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El estrés

Oubiña quiere escandalizarnos a estas alturas con sus historietas de abuelo antisistema, pero le falla el 'conceto'

Oubiña en la presentación de su libro, con el Pazo Baión al fondo. DP
photo_camera Oubiña en la presentación de su libro, con el Pazo Baión al fondo. DP

SI ALGO NECESITABA con urgencia este país eran las memorias de Laureano Oubiña. Eso, y tal vez Mis 514 dietas favoritas de Terelu Campos. Oubiña, que siempre se ha creído un cachondo, las ha titulado Toda la verdad, por si acaso hubiera dudas de que una persona entregada con dedicación a una vida de delincuencia pudiera caer en la tentación de mentir.

Oubiña es un narcotraficante orgulloso de serlo, aunque él prefiere los más autoindulgentes tabaquista o contrabandista. Si lo mejor que uno puede decir de sí mismo es que solo ha sido condenado por tráfico con tabaco y hachís pero no con cocaína, ya lo ha dicho todo.

El libro lo presentó en el simbólico Pazo de Baión, aunque, fiel a sí mismo, ni lo ha escrito ni se lo ha leído. Eso no le impidió aportar a la historia de la lucha contra el narcotráfico observaciones como "los juzgados son mi viagra, me excitan, porque de la otra no puedo tomar por el corazón", o "el de narcotraficante no es un trabajo fácil. Conozco el trabajo de la tierra. Sé lo que es trabajar en los camiones, en el mar... y no hay peor trabajo que el de contrabandista. Terminas reventado por el estrés", ‘conceto’ este que había desarrollado con mucha más enjundia Manuel Manquiña en Airbag, con aquel mítico "Carmiña, lo dejo, esto es muy estresante... ¡Interesante no, Carmiña, estresante!".

En esto se nos ha convertido Oubiña, que creía que iba para Pablo Escobar gallego y se nos ha quedado en un Touriñán sin gracia, en un monologuista sinsustancia para sobremesas de comidas de jubilados.

Lógico, si algo le faltaba a las 'raves' del Juan Sebastián Elcano era un buen final con fuegos artificiales

Su problema es que sus tiempos ya son pasados. Pretender venir ahora a escandalizarnos con sus correrías de gañán de ría es hasta enternecedor, la realidad ya está muy por delante de él. Estos mismos días, por ejemplo, se acaba de cerrar la investigación sobre el alijo de 127 kilos de cocaína en la planeadora de más alarde que ha surcado nuestras aguas, el barco escuela de la Armada Juan Sebastián Elcano. Y se ha cerrado, con dos narices, sobreseyendo el asunto, porque la titular del juzgado togado militar territorial 12 no ha sido capaz de encontrar responsable alguno en cuatro años de investigación. Con escuelas como esta, cualquier guardamarina deja a Oubiña a la altura de un patrón de cayuco.

La causa alegada por la jueza para justificar el sobreseimiento ha sido que el descontrol que reinaba en el barco era tal que no había manera de identificar a los culpables, porque allí todo quisqui entraba y salía sin supervisión alguna y el vicio estaba tan extendido que lo más difícil habría sido encontrar a alguien que no fuera sospechoso.

Los 127 kilos se habían encontrado en paquetes de kilo escondidos en un habitáculo del pañol de cables, que no tengo ni idea de qué es puesto que no soy ni marino ni narcotraficante, pero que se había convertido poco menos que en el ‘after’ del barco, pese a que se trataba de una estancia cerrada con llave y de acceso restringido.

La droga, eso sí les ha dado tiempo a averiguarlo en cuatro años, se embarcó en Cartagena de Indias en una parada de cuatro días, pero la jueza togada militar escribe que "durante los mismos la mayoría del personal se ausentó del buque por concesión de permisos, sin que la guardia militar controlara las entradas y salidas de la dotación, así como tampoco los efectos que embarcaban; lo que, al parecer, tampoco se hacía en los demás puertos de atraque". Repito: Juan Sebastián Elcano, buque escuela de la Armada.

Alguna sospecha había, seamos serios. Dos de los marineros que prestaban servicio en el pañol de cables ya habían sido procesados antes por traficar con 20 kilos de coca en esa misma travesía. Y otros cuantos, sin poder aclarar a cuántos nos referimos porque el desmadre debía de ser de crucero para singles desbocados, también habían sido sorprendidos pillando cocaína en el puerto colombiano para venderla durante su escala en Nueva York. ¡Pues anda que no ha cambiado el concepto de souvenir en el Ejército profesional!

Lo mejor es que no solo no habrá responsabilidades penales, sino que tampoco nadie ha encontrado motivo para actuar internamente. Bueno, miento, sí se ha actuado, y de manera muy enérgica: el que era entonces comandante de buque fue ascendido primero a contralmirante y luego, el pasado mes de abril, a vicealmirante. En estos mismos momentos, para tranquilidad de todos, es el jefe del arsenal de Cádiz. Lógico, si algo le faltaba a las ‘raves’ del Elcano era un buen final con fuegos artificiales.

Esto es lo que pasa en el buque escuela en el que navega nuestro orgullo patrio, así que el hecho de que ahora venga Oubiña a pretender escandalizarnos con pijaditas de abuelo antisistema y agentes de la ley corruptos es un poco patético. Déjalo, Laureano, que es muy estresante.

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