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Pingüinos en A Lanzada

"Pues al parecer los pingüinos de A Lanzada se los habían comido nuestros queridos ancestros"
Ilustración. MARUXA
photo_camera Ilustración. MARUXA

Se puede escribir casi entera la historia de Galicia sin salir de A Lanzada. Del estudio de sus yacimientos se sabe de asentamientos desde el S. IX a.C. y la presencia de un castro que se mantuvo activo hasta el V d.C. Hubo también una fábrica de salazón y de salsas. Sí, como el kétchup de la época. Allí se encuentran los primeros enterramientos paleocristianos de nuestro país.

Debemos a A Lanzada el poder romper con la tradición historiográfica que venía a decirnos que los galaicos eran una panda de paletos descerebrados e inútiles. Es que resulta que siempre nos quieren hacer creer que toda la inteligencia de aquellos tiempos remotos estaba en poder de los pueblos del Mediterráneo. Pues va a ser que no. A Lanzada era, entre otras cosas, un puerto desde que el que se distribuía mercancía por todo el Mediterráneo y el Atlántico entonces conocido. Todo eso antes de la llegada de los romanos. Desde el norte de Europa hasta Cartago, A Lanzada ofrecía un puerto que conectaba aquellos dos mundos tan distintos y distantes, absorbía lo mejor de ambas culturas y de paso les enseñaba cuatro cosas.

Hay mucho material para estudiar, y queda mucho por excavar, a pesar de que últimamente se han acelerado los trabajos, financiados por la Deputación de Pontevedra, la mejor inversión que se puede hacer con dinero público. Hay un enterramiento de varios neonatos, de menos de un año de vida, que llevó a Iker Jiménez a contar una serie de mentiras en su programa friki. Apareció también una cabra que tiene a los expertos locos porque no sabían de su existencia. Y tres pingüinos, que cuando los vieron por vez primera quedaron todos alucinados, pues no se esperaban encontrar restos de pingüinos. Los únicos pingüinos que se ven en Galicia son los que van al Baile de la Peregrina en el Casino de Pontevedra.

Supongo que se trata de alcas gigantes (pinguinus impennis), una especie que vivía en la Europa atlántica y que así, extinguiéndose, extinguiéndose, murió para siempre. En la Edad Media fue desapareciendo de la Europa continental y los últimos se refugiaron en Islandia, donde sufrieron dos desgracias: que los hombres los cazaban y que la pequeña isla en la que vivían se hundió en el mar. Eso fue ya en el siglo XIX. De hecho fue esa especie la que dio nombre a todos los pingüinos, pues la palabra procede del gaélico pen gwyn, que significa "cabeza blanca" y el gaélico o gaélica que le puso ese nombre no había visto otro pingüino que ése, salvo que se hubiera desplazado a la actual Sudáfrica, cosa poco probable porque por aquellos tiempos el sur de África no se conocía. Digo que debe tratarse de esos pingüinos porque de ser de otra especie sí que sería curioso.

Pues al parecer a los pingüinos de A Lanzada se los habían comido nuestros queridos ancestros. Entre su dieta había mucho molusco, jabalí, ovejas, cabras como esa rara que no existía, perros y lobos. Y pescado, claro, que para eso tenían una fábrica. Aderezaban todo ello con las salsas que también fabricaban. O sea que comían mejor que usted y que yo. Supongo que también alguna verdurita de vez en cuando. Lacón con grelos, eso seguro. Y pingüino con grelos también.

Pues a esa especie de pingüinos les pasó como a los irmandiños, que los últimos que quedaban se refugiaron precisamente en A Lanzada, en una fortaleza cuyos restos todavía se pueden ver hoy, y llegaron el conde de Caminha y el mariscal Suero Gómez, que era su primo, y los mataron a todos. Los atacaron por tierra y por mar y ahí acabó uno de los episodios más sonados de la Galicia medieval.

Junto a los restos de la fortaleza se encuentra una ermita medieval, una preciosidad del S. XII que usted irá a conocer si sabe lo que le conviene. Y mucho antes, entre los años 600 y 700 de nuestra era, se edificó el monasterio de Lanceata, de cuya existencia sabemos por estar bien documentado, pero no da aparecido en las excavaciones. Para los arqueólogos viene siendo como una especie de Santo Grial que les permitiría documentar los primeros tiempos del cristianismo en Galicia.

Cada vez que se reinician las excavaciones, allá van los arqueólogos todos ilusionados. En lugar del monasterio encuentran cabras raras y pingüinos, pero eso no debe desilusionarles, que a fin de cuentas también mola descubrir una cabra nueva y tres pingüinos. Ustedes perseveren, háganme caso, que el monasterio está ahí enterrado en algún lado y tarde o temprano aparecerá.

Luego está la parte de las leyendas, que tienen cierto interés porque nos lleva a practicar ritos ancestrales como el de las nueve olas, que dice que si va usted en una fecha determinada, se introduce en el mar y se deja bañar por nueve olas se queda embarazada. No funciona, o al menos a mí no me funcionó, pues cuando era joven tuve un día un instinto maternal y allá me fui, no resultando de aquello el bebé tan deseado.