Opinión

Alcaldes y alcaldillos

La muy leal aspiración de ser alcalde obedece, según los casos, a un amplio abanico de razones, desde el altruismo bien entendido y avalado por el deseo de servir al pueblo, a la avara apetencia de asegurarse una bicoca o redoblar el prestigio personal. Claro que hay muchas formas y maneras de lucrarse o ejercer el cargo. En España todavía quedan dos mil quinientos alcaldillos que no cobran un duro y otros varios con salario simbólico. Hay, pues, alcaldes y otros que también lo son sin parecerlo. Brillan, claro, los que atesoran bastante más que el presidente del Gobierno, caso del madrileño, abriendo el ranking de los mejor pagados: 102.000 euros mensuales. Le siguen la alcaldesa de Barcelona,100.000, con los regidores de Bilbao, Valencia y Zaragoza, con 91.000, 82.000 y 75.000, respectivamente. Son cifras que justifican determinadas emociones o lamentos, como el de la señora Colau lagrimeando al creer que no seguía y lloriquear de nuevo al recuperarse del susto. Hay que entenderla. De activista okupa, defendiendo precariedades, y verse mandamás de Barcelona hay un trecho que desprecia la agitación callejera y un despacho vetado a los intrusos que defendía. La penalidad de los okupas bien puede esperar.
 

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