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El ovni de Marcón

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXA
photo_camera Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXA

A LAS 15.00 horas del día 26 de marzo de 1982, un grupo de vecinos y vecinas de la parroquia de Marcón hacían su vida cotidiana sin meterse con nadie cuando un ovni aterrizó frente a ellos. Diario de Pontevedra cubrió la noticia cumplidamente. Hasta mandamos a un fotógrafo y todo. El suceso quedó ahí hasta que dos años después, Ángel Carracelas, hoy escritor y armador y entonces joven estudioso de la ufología, llegó al lugar en un Seat 850 Especial de Lujo. Era aquél un cochazo que venía con ventilador y una lucecita en el techo, elementos que lo distinguían del 850 Especial, que no era de lujo.

Allí, lo primero que vio Carracelas fue un cartel que rezaba: "Bienvenido seas, forastero. Marcón agradece tu visita". El investigador elevó un informe entre periodístico y notarial en el que se limita a reproducir las declaraciones de los testigos, a describir lo que vio, a tomar fotografías del lugar y a dibujar una serie de planos.

Era una tarde soleada y despejada, lo que permitió a los testigos verlo todo con gran nitidez. El suceso fue presenciado por Flora, Lola, Sergio, Claudina y otra señora cuyo nombre no anotó Carracelas, y se dio así: a unos 300 metros de donde se encontraban los vecinos, sobre el Monte Carrasco, se escuchó una tremendísima explosión y a los pocos minutos una nave circular se apareció ante ellos. Era negra, roja y blanca. Primero aterrizó sobre el monte, volvió a elevarse y comenzó luego a descender por la ladera, destrozando a su paso árboles y maleza, arrojando los restos, algunos de ellos incandescentes, a suficiente distancia como para llegar hasta las casas situadas a cientos de metros. Finalmente, se largó de ahí a gran velocidad.

Era una tarde soleada y despejada, lo que permitió a los testigos verlo todo con gran nitidez

Al poco tiempo llegó al lugar Francisco Javier Rivas, profesor de matemáticas y ciencias naturales, que tenía una finca allí y subía a diario a alimentar a sus animales. En el informe queda constancia de que tenía gallinas y patos. Como nadie se atrevía a acercarse a explorar el terreno, el profe se ofreció, como buen científi co. Una vez allí comprobó que toda la vegetación había desaparecido y la composición del terreno había sufrido notables cambios, convertida en algo parecido a una fina arena. En el centro había seis agujeros cilíndricos de medio metro de profundidad. Durante las siguientes semanas, varias personas se acercaron a tomar muestras de tierra. El terreno seguía igual dos años después, en 1984, cuando Carracelas visitó el lugar.

Hace pocas semanas volvimos al lugar un equipo de hombres valientes: el propio Ángel Carracelas, Fernando Magdalena, que es un investigador de lo paranormal que colabora a veces con Iker Jiménez, un señor que se llama José Manuel, que venía a pasar la tarde y yo, su seguro servidor. Dream Team. Después de dar muchas vueltas no pudimos localizar el sitio de autos. La orografía ha cambiado a causa de varios rellenos del terreno y alguna construcción, a pesar de lo cual, Fernando Mariño, el amigo de Iker, pide hacerse una foto señalando al suelo en un lugar elegido al azar y poniendo cara de "aquí exactamente, sobre este suelo en el que poso para esta foto, fue donde aterrizó el ovni". Cumplimos su deseo porque no nos cuesta nada, nos cae bien y es amigo de Iker Jiménez.

Pero sí pudimos localizar, tras dar varias vueltas por las inmediaciones, a una de aquellas testigos, Lola Fernández, quien ratificó detalladamente todo lo que había dicho hace casi 40 años, pues lo recuerda con total precisión. Su declaración de 2019 no difiere ni en una coma de lo que manifestó en 1984. Un testimonio el suyo fiable y coherente.

Se escuchó una tremendísima explosión y a los pocos minutos una nave circular se apareció ante ellos

Reflexionando sobre el asunto en un bar, hago de escéptico y digo que el aparato avistado bien pudo ser un helicóptero. Fernando Mariño, que es un experto en la investigación ufológica, propone resolver la disputa con "una sencilla prueba de control". La prueba es en realidad sencilla y consiste en llamar a Lola, que además de ser la principal testigo es la que regenta el bar en el que reflexionamos y preguntarle: "Amiga Lola, ¿cree usted que el OVNI era un helicóptero, tal como propone nuestro compañero incrédulo?". Entonces, Mariño me mira como si fuera tonto y me dice: "¿Ves? Si no era un helicóptero, sólo podía ser una nave tripulada por seres extraterrestres inteligentes". Dado que mi orgullo estaba en entredicho, ofrecí la tesis del Harrier, que eran esos aviones franceses que despegaban verticalmente. Con gran astucia, Mariño propone hacer otra prueba de control. Vuelve a llamar a Lola, le pregunta si aquello era un Harrier y Lola no niega categóricamente. Pues si no era un helicóptero ni un Harrier, concluye Fernando Mariño, no podía ser otra cosa que la consabida nave extraterrestre, pues todo aquello que vuele, o es un helicóptero o es un Harrier o es producto de los extraterrestres. ¿Una gaviota?: nave extraterrestre tripulada. ¿Una cometa, un gorrión o un globo perdido por un niño?: nave extraterrestre tripulada.

El profesor Rivas, con quien contactamos por teléfono, lo mismo que Lola, mantiene su testimonio inalterable. El caso es que, fuera lo que fuese lo que ocurrió aquella tarde en Marcón, carece de explicación y es muy difícil que a estas alturas nadie pueda encontrarla. ¡Oh, oh, qué misterio!

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