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Ignóralo

"Mantente ignorante", recomendaba Grace Paley (1922-2007) en los años sesenta. Era un consejo de la escritora y activista norteamericana para creadores, a los que el desconocimiento, en su opinión, podía llevar por caminos más interesantes que el saber

Grace Paley. EP
photo_camera Grace Paley. EP

"ES MEJOR que el pobre escritor no sepa de lo que habla", sostenía, en contradicción con lo que a veces se sugería en los cursos de escritura; y con lo que defienden una parte relevante de autores, que son incapaces de avanzar si no conocen bien el terreno que pisan. En aquellos cursos, muy distintos a las clases que impartía Paley, solía sugerirse a los alumnos que escribiesen sobre su propia experiencia. "Escribe lo que ves. Escribe lo que sabes". La autora de Enormes cambios en el último minuto intentaba, por su parte, asignar a los estudiantes tareas que antes se había asignado ella a sí misma, y que la habían derrotado.

Un autor tiene que ignorar, y con ese equipaje, aventurarse ya averiguará a dónde, con alegría, asumiendo que sin riesgo no hay mérito, o en todo caso hay mucho menos. Italo Calvino aseguraba que él solo empezaba un texto cuando alcanzaba la plena convicción de que no iba a poder escribirlo. Debía ser imposible para acometerlo con garantías de éxito. Era algo así como proponerse solo escribir el libro que no tienes ni puta idea de escribir, porque ese será más bueno que cualquier otro que te haga albergar esperanzas acerca de llevarlo a término.

Las cosas que no entiendes en absoluto debieran ser asuntos sobre los que sumergirte enseguida, en busca de descubrimientos. Si antes de sentarte a escribir sobre algo se te presenta con claridad, y sientes que tienes la respuesta, mejor que cambies de asunto, recomendada Paley. En los ámbitos en los que el autor sea más ignorante, debe escribir un cuento o una novela, según la profundidad y la envergadura de su ignorancia. "Si fracasas en tu búsqueda de áreas de ignorancia porque te entiendes a ti mismo, entiendes a tus compañeros de clase y entiendes el aterrador panorama mundial", subraya la escritora estadounidense en La importancia de no entenderlo todo (Círculo de Tiza), "quizá puedas ser un crítico de primera". Pero no un escritor.

En la misma línea que Paley, Fabio Morábito defiende que un escritor es alguien que, en realidad, no sabe escribir y, sin embargo, se aplica a ello a conciencia, haciendo del tal problema su profesión. Un poeta o un narrador "debe tener el menor número de ideas posibles". Con el tiempo, Morábito dice haber aprendido que entre menos ideas tengas cuando inicies un poema, un cuento o una novela, mejor te va porque eso permite que el texto y las palabras guíen y busquen su propio camino.

La vida adquiere intensidad y belleza a medida que las ideas firmes se malogran y buscas refugio en los caminos que desconoces. Casi de manera diaria hay que salirse de los planes que albergas, porque fallan. Lo raro sería que todo encajase, y tener la tentación de programar la vida para un día, para varias semanas, meses o años, incluyendo el último minuto de vida. "Quizá solo los malos escritores cumplen lo que se proponen", especula Morábito, que en El idioma materno cuenta que una vez tuvo un maestro que les leía a los alumnos cuentos mientras paseaba por la clase. Sostenía el libro abierto en la mano derecha y guardaba la izquierda en el bolsillo del pantalón. Solo la sacaba para cambiar la página y, aprovechando el gesto, propinar una colleja a algún alumno. "Su manera de sujetar el volumen con una mano, y ocultar la otra en el bolsillo, me hizo entender a carta cabal qué es un libro", afirma. La mano agazapada, al acecho, del profesor, le descubría de pronto cómo había que escribir siempre. Es decir, "bajo una constante amenaza física, en un pupitre incómodo, con la cabeza gacha y rogando por la eficacia de cada frase. Pero hoy desgraciadamente en la mayoría de los talleres literarios se enseña a escribir sin miedo y con la frente alta".

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