Blog | Permanezcan borrachos

La almohada ideal

Almohadas

LLEGA UN DÍA QUE ESTÁS tan desesperado que solo le pides a la vida una almohada. Ni inteligencia, ni dinero a mansalva, ni tomates que sepan a tomates, aunque hace una semana yo comí un kiwi que sabía a pared que sabía a melón que al final dejaba un regusto a kiwi, efectivamente. Solo quieres una buena almohada, nada más. Ni siquiera tiene que ser buena. Tras varios desengaños, una almohada decente es suficiente. Hay que guardar las grandes ambiciones para mejores designios, como aprender a hacer ensaladilla rusa. Te basta con que al salir de la cama no te duela el cuello, la espalda o un hombro por culpa de la almohada. Te conformas con que te permita decir, en el momento de despertarte, qué bien he dormido, joder.

"La almohada ideal —sostenía Vicente Verdú—, cuando se encuentra, será la base para ensayar nuestra posible muerte indolora, el dulce ahogo de su bien engastado paraíso". Encontrar esa almohada ideal, lamentablemente, es una tarea infructuosa. Puede llevarte toda la vida. Quizá al final merezca la pena centrarse en ser inteligente o millonario. Tal vez tengas que morirte antes de hallar la gran almohada, sin posibilidad de ensayos ni hostias. Morir incómodo tiene que ser terrible. Nadie debería someterse a semejante infamia. La muerte puede ser traumática, dolorosa, agónica, y no sé cuántas cosas más, pero al menos tendría que ser comodísima. La justicia poética podría consistir en dar con la almohada ideal para la última semana de vida.

La justicia poética podría consistir en dar con la almohada ideal la última semana de vida

Hay tanta oferta, tantísimos modelos diferentes de almohadas, que seguramente es imposible acertar. Al final siempre es el error el que te elige a ti. Yo he comprado cinco almohadas en los últimos cuatro años. El resultado es siempre el mismo: fracaso. El primer día crees que la almohada está bien, quizá porque te sugestionas, pero al poco la verdad se abre paso y constatas que una vez más te has equivocado. Es normal tener la sensación de que la vida te ha dado la espalda, dispuesta a concedértelo todo —incluido un tomate auténtico—, pero no una almohada decente. No lo entiendes, porque la probaste en la tienda y te pareció que era justamente lo que buscabas.

Después de cierto número de almohadas ya no reparas en el precio. Eso es lo de menos, aunque tus cuentas no estén demasiado boyantes. En estos casos merece la pena tirar el dinero por la ventana. Simplemente le dices al dependiente que la empaquete, y que cobre lo que quiera. Algunos días te haces tantas ilusiones con la posibilidad de dar al fin en el clavo que le dices que no la empaquete: te la llevas puesta.

No existen diferencias notables entre probar una almohada y comprarla a ciegas, con la esperanza de acertar de chiripa. Y no existen porque probar la almohada en la tienda, durante unos segundos, no significa nada. Ese momento en que te tiendes con cuidado sobre un colchón y pones la almohada bajo la cabeza, a ver cómo te sientes, es un juego de manos, una ficción que no depara nada verdadero. En ese momento la almohada no hará sino fingir. Es posible que solo exista una manera de comprobar si esa es o no tu almohada. Para eso tienes que acudir a la tienda y compartir con el dependiente tu desesperación. Él te explicará qué alternativas tiene, y tú simplemente las pruebas. Pero como hay que probarlas.

Te descalzas, te desnudas y te tiendes sobre un colchón. Puede que te mire raro. Da igual. Pregúntale si tiene mantas. Eres friolero. Cuando te traiga una, échatela por encima y descansa por fin la cabeza en la almohada. A lo mejor necesitas ir al baño. Vete. Es importante sentirse como en casa. Quizá haya demasiada luz para tu gusto, y no estés acostumbrado a dormir así. Pregúntale si puede apagar todo. "No hagas mucho ruido, que tengo el sueño ligero", adviértele si lo crees necesario. Si es el caso que no estás acostumbrado a dormir solo, proponle que se meta contigo un rato y que te abrace. Solo que te abrace. Ahora, sí, duérmete. Seguramente cuando despiertes sepas sin lugar duda si estás o no ante una almohada decente.

Comentarios