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El poder de Teresa Ribera

Transición energética y crisis demográfica: la vicepresidenta acumula áreas clave para Galicia
Teresa Ribera. AEP
photo_camera Teresa Ribera. AEP

TERESA RIBERA es madrileña de nacimiento, reside en Majadahonda y le gustan las caminatas por la sierra, un clásico viviendo en la capital. Pero a decir por las competencias que tendrá su vicepresidencia, nada menos que Transición Ecológica y Reto Demográfico, bien podría haber sido una de las dos ministras gallegas del nuevo gabinete de Pedro Sánchez. Porque Ribera tendrá que hincar el diente a asuntos que son determinantes para Galicia en el corto y el medio plazo. Suyas serán competencias en energía (renovables y convencionales); descarbonización, con los líos de Endesa en As Pontes y Naturgy en Meirama, y costas y medio marino, con un polémico plan de endurecimiento de las condiciones que rigen las concesiones y prórrogas de actividad en el litoral, con lo que eso supone en Galicia. Hasta tiene la última palabra en las subastas de interrumpibilidad de las que disfrutan empresas como Alcoa, ejecutadas por Red Eléctrica. Ahora se suma a la batalla contra la crisis demográfica, que va mucho más allá de la tan traída y llevada España vacía. Galicia, cada vez con menos gallegos, es caso de estudio, camino de país casi sin niños.

Ya puestos, Ribera debería asumir también Industria. Y no solo por el escaso perfil político de Reyes Maroto, quizá la ministra con menor peso del Gobierno hasta ahora, que sorprendentemente repite en el puesto. Más bien por la influencia que tiene la avalista del movimiento ecologista en el nuevo Gabinete. De hecho, su departamento es El poder de Teresa Ribera sienta en la mesa negociadora impulsada para salvar Alcoa y otras empreas a través del nuevo estatuto de la industria electrointensiva. Maroto, en esto, hace las veces de enlace, y promete lo que promete. Ahora, un nuevo estatuto en la primera reunión del Consejo de Ministros. Difícil.

Dice el manual que a Galicia siempre le ha ido relativamente bien con un ministro en Fomento. Solo en teoría. Sucedió con José Blanco y con Ana Pastor. Cartera crítica. Pese a sus años en la sede del Paseo de la Castellana con uno y otro gobierno, el retraso de la llegada del AVE se ha convertido en pasto de chiste fácil, al igual que las subidas de peajes de la AP-9, negociadas y firmadas en su día por ambos.

Con cuatro vicepresidencias y, de momento, 17 ministerios (hasta ahora eran 15, con la vicepresidencia de Carmen Calvo), los gallegos contaremos con dos paisanas en el Consejo de Ministros. Nadia Calviño, coruñesa casi por accidente, será el contrapeso ortodoxo, sobre todo a ojos de Bruselas, para que el déficit público no sea un quebradero de cabeza. Tarea difícil. Pedro y Pablo, Sánchez e Iglesias, han dispensado ya la receta: recaudar más, sobre todo a las rentas altas, para gastar más, sobre todo en política social. Calviño le tendrá que poner al asunto mucho sentido común: se ha ganado un ascenso, que pasa por la vicepresidencia de Economía y Transformación Digital, y con Calvo, emerge como contrapeso en el Consejo de Ministros pensando en Podemos. La configuración del nuevo Gobierno, en esto y en el diseño de las carteras, parece contar con más peso económico que político, algo inesperado con la crisis catalana y la furia mostrada por la oposición.

Otra gallega para el Ministerio de Trabajo. Yolanda Díaz ha sido la elegida. Nada nuevo bajo el sol dada su afinidad con el matrimonio Iglesias-Montero. No se le puede negar coraje a la ferrolana, al menos si atendemos a su locuacidad. Desde el ministerio, Díaz ya no tendrá excusas, pancartas ni soflamas para combatir el gran problema de la economía española, una tasa de paro que duplica la media europea.

Sin querer, Pedro Sánchez ha tomado la palabra a Núñez Feijóo cuando advirtió que lo de Yolanda Díaz sería una secretaría de Estado con rango de ministerio. El líder socialista se las ha ingeniado para activar la némesis de Podemos en Trabajo con el nombramiento de José Luis Escrivá, otro ortodoxo, como ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, departamento que se desgaja del de Díaz, con la consiguiente pérdida de poder.

¿A qué ministro habrá que seguir la pista para tomar el pulso en Madrid a los problemas de Galicia? Pues a ninguna de las dos gallegas. Sin duda, José Luis Ábalos, ahora desde Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, tendrá mucho que decir para hacer realidad el Ave y la transferencia de la AP-9. Pero, sobre todo, habrá que seguir a la vicepresidenta Teresa Ribera. Al tiempo.