El creciente interés por la personalidad y la obra de Camus, la reciente aparición del intercambio epistolar con el italiano Nicola Chiaromonte (Correspondance), libro que sigue a la publicación de la entrañable correspondencia con el poeta René Chair, auténtica "biografía de una amistad", y el volumen de más de mil trescientas páginas con las cartas de amor y pasión que se cruzaron él y María Casares, son motivo, si le parece, para traer al autor francés a esta carta. Los tres libros están en Gallimard y hay traducción al español de la Correspondencia (Alfabeto) entre Camus y René Char. Esto, además, en circunstancias actuales de propensión al pensamiento y discurso único, que alimenta reacciones descerebradas. Hay referentes, como Camus, de opinión y pensamiento libre. Incluso en la batalla se distanciaba para observar sin la protección de grupo, demasiadas veces rebaño gregario que desprecia e ignora a la cabeza que marcha libre.

Nobleza de oficio

Camus es una presencia "siempre pertinente", según titulaba Le Monde el pasado día 4. Este pensador —obviemos filósofo— no se entiende sin el periodismo. Los periodistas tenemos en él un referente que nos dignifica: "Cualquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio prevalecerá siempre". No es poca indulgencia. Sirva como pretexto para estas líneas dominicales.

Hay una situación del periodismo con Camus que describe Jean Daniel, otro gran referente que va para los cien años. Supone el mejor test para saberse o no llamado al periodismo. Quien la haya experimentado, la guarda como un tesoro. Es la mejor remuneración. Hay que experimentar de madrugada la droga de un ejemplar con tinta que huele, atrae y mancha cuando sale de la rotativa. Luego, mientras la ciudad duerme y las camionetas reparten los paquetes de periódicos, se impone un último trago con los amigos, a los que es difícil dejar, y se experimenta el vértigo del alba, la amargura de lo efímero. A las tres de la mañana hay, o había, en cualquier ciudad del mundo "periodistas errantes que pasan del agotamiento al vacío, del desencanto al desenfreno".

Sospechas

Albert Camus murió en un accidente de carretera el 4 de enero de 1960, a las 13.55 horas. Acababa de cumplir 46 años en noviembre. Habían pasado dos desde la concesión del Nobel de Literatura. Fue el premiado más joven en la historia de los Nobel. Aquel día de enero regresaba a París desde la Provenza con el editor Michel Gallimard, que conducía el coche. Su mujer y sus dos hijos se habían ido en tren. Después de detenerse a almorzar, el escritor y el editor iniciaban el último tramo del viaje. La salida del coche de la vía ocurrió en una larga recta. Chocó contra un olmo. Era demasiado joven pero "al cerrarse la puerta a sus espaldas" ya había escrito todo lo que un creador espera producir en su vida, en opinión de Faulkner.

Usted recordará sin duda las especulaciones que se publicaron hace tiempo sobre la causa provocada del accidente. Las recogió por vez primera Il Corriere della Sera: una acción del KGB. Existe incluso versión novelada y publicada en español sobre esa hipótesis. Mientras los viajeros se encontraban en el restaurante, la larga mano del KGB manipuló el coche. Camus murió en el acto y Gallimard unos días después. La sospecha sobre una acción así adorna el relato de su muerte más que la descripción del tétrico lugar donde se encontraba el cadáver, horas después del suceso, cuando ya dominaba la oscuridad de la noche.

Es cierto que Camus nunca permaneció en silencio ante los crímenes del nazismo o del comunismo. Condenó la invasión de Hungría por los tanques soviéticos. También es constatable que estaba sometido al acoso y liquidación civil por los entornos de la izquierda filo soviética ya en los años anteriores a recibir el Nobel. Esto no es argumento para dar por válida la hipótesis del atentado. Tampoco es suficiente la versión de un poeta checo que "escuchó" a quien supuestamente "estaba enterado" en el lado soviético.

Independencia y factura

La voz de Camus no era cómoda. Así lo entendió el PC de Argelia que pidió algún tipo de acción. Cuestionaba, vaya osadía, la moral pública de la intelectualidad parisina y sus santones. Las posiciones libres de Camus, particularmente frente al comunismo y a los silencios de la izquierda, eran incómodas. Para unos, los partidos de izquierda, era sospechoso y para otros, las derechas, Albert Camus no era de fiar. Son las facturas de la independencia personal, del criterio propio y en este caso, de una ética pública insobornable. El éxito y fracaso de Combat, el diario de la resistencia en el que trabajó bajo la ocupación, que llegó a dirigir, puede verse como expresión de esa libertad personal y compromiso. Fue personal en sus posiciones ante la guerra de Argelia y sus excesos. Nunca quiso la independencia aunque estaba contra el colonialismo. Su infancia cálida de sol, mar y fútbol en Argel siempre estuvieron con él. La denuncia de la situación de la población árabe en la colonia marcan sus inicios periodísticos.

Hannah Arendt, otro verso libre, cuando le conoce en un viaje por Europa, en el que pasa por París, descubre en él "al mejor hombre de Francia". No es un moralista, en el sentido clásico, aunque se le pinte así. Tiene más lógica la comparación con la trayectoria de Orwell. Es un intelectual que prima el humanismo, la libertad y la cultura independiente.

Amistad y pasión

El gusto intenso por la vida, la fuerza para crear y escribir se alimenta en la pasión amorosa y en el cultivo de la amistad. Los tres libros de correspondencia publicados lo muestran. Muestran ese alimento, esa fuerza. Cuestión diferente es verse en el espejo de la moral personal. Alimentó un hombre angustiado. Generó dolor para él y para su entorno. Una carta (21.02.1954) a Nicola Chiaramonte lo refleja. "Es un infierno" le confiesa sobrepasado, sin capacidad para trabajar. Jean Daniel lo ve así en Les miens (Grasset): "Dos caras de mujer le obsesionan y atormentan toda su vida. Francine es la luz y María la llama". Hubo más, con independencia del divorcio del primer matrimonio. Su hija Catherine, que custodia su obra y preparó la edición de un precioso álbum de fotos que recorre la vida del escritor, Solitario y solidario, confesó que lo comprendía. "Todas las mujeres que amó mi padre y que le amaron son destacables". María Casares se comía la vida y alimentó en Camus el gusto intenso por vivir.

De usted, s.s.s.

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