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Perdedores

Las casas y webs de apuestas crecen como la plaga que son ante la impunidad legal y la indiferencia general

Apuesta perdedora. EP
photo_camera Apuesta perdedora. EP

EL PARTIDO más importante de la jornada está pleno de tensión, con el balón sin dueño rondando ambas áreas y los jugadores en estado de gracia. El comentarista del programa deportivo más escuchado en la radio está contagiado de la tensión, pero aprovecha la tregua de un saque de banda para tomarse un respiro y lanzar la cuña: "Este es el momento perfecto para entrar en XXXXX.com y elegir tu viaje soñado, la web donde podrás cabalgar el mejor caballo. Pura heroína afgana, lágrima de amapola procesada con la mejor química para garantizarte el chute de la mayor calidad. Esnifada, fumada o inyectada, tú eliges tu mezcla favorita para ponerte y nosotros te la ponemos en casa. Paga el primer chute y te regalamos los dos siguientes. Heroína XXXXX, el viaje del que no querrás volver".

Los espectadores de televisión, sin embargo, pueden ver en las pantallas publicitarias de los laterales del campo los mensajes de otra web, QQQQ.com, la misma que luce como principal patrocinador en las camisetas de uno de los equipos que juega. En el descanso del partido, un anuncio protagonizado por el máximo candidato a Balón de Oro refuerza el mensaje: "Para ti, enamorado del fútbol, porque no solo de la raya de cal se alimenta tu afición. QQQQ.com te pone tus mejores rayas. La mejor cocaína colombiana, purita ala de mosca, de la mejor pasta y con corte de total garantía. Tú seleccionas la pureza y el corte: espírico, para las salidas a celebrar el triunfo de tu equipo, o tranquilo, para aguantar a tope siendo tú mismo. Pruébala también fumada, haciendo base. Los tres primeros gramos son gratis, para que no pases de la raya. QQQQ, la cocaína mejor pesada. (Drógate con moderación, es tu responsabilidad)".

Por la noche, unos cuantos exjugadores, un entrenador sin equipo y cuatro forofos metidos a periodistas deportivos se gritan en una de las tertulias futboleras más seguidas en televisión. Lo patrocina BBBB.com y el anuncio lo protagonizan un admirado actor y un popular prsentador de concursos: "¡Bebe, bebe, bebe! ¡Emborracha, emborracha, emborracha! Elige BBBB para tus mejores pedos, móntate el botellón donde y cuando quieras: tú decides el momento, BBBB pone todo lo demás. Güisqui, ron, ginebra, vodka... tú solo pagas el alcohol y nosotros ponemos los refrescos (máximo tres latas de refresco por litro de alcohol). Prueba ahora nuestras ofertas en absenta y Jägermeister".

En todas las ciudades crecen como una plaga las casas de apuestas. Seguro que habrán visto alguna, muchas
 

Esta realidad distópica parece tan exagerada que a nadie la cabe en la cabeza. Sin embargo, algo muy parecido es lo que está sucediendo con las casas y las webs de apuestas, tanto deportivas como  de juegos de azar. Organizaciones como Cruz Roja o Proyecto Hombre, con programas centrados en el tratamiento de adicciones, llevan tiempo alertando del crecimiento exponencial de los enganchados al juego que se ven obligados a ingresar en estos programas tras haber destrozado sus vidas, sus familias y sus amistades con su adicción. Son, además, cada vez más jóvenes y el acceso que tienen a las apuestas es prácticamente omnipresente e ilimitado.

También el perfil del ludópata ha cambiado. Ya es cada vez menos el de aquella persona madura que se jugaba el sueldo a las tragaperras o en el bingo. Ahora no hay necesidad de exponerse a las miradas reprobatorias de los demás después de seis horas metiendo monedas en la máquina de cualquier bar. Ahora basta una simple conexión a internet en la intimidad de tu habitación. Y los hábitos se fomentan desde muy pronto pero de manera muy eficaz: muchos de los videojuegos más jugados, de los preferidos por nuestros niños, adolescentes y jóvenes, funcionan con el sistema ‘loot boxes’, cajas y sobres de recompensas que incitan a invertir cada vez más en busca de un jugador estrella para tu equipo virtual o de un fusil especial para tu mercenario.

Pero la plaga no es solo virtual. En todas las ciudades crecen como una plaga las casas de apuestas. 

Seguro que habrán visto alguna, muchas: locales perfectamente climatizados y dotados con pantallas en las que se emiten constantemente partidos y eventos de pay per view, sin ventanas a la calle que puedan despistar o delatar a los jugadores y, en muchos casos, con servicio de comida muy barato para que no haya necesidad de parar ni para comer o cenar. Tienen el perfil de la víctima potencial perfectamente identificado: estas casas proliferan sobre todo en barrios humildes, de trabajadores y altas cifras de paro y se están convirtiendo en los nuevos lugares favotitos de reunión para muchos grupos de jóvenes y adolescentes. De hecho, muchas de ellas están estratégicamente situadas cerca de institutos para que los chavales puedan aprovechar incluso el recreo para acudir a apostar.

Hay barrios de grandes ciudades en los que las asociaciones vecinales ya se han visto obligadas a organizarse ante la magnitud del problema y el recuerdo terrible de aquellas generaciones azotadas por la heroína en los setenta y los ochenta del siglo pasado. Las fuerzas de seguridad cada vez detectan un mayor índice de delincuencia ligado a la ludopatía y las mafias cada vez tienen inflitrados más deportes y competiciones.

Pero, al contrario que con las drogas, el negocio del juego florece en la impunidad legal, sin apenas límites a su actividad ni publicidad y aprovechando nuestra indiferencia. Nos estamos jugando mucho, y vamos perdiendo.

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