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No adoramos el becerro del cacique

La manguera de los políticos como bomberos no lanza el agua sobre los puntos de ignición

SEÑOR DIRECTOR: 

Este país, Galicia, se parece muy poco a los tópicos que se le aplican. No coincide en las cuestiones de su interés, las que le preocupan, con el relato, ahora se dice así, que los políticos formulan en sus intervenciones. Hay asuntos como los nacionalismos, por citar un ejemplo bien sonoro en este momento, que no figuran en la agenda de las preocupaciones del votante gallego. Alguno ni lo contempla. Los datos están en el último estudio del CIS que conocimos esta semana. Sin embargo aparecen los políticos como uno de los tres primeros problemas, con la economía y el empleo. Contrasta esta posición con la atención, incluso diría que hasta el exceso, que al nacionalismo como problema le prestan los políticos y los medios de comunicación. Quizás sea por nuestra parte mimetismo ante los vomitorios de opinión que atronan a hora y deshora desde los medios capitalinos. ¿Pierde el interés por la política la ciudadanía gallega por aburrimiento con tanta monserga sobre el procés o el calentamiento global, que tampoco está en las prioridades? ¿Pretende el exceso de noticias y opinión sobre estas cuestiones precisamente eso: desinformar, desinteresar?

La manguera de los políticos como bomberos en campaña no lanza el agua sobre los puntos de ignición que aprecia de forma mayoritaria la sociedad gallega. Esto parece claro si los datos del CIS nos merecen cierta credibilidad, con independencia en la estimación de votos que cocina. Las horquillas, que parecen de la amplitud del arco iris que se pierde en el horizonte, para que gane Sánchez y reanimar el bipartidismo, no implican necesariamente que haya que poner en duda todos los datos de estos amplios sondeos. En este caso fueron 1.286 encuestas en 89 municipios gallegos, con entrevistas personales a una población mayor de 18 años. El margen de error es + - del 2,8% Entiendo que los datos nos reflejan. Reparar en ellos es una forma más para conocernos y que nos conozcan. Podría encajarse en la recomendación del profesor Ramón Villares en ese prefacio de Galicia, una nación entre dos mundos, cuya lectura me atreví a recomendarle en la anterior carta. Entiendo que es retrato más real que el que se construye como fortaleza numantina a partir de posiciones ideológicas. Se lo diré como si fuese mensaje de campaña: ni adoramos el becerro de oro del cacique ni como ciudadanos somos social y políticamente una reserva arqueológica como tantas veces se nos sigue pintando. Y lo peor, lo asumimos como imagen propia. Dicho esto, sabemos que las prácticas caciquiles y clientelares siguen ahí, a derecha e izquierda. Son un tumor pendiente de extirpar internamente por las estructuras de partido ante la incapacidad para obtener votos por credibilidad, programas y ejercicio modélico de la gestión. El problema del caciquismo o del control clientelar está en quienes lo imponen como práctica de control y poder, no en el ciudadano que acude obligado a esa ventanilla.

La cartera

Al 66,8% de los ciudadanos gallegos encuestados le interesa poco o nada la política. Lo que le preocupa a la ciudadanía son las cuestiones económicas y las relacionadas con el empleo. Un 69% del potencial votante gallego del próximo día 10 entiende que la situación económica está mal o muy mal. Multiplique usted por cinco el número de quienes ven bien la situación económico para saber el porcentaje de quienes la ven muy mal. Sitúe también usted en la prioridad de problemas a los políticos, los partidos, la corrupción y el fraude, la sanidad, pensiones e inmigración. ¿Quién da respuesta a estos problemas? ¿Dónde va el mensaje regeneracionista que nos habían anunciado en la profundidad de la crisis económica? Compare ahora los contenidos de las intervenciones de los políticos y de las noticias de los telediarios, por no hablar de los editoriales de prensa y de la amplia nómina de tertulianos, con estas preocupaciones que expresan los ciudadanos gallegos. Concluirá conmigo en que no nos puede sorprender nada que la ciudadanía desconecte. Se desinterese. Cómo le va a interesar la política como vía de solución para sus problemas si cuando está interesado por la incertidumbre de la economía, por los interrogantes sobre las pensiones y por su futuro laboral o el de sus hijos, llega el candidato de turno al polideportivo o a la taberna y le larga una filípica más contra el procés. ¿A quién se dirigen realmente estos candidatos, ante quién pretenden ganar méritos ? Miran hacia lo que marcan como hoja de ruta los estrategas y mandos centrales de sus partidos y los medios capitalinos. Es lo que por comodidad envolvemos como Madrid. Pero esos líderes madrileños no obtienen el aprobado de los ciudadanos gallegos que los sitúan ideológicamente distantes, caso Casado, del posicionamiento de sus potenciales electores.

La gente ya está saturada cuando en la taberna o en el auditorio escucha al candidato: todo lo que le cuenta lo oyó a los tertulianos. Y recibió esos contenidos como si fuesen noticia con múltiples variantes en buena parte de los tiempos de los telediarios. Es un relato deslocalizado el que le llevan quienes le van a pedir el voto para el día 10.

La radiografía que se puede obtener sobre Galicia de la encuesta última del CIS no se corresponde con ese estereotipo que existe fuera y que nosotros interiorizamos: una sociedad cerrada, de rancio conservadurismo político. Resulta que no. Es una sociedad muy centrada, más que los líderes que por la derecha o la izquierda le piden el voto para el próximo domingo. En la manifestación de su posición ideológica aparece como una sociedad moderada. Es, curiosamente, el modelo sociopolítico de las clases medias en extinción por la última crisis. Las que daban estabilidad al sistema y a la sociedad. Galicia está habitada por una amplísima mayoría de gentes que se sitúa en el centro, con mayor tendencia hacia el centro izquierda que a la derecha. Incluso en esto se correspondería con los históricos comportamientos de las clases medias económicas que, desde el centro, tendieron a favorecer la balanza hacia las posiciones de cambio frente al inmovilismo. Los gallegos que se autoposicionan como progresistas, socialdemócratas y socialistas representan un 29,9% de los encuestados por el CIS y los que se declaran como conservadores, demócratas cristianos o liberales suman un 25,4% .

Misa y telediarios

La radiografía del país no la da solo, ni principalmente, la intención de voto que declaramos los ciudadanos en las encuestas. Si suman el 58,9% los gallegos que no van nunca a misa y los que casi nunca pisan una iglesia, frente al 13,2% de los que van todos los domingos, y añádale incluso el 1,2% de los que van varios días a la semana, tendremos un retrato de la práctica religiosa. Una auténtica secularización de la sociedad gallega. Parece que también ahí hay el reflejo de transformaciones más profundas de tipo sociocultural en lo que era entendida como una sociedad rural tradicional. Cambia el peso que a la Iglesia se le atribuía en esta sociedad. La confesión de ateísmo del 9,2% de los encuestados en Galicia, del 5,4 como agnósticos o del 45,6% como no practicantes apunta a esa transformación o imagen diferente a la preestablecida. Sucede lo mismo a la hora de informarse, con la posición de preferencia por La Sexta, como fuente en televisión, después de los telediarios de la primera cadena oficial, o de la Ser en las radios.

Galicia, según esto, no es el tópico que curiosamente continúa. Deberían apuntarlo quienes le piden el voto.

De usted, s.s.