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El arte de fracasar

Persona fumando. AEP
photo_camera Persona fumando. AEP

LA MEJOR columna que he leído yo en mi vida, y he leído más de siete, la escribió hace mil años mi entonces compañero Xan Sabarís en este periódico que usted lee a diario con voracidad. Se titula ‘Ya no fumo’ y durante años la releí casi a diario hasta que un día perdí el enlace. Desde entonces le he pedido permiso a Sabarís para hablar de aquello y siempre me lo había negado, pero como soy muy listo y aprovechando que se encarga de la campaña de CxG en Pontevedra, le pedí nuevamente el favor y no supo negármelo. Es lo que tiene ser un influencer que puede chantajear a un jefe de campaña de un partido menor. Uno aprovecha la desesperación y como además los de CxG son honestos y humildes, pican como fanecas.

"Después de 10 años de adicción, ayer dejé de fumar. Ya soy un exfumador". Así empezaba Sabarís aquella columna. "Se preguntará usted cómo es posible que con un solo día sin hábito se pueda ser tan rotundo. La razón es sencilla: si la mente está dispuesta, no hay marcha atrás", continuaba el aguerrido exfumador. Cuando yo lo leí, a la mañana siguiente, hasta pensé en seguir su ejemplo. Fue la única ocasión en mi vida en la que me planteé abandonar el hábito venenoso, y todavía andaba yo por el primer párrafo de una columnita de cien palabras.

Me fui creciendo, espoleado por el entusiasmo del autor, por el que yo sentía y siento admiración, mientras la intensidad crecía a cada palabra: "Se puede vivir sin tabaco y no pasa nada. Si consigue eliminar ese miedo que le impide decidir libremente, entonces, habrá hecho lo más difícil. Solo queda la dependencia física, que es cuestión de paciencia y un poco de fortaleza". Yo pensaba que tenía razón, que si Sabarís podía, podríamos todos. "Se puede vivir sin tabaco y no pasa nada. Si consigue eliminar ese miedo que le impide decidir libremente, entonces, habrá hecho lo más difícil", insistía Xan, y yo releía cada frase mil veces porque, me dije, en esas cien palabras se resumía lo que cada fumador necesita escuchar para abandonar la maldita costumbre mortífera.

"Hasta ahora no ha sido especialmente duro, y el agua ayuda como paliativo de la ansiedad. Sé que suena a tópico pero estoy convencido de ello: se sentirá mejor consigo mismo cuando se convierta en un ‘no fumador’. Su salud mejorará, percibirá los olores como nunca, saboreará la comida, respirará aire fresco y ahorrará mucha pasta". Xan estructuraba los artículos como si los escribiera con tiralíneas. El tío es un arquitecto del columnismo breve, que es el más difícil de todos porque exige una concreción imposible. En cuatro líneas era capaz y supongo que seguirá siendo, de plantear un tema, he dejado de fumar, explicar el porqué, las ventajas de hacerlo y el secreto.

Al día siguiente de escribirlo, es decir, el mismo día en que se publicaba el magnífico texto, fui al Museo de Pontevedra, donde coincidí con el autor, que estaba en la puerta fumando como una locomotora sin frenos, reponiendo toda la nicotina a la que había renunciado durante quince minutos. Nada más verme y sin darme tiempo a mostrar mi extrañeza, me lo explicó: "Non fun quen". Lo dijo con una naturalidad entrañable y ese día se ganó toda mi admiración. Y me dio una lección que recuerdo cada día y que paso a desarrollar con su permiso.

Sabarís pasó aquella semana exhibiendo su fracaso. No se dedicó a fumar a escondidas por la calle ni a esconderse en su casa. Cuando cada quince minutos se encontraba por la calle a alguien que le preguntaba cómo iba su renuncia al tabaco, Xan encendía un pitillo y repetía: "Non fun quen". El caso es que había escrito aquella columna para motivarse y la cosa no le funcionó, por lo que, en una actitud muy honesta, pasó los siguientes días reconociendo la derrota.

Desde entonces yo fracaso mucho mejor, que de todo se aprende en esta vida. Es muy difícil perder hasta que uno comprende que el fracaso no es peor ni mejor que el éxito. Se puede convivir con una cosa y con la otra, tomar nota de ello y seguir adelante. Son circunstancias y deben afrontarse sin complejos y con toda normalidad.

Xan Sabarís me enseñó aquella vez a fracasar y sé que él también aprendió algo de aquello. No mucho tiempo después se fue a Beijing, a trabajar en el China Daily, uno de los periódicos en inglés con mayor tirada en el mundo entero. Además de periodista, Sabarís es un enorme diseñador gráfico. Allí continuó con su carrera, por cierto muy laureada, y obtuvo millones de éxitos, luego ampliados en el campo de la comunicación.

Convivir con el fracaso, incluso alardear de él, es una maravilla. Pruébelo, sobre todo si usted, como yo, tiene la costumbre de naufragar. Fracasar es un arte si lo hace usted como Dios manda. No es algo de lo que uno deba arrepentirse. Vanagloriarse de la derrota, y más cuando es clamorosa, es un acto de heroísmo y de honestidad. Fracase usted y si puede ser hágalo a lo grande y cuéntelo.

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