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Todo eso también eres tú

ACUÉRDATE de lo que dijiste. Acuérdate de lo que no dijiste. De la tierra que pisaste aquel día de lluvia torrencial. De cómo tu huella se borró al instante. Del microsegundo de gloria y del tiempo suspendido. Piensa que también, todo eso, eres tú.

Acuérdate de lo que viste. Nada de lo que viste fue en vano de la misma manera que nada de lo que ocurre, ocurre en vano, para ti. Ese absurdo, obsesivo, por veces delirante, comportamiento tuyo. Las cosas que pasan a tu alrededor importan, lo que sucede lejos, importa. Importa lo que no está, lo que no existe. Todo eso, recuérdalo, eres tú.

Acuérdate de aquel día en que sentiste la bruma deslizarse entre tus dedos y entre tus órganos y entre tus huesos. Y querías ser otra y querías ser más y querías querías querías. También eres tú esa prisión y ese grito.

Acuérdate de lo que tuviste, de lo que no tuviste. Acuérdate de la sensación de poder y siente la ausencia de antes en tu corazón de ahora. Comprueba lo que pasa y hasta dónde pasa. Acuérdate de ese recorrido minucioso que a veces es dolor y otras infierno y otras indiferencia fatal y otras no sabes qué porque no sabes las palabras que nombran eso. Esa, eres tú. La que no siempre tiene diccionario aunque lo que siempre quiere es explicar el mundo.

Acuérdate de ti cuando eras otra. Acuérdate de que esa otra, extrañamente, sigues siendo tú. Echa la vista atrás con todo tu cuerpo, plántate delante del pasado, los brazos en jarras, el ceño fruncido, la mirada clavada en el espejo. Acuérdate de ese reflejo siempre. Atrévete a reconocerte. A reconocer que también eres tú cuando no lo consigues.

Acuérdate de tus fracasos, de tus intentos, de tus caídas. Acuérdate de la noche aquella en la que bailaste sin freno haciendo caso omiso a todas las voces que te advertían de que allí no había suelo al que poder volver. Acuérdate de tu sonrisa orgullosa y de las palabras que jamás pronunciaste: esto es volar. Esto también eres tú, hoy, que recuerdas aquella tensión al desplegar las alas.

Acuérdate de los amaneceres blancos, niebla absoluta, lienzo listo para ser rasgado. Acuérdate de la posibilidad.

Acuérdate de la risa, de la broma —no siempre acertada, en ocasiones, quizás algo cruel, dañina—. Eso, sí, eso, también eres tú, esa arista.  Acuérdate de que dentro de ti no sólo vives tú. De que las casas que abandonas son habitadas de nuevo, de vez en cuando. De que irrumpen en tropel, señoras y señores y paisajes raros y animales muertos y enjambres de cosas rotas, pero vivas. Acuérdate de tú también estás ahí, con todo eso.

Acuérdate del nudo en la garganta, de cómo tragas miedo. También eres tú, aunque en tu casa de ahora esté creciendo una raíz distinta.

Recuerda cómo es escapar del invierno y darte de bruces contra el invierno.

Acuérdate de que dialogar no es exactamente lo mismo que intercambiar frases. De que alguna vez utilizaste un lenguaje crudo, confundido, triste. Acuérdate de que no siempre te acuerdas, y de que eso también eres tú. Esa fisura.

Acuérdate de que miraste a todos lados y no todas las veces lo viste todo. Acuérdate de que no pasa nada y de que, al mismo tiempo, pasa algo que habrás perdido para siempre. Acuérdate de que hay veces que obligación y otras que desidia y otras que futuro y otras que agujero.

Eso también eres tú. Aquello que no pudiste, aquello que no sentiste, aquello que no quisiste. Mezclado con lo que sí fue, lo que sí brotó, lo que sí se incendió.

Acuérdate del mar, del sol del que te escondes, de una mesa, una luz, aquella esquina. Acuérdate de la enfermedad, de la amenaza, de la incomprensión y del hastío. De que tú eres eso y de que también eres resistir y eres viento y eres viaje y eres lejos.

Acuérdate de que cuando mueves cosas de un lado a otro también remueves pensamientos dormidos y oscuros y difíciles. Recuerda que cuando atizas el fuego también haces que tiemble un mundo.

Acuérdate de que todo eso eres tú. De que la delicadeza de tu movimiento no va a impedir el final de un ser aunque quizá impida —eso sí— el sufrimiento de un ser.

Acuérdate de que no viniste o no te fuiste. De que también eso eres tú. Esa pregunta.
 

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