David Gistau: "Escribí de personas que pertenecían a un momento de tu vida"

Círculo de Tiza publica nuevamente ‘Gente que se fue’, relatos del periodista fallecido, con prólogo de Manuel Jabois
Manuel Jabois (al fondo) y David Gistau. SANTANADEYEPES
photo_camera Manuel Jabois (al fondo) y David Gistau. SANTANADEYEPES

David Gistau dedicó 44 años a reconstruir el hogar que había perdido a los cinco. Ese quebranto explica su literatura. Una parte la publicó en periódicos; la otra, en libros. Gente que se fue es un puñado de relatos que Círculo de Tiza recupera un mes después del fallecimiento de un columnista nacido en el Madrid del tardofranquismo, en 1970. El autor culpaba de las ausencias no solo a la muerte. “Son personas que se han perdido porque pertenecían a una edad, a un momento de tu vida. Las edades están relacionadas con las personas. Me duele y siempre me ha dolido su ausencia”.

El primer espectro de su vida fue su padre, que partió en dos la columna vertebral de su felicidad al abandonar la casa familiar. Todo lo que Gistau escribió a partir de ese abismo es un empeño en volver a 1975 e impedir ese divorcio. Entre los relatos de Gente que se fue saca la cabeza “un protagonista traumatizado que tiene que luchar durante su juventud para superar el suicidio de su padre después de una larga depresión”.

David siguió un bachillerato francés en el liceo Saint Exúpery de Madrid. Aprendió del aviador que daba nombre a su colegio que únicamente necesitaba empeño para sobrevolar dos guerras y para despegar desde Córcega con correspondencia aérea, desaparecer en el mar y que un pescador de Marsella recuperase tu pulsera identificativa.

Su carrera despegó cuando Anson lo empezó a leer y Umbral apoyó la mano en su hombro para ungirlo

El padre de David era abogado en el diario Pueblo. Aplastó sus afectos siendo niño, pero lo compensó introduciéndolo en el periodismo. Cuando uno aprende a contar historias aprende a convertirse en un personaje que las protagoniza y borrar con goma su pasado y crearse otro.

Gistau fue guionista en los late night más estadounidenses de los 90, con Pepe Navarro; corresponsal en el Afganistán violento y en el Buenos Aires dramáticamente sobreactuado, donde armó un matrimonio que importó a Madrid para crear una familia estruendosa de cuatro hijos.

Manuel Jabois cuenta en el nuevo prólogo de Gente que se fue que el escritor era vecino del dibujante Quino, conocido como los trazos y el humor de Mafalda. En una coincidencia de ascensor, Gistau se disculpó preventivamente por la escandalera que emitía su hogar. El ilustrador le quitó importancia y le entregó comprensión: “Son niños. Su trabajo consiste en hacer ruido”. Ese ajetreo es lo que Gistau había soñado desde que lo condenaron a ser un niño enfermo de melancolía.

Su carrera despegó cuando Anson lo empezó a leer y Umbral apoyó la mano en su hombro para ungirlo. Escribió en revistas de viajes, y fue cronista político y de sucesos, hasta alcanzar la cumbre de hacerse una nómina en el columnismo. Su periplo como articulista fue recorrer el circuito habitual en los media madrileños: La Razón, El Mundo, ABC, Onda Cero, Onda Cero y Cope.

Necesitaba enseñarle a su padre cómo se formaba un hogar, por lo que fue encadenando hijos. La lección se la impartió a sí mismo porque el abogado divorciado se murió a destiempo. “Mi hijo no ha de ser lo que yo fui: un adolescente enfadado con el mundo porque se le murió el padre demasiado pronto”, se prometió el día en que fumó el cigarro con el que se despedía del tabaco. Al apagarlo firmó consigo mismo el contrato de “permanecer aquí al menos 25 años más”. “Los que mi hijo pueda necesitarme, y en eso no quiero fallarle”.

Como iban naciendo pequeños, tuvo que exiliarse a una cafetería cercana a su casa para trabajar. Jabois apunta que “montó su despacho en el Vips de la esquina de Velázquez con Ortega y Gasset, donde recibía como el jefe de una banda mafiosa venida a menos, su adorado Soprano”, en referencia al protagonista de la serie de HBO sobre el ámbito doméstico de un líder criminal.

Años después pudo pagarse un piso amplio y vivo de luz, en el que se organizó una oficina que imitaba al representante de esos boxeadores que lamentaba no haber sido. Murió el pasado febrero después de varios meses fuera del mundo tras haberse desvanecido peleando con guantes contra un saco colgado en un gimnasio.

Comentarios