Opinión

¿De qué se ríen?

No siempre es posible. Cuando lo es, tomarse la vida con humor (o respetuoso cachondeo) contribuye a reducir la mordacidad, la tensión, la agresividad..., tan presentes en el trajín cotidiano. Por eso que reírse tampoco tiene por qué ser malévolo, salvo cuando el carcajeo adquiere significado de desconsideración, menosprecio o desaire, arropando la ofensa y la descortesía, y más cuando el escenario es más propicio para llorar. Por eso a veces cabe preguntarse de qué se ríen los políticos y gobernantes en situaciones que no hacen ninguna gracia. Se desaprobó precisamente la "divertida" actitud del ministro Ábalos por sus risas fuera de lugar en el Parlamento mientras se debatían prevenciones contra el coronavirus. No es que la peste vaya a propagarse más de lo que ya está por el desternille del titular de Fomento, pero es una procacidad sobrada e innecesaria en el momento tan delicado que afecta a todos. No es el único, pero el señor Ábalos ya se lo tomó con arrogante altanería, aderezada con prepotencia, cuando recibió los reproches y censuras por haber recibido en Barajas a la vicepresidenta venezolana, teniendo prohibida la escala. ¿Es su manera de enmascarar la frustración o se trata de activar la burla hacia quienes ejercen el democrático derecho de preguntar?

Comentarios