Opinión

¡Que se pone el chándal, oiga!

EDUARDO NOVOA Monreal, jurista y asesor del presidente Allende, en su obra “Derecho, política y democracia”, en el apartado “El difícil camino de la legalidad”, plantea la posibilidad de emplear “resquicios legales” para soslayar la legalidad y modificarla. Su magisterio parece haber arraigado en España, donde Pedro Sánchez, desesperado por conseguir una reforma exprés de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, con la que salvar los presupuestos y aumentar el déficit público, empleó una argucia, para enmendando una sobre la formación de jueces contra la violencia de género que se tramita en la actualidad, hacer lo propio con la de estabilidad. Esto busca limitar la capacidad constitucional de control del Senado al Ejecutivo y romper las reglas del juego democrático respetadas siempre, lo que no parece incomodarle si con ello puede seguir en el poder.

No es sencillo identificar al padre de la idea, pero dado que la decisión fue anunciada por Pablo Echenique, que hablaba de la mayoría "espuria" del PP en el Senado, es fácil pensar que se trata de Podemos, que ha traído a España el virus del populismo latinoamericano inspirador de sus métodos, por lo que los españoles haríamos bien en sentir una profunda preocupación por nuestra democracia.

En la política de las últimas décadas hace furor el relato y para hacer carrera no basta con tener ideas de buen gobierno, ni proyectos, es necesario sólo un buen relato. Esto lo sabe bien Sánchez, que está continuamente reelaborando el suyo, articulando la información, las opiniones y los sentimientos para construir un liderazgo y avalar sus intereses propios con argumentos ideológicos. Se presenta como salvador y solucionador de los problemas del país, pero cada medida que ha tomado (piénsese en Cataluña), ha resultado ineficaz por irreal, y de hecho se ha traducido en más problemas, que lejos de resolver, engorda y complica. Ha construido una autoficción con la que dotarse de atributos y de una biografía creíble, aunque no necesariamente verosímil (véase el tema del doctorado). En fin, una manera de llenar un pasado poco brillante y bastante vulgar, sobrevivir al presente y confiar que el futuro sea electoralmente benigno. 

Mantenerse en el poder y gobernar con tan pocos escaños es también una ficción que quiere hacer creíble con estas trampas y con la estrategia de resistir, victimismo, y el clásico mensaje de que conmigo bienestar y con los otros recortes. Pero sobre todo quiere disfrutar algo más de su nuevo estatus. A poco de instalarse en la Moncloa, y tal como hacen algunos famosos en la revista Hola, abrió las puertas de su casa para recorrer habitaciones, jardines, y enseñarnos a su perrita Turca, y de su primer viaje en avión oficial nos quedan las fotos con gafas de sol Ray-Ban emulando a Kennedy y los primeros planos de sus manos de líder. 

La invención resiste mal la prueba de la realidad y no sabemos cuánto podrá prolongar la autoficción de un Gobierno irreal. En cualquier caso, lo que verdaderamente me preocupa es que con sus argucias políticas se parezca cada vez más a Maduro y a su dictadura bolivariana, y hasta pueda caer en la tentación de adoptar como ropa de cabecera el chándal, esa prenda tan controvertida como cómoda, convertida en símbolo de dictadores disfrazados de demócratas. ¡Y eso sí que no, por Dios!

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