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María de Ulloa, amante y madre de arzobispos

María de Ulloa era esposa de Álvaro Páez de Soutomaior. Álvaro Páez "no era hombre para mujeres", que era la fórmula elegante y descriptiva con la que en la Edad Media se referían a los homosexuales. Debió ser un hombre hermoso, pues fue uno de los donceles de la Corte de Enrique IV, que tuvo fama de rodearse de hombres jóvenes y guapos. Todo eso a María, es de suponer, le molestaba. Álvaro era heredero de la inmensa fortuna de la Casa de Soutomaior, que incluía castillos, rentas, tierras y una flota mercante. Era el hombre más rico del sur de Galicia. 

María de Ulloa. MARUXACuando los Irmandiños montaron su gran revuelta, Álvaro gobernaba Tui, y allí resistió el asedio durante casi un año, hasta que murió enfermo y la ciudad se rindió. Su viuda, la referida María de Ulloa, señora de Cambados, se enfadó mucho al leer el testamento, en el que no le dejaba nada de nada. Muerto sin descendencia, todas las propiedades pasaban a manos de la tía de Álvaro, una mera formalidad, pues el heredero real de todo aquello era Pedro Álvarez de Soutomaior, el famoso Pedro Madruga, medio hermano bastardo de Álvaro. Poco antes de morir, Álvaro lo había adoptado y había conseguido que su amado Enrique IV lo nombrara vizconde de Tui. Así que formalmente todo lo heredó la tía pero en la práctica, hasta que ella murió fue Pedro Madruga quien administró los bienes. 

Lo que ocurrió después nunca se ha estudiado en profundidad, pero debería, pues tuvo una importancia definitiva en el desarrollo de los acontecimientos de aquella Galicia de finales de la Edad Media y el principio de la era moderna. Resulta que la despechada, con razón, María de Ulloa, se fue a Compostela para convertirse en amante del arzobispo Fonseca II, que pasó a la historia con ese nombre porque hubo antes un Fonseca I, su tío, y luego un Fonseca III, hijo de Fonseca II y nuestra protagonista. Resuelta la Revolta Irmandiña con victoria de la nobleza, empezó la Guerra de Sucesión entre la usurpadora Isabel la Católica y la legítima heredera, Juana, llamada en Castilla La Beltraneja y en Galicia y Portugal, A excelente señora. Fonseca II se puso del lado de la Católica y Pedro Madruga, con buena parte de los feudales, apoyó a Juana. Pero dentro de aquel caos, las inquinas personales los hacían todavía más enemigos. No cabe la menor duda de que la influencia de María de Ulloa sobre Fonseca II y el resentimiento que sentía por la casa de Soutomaior que la había privado de su herencia, alentara el odio entre los dos rivales, que aprovechaban la guerra para atacarse entre ellos con toda fiereza. 

Era mujer inteligente y batalladora en una época mucho menos machista de lo que creemos

Muchas de las batallas que libraron Fonseca II y Pedro Madruga no tienen mayor justificación estratégica y se debieron al odio que se sentían, alentado sin duda por María de Ulloa. A Madruga no debía parecerle bien que su cuñada se liara con un rival, y a Fonseca le disgustaba que su amante hubiera sido humillada por la familia Soutomaior dejándola prácticamente en la ruina. Cuando a Pedro Madruga, ya convertido en conde de Caminha lo secuestró durante un año el conde de Benavente, Fonseca II aprovechó para conquistar casi todas sus posesiones y construir un castillo "en las barbas del de Soutomaior", según cuenta el cronista Vasco de Aponte. Cuando fue liberado, Pedro Madruga se apresuró a reconquistar todas las posiciones y derribó piedra a piedra el castillo de su rival. 

No faltarán documentos que avalen la tesis de que María de Ulloa jugó un papel determinante en todo aquello. Nadie los ha buscado para contextualizar los hechos y otorgarle un sitio de honor. Era mujer inteligente y batalladora en una época mucho menos machista de lo que creemos, en la que algunas mujeres desempeñaban roles fundamentales que fueron ninguneados por la Historia. María de Ulloa puede ser una de las grandes mujeres olvidadas. Jugó un papel fundamental en una época caótica. Fue mucho más que la amante de un arzobispo y la madre de otro, los dos hechos por los que la recordamos malamente. 

Alonso III de Fonseca, su hijo, fue uno de los grandes nacionalistas gallegos de su época, a caballo entre los siglos XV y XVI. No es muy necesario hablar de él, pues es sobradamente conocido. Luchó como un loco por nuestro país pero como hoy no se reconoce a ningún nacionalista nacido antes de las Irmandades da Fala, pues queda en el limbo. No obstante, lo que conviene decir porque nadie lo dice, es que su carácter humanista y sus posiciones políticas son en buena medida el fruto de la educación recibida de su madre, María de Ulloa, una mujer sabia que fue centralista, lo que hoy llamaríamos españolista, pero que enseñó a su hijo lo más importante que se le puede enseñar a un hijo o una hija, que es tener criterio. A fin de cuentas, la propia María de Ulloa se había criado entre una nobleza que con frecuencia rozaba el secesionismo. 

Pues alguien debería estudiar a María de Ulloa.