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El ruido no es tendencia

Tendencia.EFE
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RECUERDO CUANDO las encuestas eran un acontecimiento. La del CIS abría los periódicos. Y las del domingo de algún medio dominante, porque eran un producto dominical de lujo que solo se podían permitir algunos muy de vez en cuanto, aún nos solucionaban al resto una portada del lunes. Ahora ya no. La culpa se la llevará Tezanos, que algo tiene, pero no toda. Es sobre todo la saturación, hay una cada tres días aunque no vengan a cuento. Y el despropósito es la época de los sondeos Hacendado.

Entonces, recuerdo, todavía se prestaba atención a la ficha, al sistema de procesamiento, al número de llamadas, al porcentaje de error. No todo valía. Los partidos políticos tenían auténticos expertos en su lectura e interpretación. Justificaban giros de timón. En Lugo había uno al que se le daba muy bien, Pepe Blanco; aquí no se le valoraba, pero en el PSOE sí, por eso, entre otras cosas, le ha ido tan bien.

Me entrevisté una vez con Pepe Blanco en las habitaciones del hotel Puerta del Camino que ocupaba con su equipo cuando Ferraz lo mandó con sus encuestas internas para tratar de enderezarle el rumbo a Touriño, que había enfilado su campaña de reelección hacia un iceberg. No le hizo ni puto caso y desde aquellas Feijóo lleva tres mayorías absolutas, camino de la cuarta. Feijóo sí supo leer las tendencias, pero es que entonces los sondeos eran otra cosa.

Lo que viene a decirnos la tendencia, lo que les viene a decir a cualquier político y a cualquier medio que quieran prestar atención, es que los ciudadanos no son tontos

Luego todo se empezó a desmadrar, las cocinas y los cocineros. Los sociólogos empezaron a llamarse gurús y los márgenes de error se situaron en niveles de escopeta de feria. Lees la ficha técnica de alguna, cuando la encuentras, y te da la risa: algunas solo se diferencian del horóscopo en que este está mucho mejor estructurado. Por eso los partidos ahora mueven el timón a golpe de tuit y así van, dando tumbos.

Una de las cosas que me dijo Pepe Blanco entonces sobre las encuestas es que la intención de voto que reflejan solo empieza a ser verdaderamente precisa cuando las elecciones están próximas, cuando el votante es consciente de que las urnas están a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, solo interesa fijarse en las tendencias que marcan.

Recordaba todo esto hace unos días, cuando el periódico me mandó los datos del mes mayo del sondeo del Instituto DYM, una serie de tres entregas que varios medios regionales de España estamos publicando con preguntas sobre política, pero también sobre otras cuestiones sociales. La ventaja de esta encuesta es que ni el instituto que la elabora ni los medios que la publicamos pinchamos ni cortamos nada en el enfangado escenario político de la capital, bastante tenemos cada uno con centrarnos en nuestras regiones, así que no somos exigentes con la cocina: nos comemos el resultado que salga.

La tercera entrega marcaba la misma tendencia, aquello que decía Blanco, que las dos anteriores, la misma que otras muchas que se vienen publicando en medios de distintos intereses e ideologías: después del ruido, las caceroladas, los padres terroristas, las hijas marquesas, los socialcomunistas bolivarianos, los ultraderechistas golpistas y las madres que los parieron a todos, la intención de voto apenas se ha movido unos puntos con respecto a lo que se votó el pasado 10 de noviembre. Los bloques siguen prácticamente igual.

Lo único que ha cambiado es el cabreo de los ciudadanos por el incremento de la tensión política: más del 70% de los encuestados reconocían estar preocupados por ello. Ese fue el titular de mi periódico.

Lo que viene a decirnos la tendencia, lo que les viene a decir a cualquier político y a cualquier medio que quieran prestar atención, es que los ciudadanos no son tontos. Que saben distinguir perfectamente entre el ruido y las nueces. Que más allá de la bronca barriobajera de los parlamentos, hay una realidad que se construye con Ertes, con fondos europeos de reconstrucción, con 500 despidos en A Mariña, con un ingreso mínimo vital, con colas en el Banco de Alimentos, o con 15 millones de facturas pagadas a proveedores por un ayuntamiento. Y que el que no vaya a ayudar, al menos que se calle y no moleste, que el ruido no es tendencia.