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Las elecciones del PPdeG

Por primera vez desde que regresó a Galicia en 2003, existe la sensación de que Alberto Núñez Feijóo ya no se irá a Madrid

Feijóo, en una sesión de control en el Parlamento. PEPE FERRÍN
photo_camera Feijóo, en una sesión de control en el Parlamento. PEPE FERRÍN

A L DEBATE alrededor del futuro político de Alberto Núñez Feijóo todavía le quedan kilómetros por recorrer. Quizás, de hecho, más que a él mismo, después de que la pasada semana insistiese en que su sitio está donde lo pusieron los gallegos: en Galicia. Y aunque él mismo reconoció en público y ante los medios que no existe "ninguna novedad" al respecto, da la sensación de que esa es en sí misma la novedad: que no hay novedad. Que Galicia era una simple estación de paso en la carrera política del de Os Peares se dijo prácticamente desde que Manuel Fraga lo fichó como conselleiro en 2003. Pero ese mensaje se amplificó cuando sucedió al frente del partido al león de Vilalba y todavía más cuando conquistó la Xunta. Sin embargo, da la sensación de que, por primera vez, nadie, ni siquiera la oposición, ve ya a Núñez Feijóo en Madrid. Después de que el 18 de junio del año pasado cerrase la puerta a dar el salto a Madrid para pelear por una sucesión de Rajoy que ya tenía ganada de antemano, el debate sobre un hipotético futuro en Génova se aparcó. Y aunque, como era de esperar, alguien lo volvió a agitar después del batacazo electoral de Pablo Casado el 28-A, lo cierto es que ya no tuvo la misma intensidad que antes, cuando el propio interesado jugaba con el doble sentido de las palabras y los mensajes ocultos entre líneas para no cerrar nunca esa puerta. Pero desde aquellos tiempos hasta hoy cambiaron muchas cosas.

→ El factor personal y el político
Decía el filósofo griego Heráclito "panta rei" –"todo está en movimiento"–. Y tenía razón, porque ni Feijóo ni el Partido Popular son hoy los mismos que entonces. Dicen en el entorno del presidente que la familia tiene cada vez más peso en sus decisiones, lo cual parece cierto. Del mismo modo, tampoco hay que olvidar que en septiembre cumplirá 58 años, por lo que una legislatura estándar en la oposición en Madrid lo llevaría a pelear por el Gobierno central más o menos con 62 años. Pedro Sánchez tendría 51, Albert Rivera 43, Pablo Iglesias 44... Y a estos factores personales se sumarían los políticos. Por un lado, tampoco resulta muy atractivo hacerse hoy con las riendas de un Partido Popular al que las urnas dejaron en ruinas el pasado 28 de abril. Y por el otro, Núñez Feijóo ha demostrado de sobra en los últimos años su lealtad a los responsables de Génova. Fue un político que siempre hizo equipo y el mensaje de apoyo a Casado que está trasladando –mientras otros piden su cabeza– así lo demuestra. Lo mismo que hizo, por cierto, con Rajoy. Esta mezcla de factores personales y políticos también apuntala esa idea de un futuro de Feijóo en Galicia, donde dispone de su zona de confort político, blindada por una mayoría absoluta cómoda.

→ Cerrar un debate para abrir otro
Sin embargo, en la misma medida en que Feijóo consiga enterrar el debate sobre su salto a Madrid, no hará más que alimentar el de su futuro más allá de 2020. Es decir, si optará o no a una cuarta legislatura –por mucho que de arranque nunca estuviese en sus planes–, una cuestión fundamental porque lleva aparejada la de su sucesión. En el PPdeG parece existir cierta calma al respecto, ya que para muchos el hecho de que su líder no haya enviado en los últimos meses ningún mensaje en clave sucesoria, como pudo haber hecho en la remodelación del Gobierno, se interpreta como su continuidad más allá de 2020.

→ La importancia de las urnas
Y es precisamente ahí donde entran en juego las elecciones municipales del domingo 26, que si en Galicia son claves para algún partido es para el PPdeG. Como antesala de las autonómicas del año que viene, los comicios locales son los que distribuyen los ejércitos sobre el terreno para afrontar después la gran batalla de 2020. No es lo mismo acudir a las urnas con diputaciones que sin ellas, con grandes alcaldías bajo el brazo o solo con pequeños municipios del rural, con la moral alta por remontar tras el 28-A que deprimido por sufrir la segunda derrota consecutiva... Sin duda, la decisión de Feijóo también estará condicionada por el resultado del próximo 26-M. Por eso estas serán las elecciones más importantes para un PPdeG que, sin su actual líder, tendrá por delante una compleja travesía.

¿Anécdota o intención?
El juego de sillas en el Parlamento que no sentó bien a todos - En Marea. PEPE FERRÍN
La sesión de control al presidente Feijóo dejó el miércoles una curiosa imagen en el Parlamento de Galicia, en concreto en la bancada de En Marea. Allí, la persona que acompañaba en primera fila a Luís Villares era la soberina Paula Verao y no la habitual viceportavoz Carmen Santos, que se tuvo que ir a la fila de atrás. Dicen que no lo hizo de muy buena gana y que no le sentó del todo bien este intercambio de asientos. Y es que, aunque en teoría fue algo puntual y anecdótico, la tensión interna que se vive en el grupo hace que todo se interprete en clave política. Y como Verao es de la órbita de Villares y Santos del grupo de los críticos... [FOTO: PEPE FERRÍN]

Cancela, de ministra a diputada rasa

EL LÍDER del PSdeG, Gonzalo Caballero, con la autoestima reforzada por los resultados electorales y su histórico triunfo sobre el PPdeG, parece dispuesto a abandonar la política poco intervencionista y de paños calientes con la que aterrizó en la Rúa do Pino para, poco a poco, ir modelando el partido a su gusto. Esta semana dio lo que se podría considerar su primer golpe en la mesa con el relevo de Pilar Cancela como coordinadora de los diputados del PSdeG en el Congreso, promocionando una vez más a su fiel escudero coruñés Pablo Arangüena, que ejercerá así como el verdadero enlace del socialismo entre Galicia y Madrid. Pilar Cancela, vinculada al besteirismo, llegó a convertirse en una de las figuras más fuertes del PSOE gallego en Madrid, hasta el punto de que Pedro Sánchez la había colocado en aquel famoso gobierno en la sombra como ministra de Agricultura. Pero ahora, lejos de mantener su estatus, tendrá que bajar un escalafón para ser en esta legislatura una diputada rasa.

El tarde piache de Xosé Manuel Beiras

NI CON 83 AÑOS cumplidos deja indiferente a nadie. Xosé Manuel Beiras anda de gira promocional de su último libro y, como casi siempre que le ponen un micro delante, dispara. Esta semana le tocó a Unidas Podemos, en especial a sus dirigentes, a los que acusó de estar configurando "unha nova caste". La relación del veterano nacionalista con Pablo Iglesias, que precisamente se inspiró en él y su experiencia de Age para articular Podemos, no es lo que era. Y con Yolanda Díaz también acabó bastante mal. Así que su afirmación tampoco sorprende mucho. Quizás lo más sorprendente de la misma es que llega tarde, porque Beiras toleró desde 2016 los desplantes –en ocasiones hasta desprecio– continuos de Unidos Podemos hacia los diputados de Anova en Madrid, entre ellos su amigo Miguel Anxo Fernán Vello. Y también aguantó la ofensiva parlamentaria de Podemos y EU contra Luís Villares. Ahora, de poco sirve criticar esos movimientos cuando el espacio de unidad popular está ya completamente roto.

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