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La mujer de negro 2

EN 2012 la Hammer estrenaba ‘La mujer de negro’ dentro de lo que se anunciaba como la vuelta al trabajo de uno de los sellos más reconocibles del terror gótico de los cincuenta a los setenta, y que permaneció en estado de hibernación durante décadas.

El magnate holandés John de Mol —propietario de la mayoría de los realities de la televisión— compró los estudios con la intención de recuperar el ritmo de producción de otras décadas, reformulando a sus monstruos y, al mismo tiempo, aprovechando el inmenso catálogo de la compañía.

‘La mujer de negro’, película de casa encantada ambientada en la época eduardiana, fue un éxito en Estados Unidos y Gran Bretaña, y devolvió a la Hammer —gracias también a la versión en inglés de ‘Déjame entrar’— al circuito de las multisalas, prometiendo adaptar viejos códigos del horror a nuevos públicos.

En esta segunda parte, el terror se traslada a la Segunda Guerra Mundial. Un pequeño grupo del millón de niños evacuados en Londres durante el Blitz van a parar a una misteriosa mansión rodeada de una niebla permanente.

Una de las cuidadoras de los niños, y que arrastra traumas sin resolver, es la primera en darse
cuenta de que los nuevos inquilinos corren peligro en la casa.

‘La mujer de negro 2’ acude a los fantasmas, sombras y telarañas que pueblan el relato de casa encantada.

Esto unido al éxodo infantil británico —shock emocional para la sociedad inglesa— inunda la película de misterio, y la liga a ese terror contemporáneo preocupado por la maternidad y la protección de la infancia.

Pero a esta nueva Hammer le sobran sustos y le falta recurrir al espacio tradicional del horror: el monstruo interior.

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