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Maradona

El juicio que cuenta es el que debe darse en un juzgado
Diego Armando Maradona. ARCHIVO EFE
photo_camera Diego Armando Maradona. ARCHIVO EFE

"Maradona: ¿mito o maltratador?", preguntaba el otro día alguien en Twitter como si ambas cosas a la vez fueran incompatibles. Como si ser un gran futbolista lo convirtiera en mejor persona; o como si ser un maltratador redujera su magia como deportista a la obra de un jugador de regional. Entramos en un debate muy extendido últimamente en el que nos vemos obligados a dilucidar si se puede separar a una autor de su obra. Es difícil, claro, y más en estos tiempos en los que afortunadamente existe una creciente conciencia colectiva contra la violencia machista que algunos y algunas se empeñan en negar. Ahí estaba el otro día Cayetana Álvarez de Toledo negándola en un vídeo en respuesta a unas declaraciones de Pablo Casado.

Así que estos días todo el mundo se dedicó a discutir sobre Maradona como si hubiese alguna ley que prohibiese a los maltratadores jugar bien al fútbol y viceversa. Supongo que la respuesta la tendrá cada uno y cada una. Los centenares de miles de personas que estaban llorando su muerte (no fue mi caso, que nunca fui muy de fútbol) no despedían al Maradona maltratador, sino al futbolista. Que merezca o no ese homenaje es lo de menos. Si se le hubiese aplicado la justicia e impuesto una condena, ni en ese caso su legado deportivo hubiese sufrido merma alguna, pero al menos quedaría para muchas personas, mujeres en su mayoría que luchan a diario por las causas feministas, el consuelo de que el hombre murió tras cumplir una pena y que las víctimas habrían obtenido la justa reparación. No fue el caso, y eso es lo grave.

Pero el debate no lo vi yo muy centrado en eso. Todo el mundo habló de sus "luces y sus sombras", mezclando churras con merinas, pues todas sus luces se dieron en el campo y sus sombras fuera de él; algunos se refirieron a sus adicciones o a sus malas compañías como justificación de su desastrosa vida privada como si eso lo convirtiera en inocente, que es otra cosa que tampoco viene a cuento.

Picasso fue un gran maltratador. En unas declaraciones de 1917 un tal Bernardo LaniadoRomero, ya entonces exdirector del Museo Picasso, declaraba que "es lamentable que en las últimas décadas se hayan publicado un sinnúmero de apreciaciones reduccionistas que limitan la obra del artista a etiquetas y que evitan ver con profundidad la obra de este pintor". ¿Qué tontería es ésta? Viene el hombre diciendo que para admirar un cuadro de Picasso hay que olvidar los maltratos sistemáticos a los que sometía a sus parejas, lo que vienen siendo unas simples "apreciaciones reduccionistas". Pues no veo yo por qué. Puede uno quedarse obnubilado ante el Guernica sabiendo que su autor era un tarado. No digo que sea necesario ni obligatorio separar la obra de la vida personal del autor, pero poder, puede hacerse perfectamente. Y volvemos a lo mismo. Eso no es lo importante. Eso da igual. Lo importante es que no se hizo justicia y Picasso no pagó sus delitos como tenía que haberlos pagado: pintando cuadros en una celda.

Como Maradona, como Picasso, muchos otros maltratadores, sean deportistas, cineastas, artistas o escritores han firmado obras maestras. Luego podemos decidir verlas o no verlas, eso ya queda al juicio particular de cada quién, pero ese criterio es absolutamente irrelevante. El juicio que cuenta es el que debe darse en un juzgado, no en la cabeza del público, sea de manera individual o colectiva. Me pregunto cuántas mujeres maltratadas estaban estos días en Nápoles o en Buenos Aires llorando a Maradona, pero imagino que alguna habría. Lo digo porque cuando murió Cantinflas, otro maltratador, México entero se echó a la calle a llorarlo, millones de mujeres también. La ciudad se colapsó de punta a punta y hablamos de un país donde el maltrato a la mujer forma parte de la cultura de un machismo extremo. De niño aprendí de memoria famosos corridos en los que un hombre apaleaba a su pareja o directamente la acribillaba a tiros por mirar a otro hombre o por negarle un baile a un pretendiente: "El día que la mataron / Rosita estaba de suerte, / de tres tiros que le dieron / nomás uno era de muerte". 

Así que da igual todo lo que se escriba, empezando por este texto, pues mi juicio sobre el Maradona maltratador es tan irrelevante como mi opinión sobre el Maradona futbolista, o menos. Yo veo aquellos dos goles del Mundial de México contra Inglaterra, probablemente los dos goles más famosos de la historia del fútbol, uno de ellos con la mano y el otro tras una espectacular remontada en la que burló a medio equipo inglés desde el centro del campo hasta la portería rival y veo la magia de un hombre superdotado para el fútbol. También creo que si por aquel entonces ya había sido culpable de violencia machista ese Mundial tendría que haberlo visto desde la cárcel.

Pero la verdad es la que es: que todos podemos adorar al deportista con toda justicia porque nadie se encargó de juzgar al maltratador. Como futbolista se va con todos los honores, merecidos, uno de los mejores de todos los tiempos. Como maltratador también se va, de rositas.

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