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Los periféricos y la madre de Norman Bates

Alberto Garzón (IU). DAVID FERNÁNDEZ (EFE)
photo_camera Alberto Garzón (IU). DAVID FERNÁNDEZ (EFE)

DIJO EL otro día Alberto Garzón, el de izquierda Unida, que se ha cometido un error histórico desde la izquierda española, al "romantizar los nacionalismos periféricos". El tío, que nació en Logroño y pasó media vida en Málaga, es más periférico que nadie, pero instalado en Madrid, le molesta la periferia y los nacionalismos, todos salvo el suyo. Le duelen los que están lejos de Madrid, pues el nacionalismo españolista con sede en Madrid es lo que defiende cualquiera que reniegue de los demás nacionalismos.

Sucede que en cuanto un dirigente de un partido estatal pone un pie en Madrid, aprecia el suave tacto del terciopelo, pisa moqueta e inmediatamente escribe un libro y se vuelve él también parte de Madrid. No sólo les pasa a los políticos. Actores, escritores, pintores, lo que sea, llegan a Madrid y se sienten parte de una élite española que sabe más que la periferia y se siente superior. Desde Madrid se sabe lo que necesita un catalán, un vasco o un gallego. Madrid como medida de todas las cosas; Madrid, Diosa de la verdad, gran centrifugadora que aplasta contra la pared del tambor a todo aquél que no adore a Madrid. Madrid, Madrid, Madrid.

Madrid es como la madre de Norman Bates en Psicosis, una señora muerta y momificada que ejerce una influencia macabra sobre sus hijos, que adquieren licencia para apuñalar en la ducha a todo aquel que se cruza en su camino. Por eso lo recomendable es ir a Madrid lo justo para no contagiarse y volverse un psicópata. Madrid me mata, decía aquel lema y el que lo ideó no sabe cuánta razón tenía. Madrid mata más a los que la sobrevaloran, que son quienes la temen. A Madrid hay que perderle el miedo, como a todos los abusones, que se quedan en nada en cuanto se les ignora.

A España se llega y se sale desde Madrid porque todos los caminos empiezan y acaban ahí. Si usted no adora a Madrid como baluarte de una españa gloriosa e incombustible, es usted un periférico o una nacionalista romantizada. Perdamos toda esperanza. Alberto Garzón, uno de los referentes de la izquierda española, sostiene lo mismo que Abascal: España es el Estado indivisible, la gran nación que atesora el conocimiento de lo que es bueno o es malo para los demás. Gallegos, vascos o catalanes, si son nacionalistas, son unos periféricos romantizados y por tanto se equivocan, como se equivocó la izquierda al romantizarlos, convirtiéndolos en gente riquiña cuando en realidad no son más que una panda de paletos que ignoran la única verdad, que es la emanada desde Madrid.

A Garzón le molesta tener que negociar estos días con los periféricos romantizados, los que no van al Parlamento a besar los pies de Madrid sino a defender lo suyo. Los que saben que nadie desde Madrid les va a decir cómo es su nación, o su provincia. De tanto atacar a los nacionalismos, están creando incluso provincianismos. Que nadie se extrañe que el ejemplo de Teruel Existe cunda en Badajoz, en Cuenca y en muchas provincias, regiones, países o comunidades. El nacionalismo español ha sido tan madrileño y tan absorbente que ha tratado a otros territorios como colonias. A Teruel, por ejemplo.

El caso de Teruel es paradigmático. Llevamos toda la vida escuchando la misma cantinela: "Claro, los vascos y catalanes se llevan más que nadie porque el Estado se vende a los nacionalismos". ¡Pues claro! Luchan por lo suyo antes que por lo de Madrid y hacen valer su peso, que para eso están. En Teruel han dicho: "Oye, si hacemos lo mismo y peleamos por lo nuestro como hacen los nacionalistas, igual Madrid nos hace caso", y ahí los tienen. Ni siquiera son nacionalistas, son ciudadanos humillados y olvidados durante décadas que exigen el respeto de Madrid y ahora se lo han ganado.

Mire usted a Galiza. Un diputado no es gran cosa, pero desde la noche electoral se ha hablado más de nuestro país en Madrid que en los cuatro años anteriores. ¿De dónde salió ese diputado del BNG? Pues de varios sitios. Por ejemplo, de muchos que anteriormente habían votado a En Marea, una fuerza sometida a Madrid a través de Podemos que no ha defendido a la nación gallega, lo que ha decepcionado a muchos y a muchas. También de otros votantes. Se lo dije un día a Ana Pontón en Pontevedra: "O trato que Madrid dá a Catalunya pode xerar moito voto solidario de xente que abre os ollos e non quere vivir nun Estado que trata a pau limpo aos disidentes". Y muchos hoy, cuando ni se ha formado Gobierno, ya sentimos la evidencia de que un sólo diputado nacionalista defenderá a Galiza más que dos docenas de diputados y diputadas gallegas no nacionalistas pero mogollón de españolistas.

Luego está la certeza que va calando entre muchos votantes de que la polarización favorece a los fuertes y la fragmentación a los débiles. Por eso una parte nada desdeñable del electorado ha apostado por hacer valer su territorio. La periferia romantizada gana terreno al centralismo de la mami de Norman Bates.