Opinión

Decir sí a todo y a todos

Vivir es comprometerse y no asumir ningún compromiso solo es posible desde una posición 'nihilista'

SIEMPRE SE ha dicho lo difícil que es decir no, porque resulta más fácil decir sí a todo y a todos. Cuando se adopta esta última actitud de complacencia indiscriminada, incondicional y acrítica, el ser humano cae en la mayor alienación posible y abdica de su naturaleza inteligente y libre.

Si no se tiene criterio propio y se carece de autonomía cognitiva y volitiva, la persona adopta el mimetismo cómodo e irresponsable de "dejarse llevar por la corriente" o, lo que es lo mismo, "por lo que piensen o resuelvan los demás".

Esa falta de compromiso se traduce en el intento de rehuir toda responsabilidad, ignorando que la responsabilidad se contrae, no sólo por lo que se hace, sino, también, por lo que no se hace o no se impide y deja hacer.

Ese comportamiento cambia la naturaleza reactiva y proactiva de la persona por una actitud pasiva y neutra de mero observador de la realidad y ajeno, completamente, a la misma. Esta pasividad es no sólo indiferencia por "lo que ocurre", sino, también, conformarse y aceptar "lo que ocurra". Esta conducta además de irresponsable, es peligrosa, pues si uno no participa ni colabora en el curso de las aguas, puede verse arrastrado por su corriente.

Es evidente que querer contentar a todos es imposible y que no comprometerse o mantenerse al margen de los acontecimientos es, en todo caso, hacerse cómplice y sufrir sus consecuencias positivas o adversas.

Ya un viejo y conocido refrán dice que nunca llueve a gusto de todos y si a eso añadimos que ver lo mismo no quiere decir que todos lo vean de la misma manera, comprenderemos la dificultad de aprehender la realidad totalmente y en su conjunto.

Ya el propio Ortega y Gasset destacaba la importancia del perspectivismo en la tarea del observador, según la cual, la realidad depende de la distinta posición o atalaya, desde la cual, se coloque o dirija la mirada del observador.

Además de lo anterior, hay que subrayar que la observación puede ser objetiva o imparcial si se limita a lo puramente descriptivo o narrativo; pero la apreciación es, por su propia naturaleza, personal y subjetiva, es decir, valorativa, entrando en el campo de lo opinable y sometida a crítica y juicio.

Si recurrimos nuevamente a la sabiduría popular, ésta nos enseña que "cada uno habla de la feria según la va en ella", es decir, si obtuvo o no algún beneficio en la transacción de sus productos. Es, diríamos, juzgar los acontecimientos por el resultado de los mismos, según sea positivo o negativo para cada uno de sus participantes. Aquí la objetivad del mercado se transforma en la subjetividad, según el resultado personal de sus partícipes.

Vivir es comprometerse y no asumir ningún compromiso sólo es posible desde una posición nihilista, o lo que es lo mismo, aquella a la que se refiere Aristóteles cuando dice que "sólo hay una forma de evitar la crítica: no hagas nada, no digas nada y no seas nada", o sea, en consecuencia la pérdida total de personalidad.

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