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A ver si tal

Antes cabía de todo en la derecha, ahora lo que está es organizada

Casado, con Aznar, este sábado en la Convención Nacional del Partido Popular. CHEMA MOYA(EFE)
photo_camera Casado, con Aznar, este sábado en la Convención Nacional del Partido Popular. CHEMA MOYA(EFE)

A LA DERECHA española le ha llevado más de 40 años encontrar su verdadero espacio, casi el mismo tiempo que tardó Aznar en deshacerse de aquel inadmisible bigote con el que nos avergonzaba por el mundo adelante. Actualmente tenemos esta derecha libre de complejos que ya no necesita fingir que es centroderecha. No parece que le vaya a ir mal, a juzgar por lo visto en Andalucía. Creemos que la derecha está desunida, pero va a ser que no. Está más unida que nunca. Aplicarse a sí misma la receta del divide y vencerás le proporcionará muchos otros éxitos formidables. Gracias a esa fórmula, Moreno Bonilla, al que ya le estaban cavando la fosa, se convirtió sin querer en presidente. Es el triunfo de la derecha unida. Antes en el PP cabía de todo. Desde antiguos centristas de la UCD hasta los extremistas de Fuerza Nueva o Falange, que no tenían otro partido al que votar salvo al PP. Pero eso nunca satisfacía a todos, lógicamente. Entre democristianos, liberales, conservadores y lo que sea había diferencias ideológicas, corrientes internas y aquello acabó como tenía que acabar: como cuando los de la Movida madrileña y viguesa montaron aquella fiesta todos juntos y la reunión de yeyés, poperos, rockeros y punkis madrileños y gallegos acabó con un vaso estrellándose en la cara del alcalde de Vigo.

Ahora la derecha lo que está es organizada: los rockeros con los rockeros, los poperos con los poperos y los punkis con los punkis. Los yeyés pueden votar a cualquiera, que para eso son yeyés que de noche y de día usan gafas de sol. Total, se las compran a un mantero senegalés al que quieren expulsar porque viene a robarles el trabajo. El grado de satisfacción del votante de derechas ha aumentado hasta niveles nunca vistos. Cualquier español de derechas tiene a quién votar y ahora sabe que su voto es útil. Que uno es ultraderechista, tiene a Vox; que es muy pero muy de derechas pero no quiere pasar por facha, tiene al PP de Casado. Que sabe que es de derechas pero no sabe cuánto, tiene a Ciudadanos, partido al que los otros dos están entregando el centro-derecha, no sé por qué, si es donde se han ganado siempre las elecciones.

La izquierda lleva toda la vida en eso y cada día más. Eso de Izquierda Unida siempre fue una broma. Algún día se demostrará que el nombre de ese partido lo discurrió un humorista en fase de desintoxicación y alguien se lo tomó en serio. La izquierda española lleva toda la vida desuniéndose, dividiéndose y refundándose. Lo llevan en el ADN. Se juntan cuatro rojos y montan siete candidaturas. Los votos del PCE y luego de IU se desperdiciaban a chorros porque la ley electoral es la que es. Y siempre que va uno a un colegio electoral encuentra papeletas de partidos comunistas reconstituidos, ecosocialistas, sea eso lo que sea, republicanos, animalistas, ecologistas, marxistas. La nomenclatura es en sí misma un dilema. Si uno o una es nacionalista, ecologista, socialista, republicana o socialista, entre tanta papeleta acaba votando a Vox.

Y eso resulta una desgracia para la izquierda. La izquierda no se une para acaparar el voto y formar luego una alianza. La izquierda se desintegra para que Llamazares, Errejón, Manuela Carmena y los que surjan, monten su propio proyecto. En el caso de Errejón se entiende: tras perder en Vistalegre II, le dijeron que podía ser candidato en Madrid siempre que aceptara la imposición de una lista: a ver, yeyés. De toda la vida de Dios quien encabeza una candidatura tiene cierta libertad para montar un equipo. A Errejón se le dijo que tenía que ser el líder de un gruppo de rebeldes, y Errejón, que es un chico cabal, contestó que no. Que él prefiere ir con la marca de Manuela Carmena y elegir a los suyos, y Pablo Iglesias, que es el Stalin español, le dijo a Errejón que no, que como mucho le permitiría elegir entre pasar el resto de su vida en un gulag o suicidarse.

Pues Errejón hizo lo que tenía que hacer, que es negarse y escapar por libre. La culpa de la desunión de las izquierdas no es de las personas ni de los partidos: es de una cultura política poco dada a la inteligencia, al posibilismo y a la pragmática. Si las derechas han tardado cuatro décadas en entender que la unión hace la fuerza, que las izquierdas a estas alturas estén preguntándose quiénes son es la crónica de un fracaso.

Cuando las derechas se unen y firman acuerdos, los partidos de izquierdas deben preguntarse quiénes son y para qué están ahí. Que si el PP y Ciudadanos montan una alianza con Vox igual es que hay que reaccionar y hacer alguna cosa. O no, no sé, que yo no soy quien va a pedir votos en mayo. Pues eso, a ver si tal o así.

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