Opinión

Celebración y presión

LA presión en las calles de Cataluña y las manifestaciones en las de Andalucía son la otra cara de una semana que estuvo marcada por la celebración festiva de cuatro décadas de Constitución democrática. Sirvió esta ocasión para presentar en qué circunstancias se llegó al consenso constitucional y qué se pretendía, sin exagerar en esas informaciones la tintas de los excesos entre sentimentales e idílicos propios de serie televisiva. Sirvieron también estas celebraciones para recuperar en lo que hay de justicia la imagen del buen hacer en aquellas circunstancias históricas del rey emérito don Juan Carlos, por encima de sucesos negativos posteriores. La paz institucional —al fin una imagen de cortesía entre los grupos mayoritarios— chocó con las manifestaciones en las calles de varias ciudades andaluzas contra la llegada de Vox al parlamento de esa comunidad. Alfonso Guerra se preguntaba si quienes se manifiestan ahora fueron a votar el día de las elecciones y se movilizaron para lograr una mayor participación. Manifestarse en la calle contra el voto de una parte de los ciudadanos exigiría en términos de respeto democrático una mínima reflexión antes de tal decisión. Las manifestaciones de Cataluña, con choques con la policía autonómica, cortes de vías de comunicación principales durante horas y sobre todo con las posiciones políticas que expresó el presidente de la Generalitat sobre esos sucesos no ofrecen duda del contrasentido de la posición de Quim Torra frente a los cuerpos de seguridad y en alineamiento claro con los CDR, esos grupos de defensa de la república independiente. Este fin de semana quedó claro que la iniciativa y el mando en el secesionismo está en la calle y no en los dirigentes políticos que ocupan el poder autonómico. Si la celebración del aniversario de la Constitución fue al fin ejemplar, estos sucesos mantienen el gris en el tono del momento.

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