Opinión

La palabra del año

EL AÑO llega a su fin y es temporada de empezar a publicar mil y un balances para intentar resumir los doce meses anteriores. Y como ya es costumbre, Oxford Dictionaries, la editorial británica que ha estado definiendo el lenguaje y nuestros tiempos durante más de 150 años no ha faltado a su cita tradicional y ha elegido como la palabra que mejor representa al año que termina, el vocablo "tóxico". De acuerdo al diccionario, esta palabra da significado a la expresión que refleja en apenas unas vocales y consonantes el ethos, el estado de ánimo o las preocupaciones del año que termina y que tiene potencial a largo plazo de convertirse en un término con significado cultural, pero con una connotación tristísima, porque su elección significa que algo ha salido mal estos meses atrás.

Hace ya tres lustros Britney Spears nos cantaba en su canción “Toxic” que esta era la mejor manera de definir algunas parejas, amigos y comportamientos, pero el mundo parece no haber sido consciente plenamente hasta este 2018. Se ha elegido porque su búsqueda en la web del diccionario ha aumentado un 45% este año, por muchos y diferentes contextos, pero ninguno positivo. 

Si aplicamos el término a las personas, hace tiempo que resulta frecuente que, en las redes sociales, en la prensa o en las conversaciones de descansillo se hable de que estamos rodeados de personas a las que define con la palabra “tóxico”, y a las que es mejor evitar si no queremos que engarronen nuestras vidas. En apariencia, personas normales, pero parece que tienen algo distinto que es difícil de determinar, que hace que sobre ellas planee una suerte de nube negra invisible, que los lleva a moverse con soltura entre las sombras, el desánimo, el sentimiento de culpa y la manipulación. 

Aparecen en nuestra vida, disfrazadas de compañeros de trabajo o, incluso, de amigos, pero siempre dispuestos a succionarnos la alegría contagiándonos sus penas y logrando incluso que pensemos que los problemas son nuestros y no suyos, para minar nuestra autoestima, a la vez que exhiben sus rasgos más característicos que hacen de ellas personas victimistas, pasivas, criticonas, negativas, quejicas, oscuras, caraduras o manipuladoras. 

Profundamente egocéntricos, tienen poca consideración por los sentimientos de los demás. Son poco empáticos y su objetivo parece ser instrumentalizar a los demás para obtener su propio beneficio. Asimismo, otra de sus señales de identidad es la envidia, ya que al no tener empatía, minimizan y minusvaloran los éxitos de los demás. 

Frente a esto se me ocurre potenciar como antídoto la alegría, aunque si vemos cómo va el mundo parece que tampoco está en su mejor momento. O lo que es peor, tal vez se encuentre en decadencia. Alex Rovira, autor de un libro con ese título, afirma que uno de los problemas de esta sociedad del selfie es confundir placer con alegría, y buscar más la intensidad que la profundidad, lo que hace que vivamos más estimulados, enganchados y aparentemente conectados, aunque menos vinculados y relacionados.

En fin, si los ranking y las palabras del año sirven para llamar la atención sobre situaciones que hemos de cambiar ¡estupendo!, de otra manera no dejarán de ser algo anecdótico y las más de las veces hasta divertido. 

Comentarios