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El método

Alma Guillermoprietro dice que el periodismo se hace yendo y Terry Gross, quedándose

Maruxa2ALMA Guillermoprieto, ganadora del Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación, cree que el periodismo se hace andando. Lo que dice se ha dicho mil veces, pero no es lo mismo si quien lo dice es ella, que ha ido a todas partes y lo ha contado: a los ingleses les contó Nicaragua y a los americanos les contó El Salvador. A decenas de periodistas latinoamericanos les explicó en talleres cómo hay que ir a los sitios para cubrir las cosas que pasan. Más que periodista se considera reportera y yo entiendo perfectamente lo que quiere decir: periodistas somos tantos, pero reporteras así, pocas. Tiene sentido que no compartamos categoría, que nos llamemos diferente. Cuenta también que en las entrevistas es muy manipuladora, pero que le pierde la empatía. Los entrevistados más sagaces, los que la saben leer, también la manipulan a ella.

Cuando leo eso pienso enseguida en Terry Gross, una mujer que lleva haciendo el mismo programa en la radio estadounidense desde 1975, 43 años con dos entrevistas diarias de lunes a viernes. Está considerada una especie de tesoro nacional, la mejor entrevistadora cultural que haya dado el país. Hay muchos escritores, músicos o cineastas que sueñan con ser entrevistados por ella, que confiesan que, en sus inicios, se hablaban frente al espejo del baño como si lo hiciesen con Gross.

Es perceptiva, es curiosa, es listísima y pregunta lo que nadie ha preguntado antes. O no lo pregunta pero lo sonsaca. O no lo sonsaca pero la gente se lo cuenta, quién sabe cómo. Sus entrevistas son verdaderas conversaciones, fluyen y, si les haces ingeniería inversa, intentando deducir qué cuestionario hizo para tal o cual persona, cómo ordenó las preguntas para llegar a ese sitio, qué cosas llevaba pensadas y cuáles son réplicas a una revelación que le hacen, no sacas nada en limpio. Es un secreto que lleva dentro, una llave universal que abre las compuertas de tantos, de casi todos.

Cuando la descubrí, tardísimo, me dio muy fuerte con ella. Probablemente porque me parece una tortura entrevistar, el género más complicado, pero una delicia escuchar a la gente que lo hace bien. Pero sobre todo fue porque, cuando me puse a investigar su método, me pareció asombroso que funcionase siendo justo lo contrario de lo que se supone que hay que hacer, del estándar general de las cosas del periodismo que funcionan.

Gross no entrevista en directo y, sobre todo, no entrevista en persona. No va a los sitios ni hace a los entrevistados ir a donde está ella; de hecho, prefiere que no estén. Como Fresh Air, que es su programa, se emite en la radio pública y esta tiene emisoras por todas partes, les pide que vayan a la más cercana para tener la mejor calidad de sonido. Allí, en un estudio solitario, contestan a sus preguntas, que entran por los auriculares como si fuese una voz del más allá. No les ve las caras, no lee sus expresiones, sus miradas de cansancio, de preocupación o de hartazgo, no ve cómo van vestidos, si se retuercen las manos o se pasan las yemas por la frente ante una pregunta complicada.

Cuando empieza les dice que cualquier cosa es susceptible de ir off the record, que si se arrepienten de algo que han dicho después de decirlo se elimina de la entrevista, que si después de la entrevista se van a su casa y les ronda alguna cosa, algo le resulta incómodo y no les convence, pueden llamar y pedir que se borre. Pueden irse de la lengua con tranquilidad. Gross debe de ser la única periodista para quien el off the record no es preventivo y también funciona a posteriori.

El método de Gross es fascinante por sus resultados, pero también por raro, por único, porque, entre tantos discursos como el de Guillermoprieto sobre la obligación de ir a los sitios, de mirar a los ojos a quien se pregunta, ella ejerce de manera muy eficaz quedándose donde está y consintiendo a sus entrevistados licencias que otros consideran venderse. Es cierto que no es lo mismo y que nunca la remaría piñeiro el portalón volución sandinista podría cubrise desde un estudio, pero a pocas personas se le abren como a ella, con su sistema de confesionario católico, donde para revelarse a uno mismo es clave no ver la cara del cura al que le hablas.

Gross lleva 43 años entrevistando por las mañanas y, por las tardes, leyendo, escuchando o viendo las obras de sus entrevistados del día siguiente. Hace, por lo visto, una preparación exhaustiva y hasta obsesiva de sus entrevistas y, por eso, a veces les arrea preguntas tan inesperadas, viaja a su infancia, a su adolescencia, a sus primeros trabajos, tan desconocidos. Por lo visto, poca gente pide que se eliminen cosas y son legión los que dicen que les dio nuevas cosas que pensar.

Gross es la patrona de los periodistas tímidos, de los que saben escuchar y de los que consideran hasta un pelín invasivo ir al espacio de alguien a ver qué hace y cómo lo hace. De los que, en la soledad, como si hablase por teléfono con un amigo, no tienen ningún empacho en preguntar las cosas más íntimas y consideran de lo más normal que se las cuenten.

Pasé mucho tiempo convencida de que la manera de Guillermoprieto era la única de hacer las cosas. Ahora leo sobre Gross y pienso quién pudiera.

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