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El hombre-pez capturado en Galicia

Eusebio de Cesárea fue un afamado teólogo, escritor, historiador y obispo de Cesárea, que vivió entre los siglos III y IV. Fue la primera persona que habló de un extraño ser que vivió en los mares gallegos. Lo que sorprendió a Cesáreo y a otros que en adelante trataron al personaje mostraban su extrañeza, pues la mitología hablaba de sirenas y tritones, las primeras, como es sabido, mujeres con la parte superior del cuerpo con forma humana y la inferior de pez. Los tritones eran lo mismo pero en varones. Sin embargo, el ser del que se dice que apareció en Galicia era totalmente humano aunque vivía en el mar. Era un humano marino.

"Muchos son vivientes que esto vieron y afirman en el mar occidental de Galicia haber sido tomado en el agua uno y del todo tenia figura de hombre, no concordando en cosa alguna con pescado: éste fue tomado y sacado a tierra; vivió luengo tiempo, más de un año, en casa de un señor que lo tenía: este comía é bebía de lo que los otros hombres, y reíase y hacía lo que le mandaban, entendiendo lo que los otros hombres querían, solo que no hablaba poco ni mucho. É cómo grande tiempo hubiese así estado, un día, no acatando por él, tornóse a la mar".Hombre-pez

Es decir, que era un ser inteligente, que entendía todo lo que le decían aunque no hablaba, que comía y se comportaba como un humano, que podía vivir fuera del agua y que un día, harto de ser prisionero, y aprovechando un descuido de sus captores, volvió al mar y nunca más se supo de él. Eusebio creía firmemente en su existencia, pues "muchos la afirman", y se atrevió a aventurar una hipótesis: "no podremos decir que aquel no fuese pescado, más que fuese verdadero hombre de nuestra naturaleza y del linaje de Adán y de Noé", o sea, que no negando que pudiera ser un pez, lo creía descendiente directo de Adán y de Noé, pues al cabo, descendientes de Adán somos todos, pero de Noé sólo unos cuantos.

Dice que era de complexión normal, "como los otros hombres". La leyenda duró más de mil años, pues también habla de ella Gonzalo Fernández de Oviedo en el S. XVI en su ‘Historia general y natural de las Indias’, transcribiendo literalmente lo escrito por Cesáreo y afi rmando que varios marineros habían visto en costas caribeñas algunos ejemplares de seres marinos con forma enteramente humana como el descrito por Cesáreo y añade que unos soldados habían matado a uno, a palos, mientras descansaba en la playa.

Un siglo antes, otro hombre de Iglesia, Alonso Fernández de Madrigal, más conocido como "el Tostado", publicó su ‘Mineral de letras divinas y humanas’ en las que también habla del misterioso ser marino aparecido en Galicia. Curiosamente, El Tostado escribió todo un tratado negando la existencia de sirenas y tritones, pero da toda credibilidad a la existencia del hombre-pez gallego, pues, dice, si no tiene cola de pez sino forma humana, si piensa, actúa y come como un humano, si entiende todo lo que se le dice, es humano, pero no un humano cualquiera, sino, como dice Eusebio de Cesárea, es un descendiente de Noé. La prueba de que el bicho descendía de Noé es de sentido común: vive en el agua porque sus ancestros soportaron el Diluvio Universal y se adaptaron a la vida en el océano.

Ni Cesáreo, ni El Tostado ni Gonzalo Fernández de Oviedo cayeron en la cuenta de que todos somos descendientes de Noé tanto como de Adán, pues en el Diluvio perecieron ahogados todos los humanos salvo Noé y su familia, por lo que todo terrícola que hoy pueble el planeta desciende del bueno de Noé. Usted, por ejemplo.

Fuera como fuese, la leyenda del hombre-pez gallego pervivió durante mil doscientos años como poco y todos los que la estudiaron, que fueron muchos más de los tres aquí citados, la dan por buena. Por mi parte, quiero creerla, porque el personaje me cae bien. Era como uno cualquiera de nosotros y nosotras, con la peculiaridad de que vivía en el mar, se dejó atrapar, comió y bebió lo que le daban mientras quiso y cuando se aburrió de aquello se volvió a vivir su vida. Ya me dirá usted si ése no es el sueño de cualquiera. 

La leyenda de aquel ser se extinguió, como tantas, porque últimamente, desde hace tres o cuatro siglos, nos da por hacernos los descreídos y ya ni respetamos aquello en lo que creían nuestros abuelos. Preferimos creer en Santa Klaus, en la Ford Motor Company, en Facebook y en Inditex, como si existieran de verdad, pero nos resistimos a dar por buena la existencia de nuestro ser náutico en el que los gallegos y el mundo entero creyó durante centurias.

Pues no. Lo justo sería creer en el hombre de los mares, montarle una estatua y honrarlo, más que nada porque fue libre antes de su captura y después, cuando decidió escapar. Eso es lo que todos quisiéramos hacer. Escapar cuando queramos y volver a ser lo que fuimos. Amén.

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