Opinión

La fuerza del hogar

Entre las muchas faltas de respeto que hemos visto estas semanas algunas fueron reales y otras ficticias. Los insultos suelen jugar con muchos aspectos, pero en las redes sociales ha surgido un movimiento para dejar públicamente en ridículo a un tipo concreto de persona.
Phyllis Schlafly
photo_camera Phyllis Schlafly

HACE UNOS meses el nombre Karen comenzó a utilizarse como un ataque hacia aquellas mujeres que apoyaban a Trump, padecían de racismo, homofobia y otros tipos de odio. Sus opiniones en internet poco a poco se fueron contestando con esa famosa denominación al que ya equiparan con palabras prohibidas, como las que se utilizan para referirse a afroamericanos. Así surge la rebelión que se opone a la bautizada como K-Word (Palabra K).

Ha habido precedentes similares, como las soccer mom (mamás futboleras), las mujeres estadounidenses de clase media que viven en las afueras de ciudades y pasan gran parte del día en el coche llevando y trayendo a sus hijos. Sin embargo, el fenómeno Karen es más una ofensiva que una etiqueta y, ante esta venganza online de los despreciados, las afectadas claman que tras la K-Word solo hay misoginia y una forma de racismo.

Cuesta imaginarse cómo es una Karen, si existe como tal un prototipo. Pero lo cierto es que el origen de ellas en la actualidad podría estar en las contrarias al feminismo de los años 70 en Estados Unidos, siendo su matriz la activista conservadora Phyllis Schlafly y rival de Gloria Steinem, como se muestra en la miniserie Mrs. America (HBO).

Partiendo de un evento tan significativo como la aprobación de la Enmienda de Igualdad de Derechos y el proceso de ratificación en cada estado del país norteamericano, esta ficción realiza un repaso a figuras y eventos que suenan a fantasía, pero que acontecieron hace 50 años. Aunque la sociedad viva ahora una nueva ola de feminismo, es imposible de entender sus fortalezas y debilidades sin estos personajes.

Pese a buscar lo mejor para las mujeres, la oposición más férrea provenía de los hogares de los hombres que las increpaban: las amas de casa conservadoras.

Mrs. America es una declaración de intenciones en forma de pregunta: "¿Cuándo será el momento?". Sobre la mesa de debate entonces se presentaron temas como el aborto, las técnicas de reproducción y control de natalidad, el derecho a la vida sexual y otros asuntos. Sin embargo, pese a buscar lo mejor para las mujeres, la oposición más férrea provenía de los hogares de los hombres que las increpaban: las amas de casa conservadoras.

Estas karens del momento clamaban al cielo porque la libertad de ser mujer también pasaba por el matrimonio, por cuidar de la familia y hacer el almuerzo. Las demandas feministas, que tenían peso en la sociedad, anulaban el estilo de vida que estas otras habían tomado, las invisibles. Pero entre ellas comenzó a destacar una voz, una cabeza más alta en el rebaño.

Phyllis Schlafly era la personificación de lo que los republicanos llaman Dignidad. Una mujer con mano en la cocina, criada en la excelencia de servir en el hogar y al mismo tiempo una oradora nata, mentirosa, con amplios conocimientos de política y cultura general. Era compleja, diferente al resto de amas de casa que la rodeaban. Sin embargo, también era invisible en los círculos de hombres influyentes que la veían como una sonrisa y cara bonita.

Todo lo que las feministas que detestaba decían en sus discursos ella también lo vivía, pero padecía de demasiado orgullo como para reconocerlo. Era culpa de otros, culpa de la debilidad ajena. Por eso comenzó a utilizar la inteligencia de género, aprovecharse de la galantería opresora para infiltrarse lentamente en un sistema masculino y tomar el control en la cruzada contra la píldora.

Aburridas, feas, gordas, lesbianas, vírgenes. Estos son algunos de los términos que Schlafly y compañía utilizaban para referirse a las feministas de la época

Schlafly se convirtió en la cara visible de una masa silenciosa, amas de casa que libremente escogían la calma del hogar y se hacían ver regalando pan y mermelada artesanal a los políticos. Eran calmadas, se comunicaban por teléfono y un elaborado sistema postal que conformaba una red primigenia al nivel de internet. Una carta y una llamada al final de día podían multiplicar exponencialmente los apoyos conservadores.

Aburridas, feas, gordas, lesbianas, vírgenes. Estos son algunos de los términos que Schlafly y compañía utilizaban para referirse a las feministas de la época. Veían a mujeres gritando, con pancartas ofensivas y pantalones campana. No tenían la misma dignidad que ellas. Sin embargo, al otro lado del debate se situaba Gloria Steinem, la viva imagen de que los estereotipos solamente eran prejuicios para despreciar la causa de las mujeres.

Steinem era joven, con una vida sexual plena y nada aburrida, casi una celebridad que acaparaba los focos y caía bien gracias a su amabilidad. Pero cometió el error de despreciar la fuerza de la familia, subestimar a rivales solamente por ser esposas de y suponer que no eran personas plenas. Los cuidados, hoy tan de moda en la conversación, se pasaron por alto entonces.

El enfrentamiento entre Phyllis Schlafly y Gloria Steinem radicaba en lo que suponía ser una mujer, su cometido en la vida. Los valores que cada una representaban eran opuestos, pero mientras la primera empleaba afroamericanas como sirvientas; la segunda se codeaba con Shirley Chisholm, candidata afroamericana a presidir la Casa Blanca.

Mrs. America concentra una época volátil para las mujeres, que pasaron a convertirse en el centro de la controversia en plena Guerra Fría. Mientras parte del país debatía sobre misiles y comunistas, la otra mitad intentaba tumbar una fuerza invisible. Casi como hoy en día.

Comentarios