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Una luz en la oscuridad

Tierra de mujeres (Seix Barral) de María Sánchez se ha convertido en el fenómeno editorial de la temporada. Un libro que nos ilumina sobre la situación del rural y el papel de la mujer en su interior. Un relato cargado de intimidad que nos sitúa frente al olvido de una realidad

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DURANTE ESTOS días hemos asistido al clamor de miles y miles de personas reclamando la atención sobre sus territorios. Geografías de España que se han ido vaciando de personas, de habitantes que han cambiado su entorno originario por aquel por el que la sociedad ha apostado de manera decidida: las grandes ciudades. Manifestaciones y la atención de los medios de comunicación nos han puesto ante una realidad frente a la que permanecemos demasiado ausentes, cómplices de una desmembración de lo que en realidad somos, un país plural y diverso que debería tener en ese equilibrio entre el mundo rural y el urbano la mejor manera de progreso y desarrollo de sus posibilidades.

María Sánchez es veterinaria, como su padre y su abuelo. María Sánchez vive y trabaja en el campo. María Sánchez escribe, y lo hace sobre una mesa reducida en la que se agolpa toda su actividad diaria. Esa mesa es su célula de trabajo, allí donde ha escrito este libro convertido en "una mirada íntima y familiar al mundo rural", como reza en su subtítulo, pero que es mucho más que eso. Tierra de mujeres (Seix Barral) es un libro, no voy a decir valiente, valiente es levantarse todos los días y echarse al mundo, al campo a trabajar en los más diversos y duros oficios; valiente es el sacrificio de una madre desde la renuncia propia por sacar adelante a una familia; con lo que me voy a quedar en calificarlo como necesario y también obligado para una sociedad que se mueve de espaldas a todo lo que tiene que ver con ese universo rural. Su autora ha sabido engarzar su experiencia profesional y vital con una manera de narrar que permite acercarse mucho mejor que en otros textos a lo que supone nuestro campo, y como ese territorio está poblado de mujeres todavía más olvidadas que esa realidad del despoblamiento genérico.

Es un entorno evidentemente masculinizado por haber puesto en él nuestra mirada sesgada, llena de estereotipos, repleta de vendas en los ojos hacia las mujeres. Esas mujeres que hacían y hacen de sus trabajos un elemento imprescindible para el día a día de hombres y familias, pero que también estaban apartadas de ciertas actividades de una mayor exigencia física, lo que las condena a un papel subalterno. María Sánchez pone ahí su principal mirada, en ellas, y en ella misma, como continuadora de una estirpe, pero con la que ha llegado una especie de mutación genética. La mujer que se rebela, la mujer que desde el conocimiento y sobre todo, desde la posibilidad de narrar y reconocer sin pudores ni miedos la situación de la mujer en ese olvido de los pueblos,  plantea una serie de circunstancias que dinamitan esa invisibilidad y ese ancestral desprecio.

María Sánchez emplea su experiencia, el trato con sus vecinos, la relación con los habitantes de diferentes pueblos


Es una arista más de este feminismo irrenunciable y obligado que se está viviendo en nuestros días, pero que no había salido todavía de las calles y plazas de nuestras ciudades como un elemento de la posmodernidad que sólo podía vincularse a la vida urbana. María Sánchez emplea su experiencia, el trato con sus vecinos, la relación con los habitantes de diferentes pueblos, pero sobre todo, la raigambre familiar y territorial para desmitificar el propio campo, para alejarlo de postales urbanitas y mitos enrevesados y posicionarnos allí donde este relato alcanza su misterio y autenticidad, que es en sentir los pies sobre el terrón, el tacto de las manos sobre los objetos que han cosificado un devenir familiar, las miradas hacia esas fotografías que invaden la intimidad de una casa como testigos de generaciones y generaciones de sufrimientos.

María Sánchez ha logrado generar una luz en la oscuridad. Hacer de nuestra ceguera la búsqueda de la palabra por parte de la escritora para convertirla en escritura, en luz. "Un territorio lleno de personas que sin miedo os dicen: Estamos vivos y estamos aquí", escribe María Sánchez en el final de uno de los capítulos del libro. Ese territorio que ha dejado en la orilla ese sentimiento de vergüenza de lo que es, que exige nuestra mirada a sus ojos y también la conquista de esa sensación de que ese territorio, esa "patria" también es la nuestra, la de todos. Porque un territorio natural sostenible redunda en una mejor vida para todos nosotros. Entendámoslo de una vez.

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