Opinión

Oraciones ajenas

Hace un par de domingos fui a misa. No lo hice por acto voluntario, sino por compromiso familiar. Frente a la pila bautismal nos congregamos un puñado de ateos que hacen felices a sus padres; dos de ellos, los padrinos de la criatura en cuestión. Como un rebaño la multitud repitió las afirmaciones del párroco hasta que llegó la pregunta más importante: "¿Acepta esta niña a la Iglesia católica como su única fe?"
Fleabag
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EN MEDIO de tanto sí, la pequeña, con un tono decidido, dijo que no. Escogió esa palabra entre su vocabulario reducido y todos se comportaron como dictaba la norma, con una seriedad a la altura del sacerdocio. Sin embargo, no pude evitar reírme por lo irónico de la situación. Entendí —más todavía— a la protagonista de Fleabag (Amazon), la oveja extraña de la familia que encuentra sarcasmo en todas partes.

En aquella iglesia alguien había escrito un guión que recordaba dicha serie, un conjunto de personajes y diálogos más típicos de una comedia británica se congregaron para un acto litúrgico. La ficción de Phoebe Waller-Bridge, que se caracteriza porque Fleabag habla directamente a la audiencia mirando a cámara —lo que suele llamarse romper la cuarta pared—, es la sensación del año y, quizá por mi necesidad de entretenerme durante la misa, comencé a leer la situación como haría ella.

"No hay nada más emocionante que una habitación llena de gente", asegura Kristin Scott Thomas durante la segunda temporada de Fleabag. Fue exactamente lo que me encontré a las 12.00 de la mañana en aquella parroquia de Lugo. La señora a mi izquierda era capaz de repetir con perfección cada palabra del sermón y, alzando la mirada, vi que era el más joven del púlpito. Aunque estaba a rebosar, la sala no parecía emocionante pero sí divertida.

En Fleabag explican que los dos actos más bonitos del catolicismo son las bodas y los entierros

En Fleabag explican que los dos actos más bonitos del catolicismo son las bodas y los entierros. Los primeros porque se establece un compromiso para toda la vida y los segundos porque se rompe; de hecho, no te queda tiempo para seguir cumpliendo. De ambos, Phoebe  escoge los funerales. Plantea que alguien afectado de verdad jamás debe aparecer radiante a una despedida, la belleza no está bien vista, y que muchas de las personas que dicen adiós al fallecido solamente le tenían envidia, puede que hasta su propia familia. El sacerdote interpretado por Andrew Scott dice que "la vida cambia, no termina", siendo este el sermón más típico pero preciso para los entierros.

Las palabras del párroco aquella mañana de domingo no estaban siendo ni originales ni acertadas. Reflexionaba con los devotos sobre qué pedir a Dios, asegurando que lo mejor que se podía querer era fe. Dijo que era necesario invertirla en plegarias para conseguir fuerza en el trabajo y los estudios. El orador no conocía a su audiencia, la mayoría de la sala estaba jubilada y hacía años que no tomaban apuntes. La risa se escapó de nuevo y la señora de mi izquierda me regañó con la mirada.

Sería curioso si este sacerdote y el de Fleabag tuviesen algo en común.

El segundo manifiesta en varias ocasiones su convicción en el catolicismo, aunque quiere responder a  preguntas que no es capaz contestar solo mediante la fe. Se enfrenta, según sus palabras, a las dudas diarias. Entiende que un creyente necesita al escéptico para confirmarse, así como el ateo al religioso para reflexionar. "Bendita sea la paz y aquellos que la perturban", bromea en cierto momento.

Fleabag reflexiona junto al párroco sobre el plan de Dios, la obra maestra en la que cada uno tiene su finalidad. Ella desconfía de esto, dice que la Biblia está plagada de errores e incongruencias; como que el Génesis explica que el primer día se hizo la luz, pero el Sol no llegó hasta más tarde. El cura responde que todo es poética, una necesaria metáfora que nos ayuda a entender el destino de cada uno. Lo que él desconoce es que ella lee las sagradas escrituras en la bañera solamente para conquistarlo.

Nadie en la sala parecía cuestionar lo que repetían en alto, buscando un vacío legal. Los pecados son míos, ¿pero la culpa también?

Cuando llevas cierto tiempo sin acudir a misa te das cuentas de que son muchas las oraciones que la gente repite en sintonía. La mayoría tratan sobre la culpa y el perdón, alzando siempre las figuras divinas. La señora a mi izquierda se tiró sobre el banco delantero para arrodillarse y rezar. Kristin Scott Thomas explica a Fleabag que "los varones inventaron a los dioses y demonios para poder sentir miedo y dolor, ya que las mujeres se acuerdan de ambos una vez al mes". Nadie en la sala parecía cuestionar lo que repetían en alto, buscando un vacío legal. Los pecados son míos, ¿pero la culpa también?

Al final de la ceremonia el sacerdote invitó a los presentes a acercarse a unas conferencias sobre el trabajo digno. Las intenciones eran buenas, pero el salmo que minutos atrás había leído decía que un señor no debía agradecer a un siervo por su trabajo, pues es la función que Dios le tenía preparada y su fe en Él era suficiente recompensa. Nadie pareció encontrar irónica la situación, sin embargo, miré a un punto muerto como haría Fleabag buscando una cuarta pared que romper para encontrar la risa cómplice.

El púlpito se fue vaciando y mi familia se congregó junto la pila bautismal. La pequeña había estado ensayando el momento exacto del bautismo durante toda la semana. Aguantó una misa entera sin decir una palabra, pero esta prórroga inesperada ya provocaba lloriqueo. Guardó silencio solo al recibir el agua, el resto le sobraba. Recibir este sacramento es entrar al juego, desde ese momento podrás ir al cielo o al infierno. Si te saltas este paso aspiras al limbo, un lugar neutro sin beneficio ni castigo. Algún día le contaré cómo dijo que no y todo siguió como si nada.

Fleabag se ha convertido en la voz de una generación que mira con ironía todo lo que sucede, buscando una fe a la que agarrarse porque la ciencia es segura pero no te libra del miedo. La protagonista se pregunta en un determinado momento qué había hecho Jesús con 33 años. "Morir", le responde alguien. Mira a cámara aterrada, ella tiene su misma edad y no había logrado gran cosa. En cierta medida, todos somos esa mirada.

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