La UE cesa la fabricación de halógenos

Se permite la venta de unidades excedentes y de la clase A y B, además de exportar a países como Rusia

Lámara halógena. INTERNET
photo_camera Lámara halógena. INTERNET

Aunque los primeros intentos de lámparas halógenas datan de finales de siglo XIX y su aplicación práctica se realizó en 1959, la fecha de su desaparición en el viejo continente comenzó este mes. La Unión Europea ha ordenado el cese total de actividad industrial en la producción de halógenos de clase F y G, las menos eficientes y ecológicas de la gama. Esta amenazada estuvo presente desde el año 2009, año en que comenzaron a retirarse distintos modelos de esta iluminación. Así, los halógenos corren la misma suerte que las lámparas incandescentes.

Entre las trampas de esta normativa, se cuelan las bombillas de clase A y B, que seguirán a la venta y la fabricación para exportar a países como Rusia, que siguen mostrando interés comercial en el producto. Además el excedente de unidades en stock seguirá siendo apto para la venta. Se habla de un cambio de ciclo que llevará años desde el pequeño comercio.

Tanto su producción como la retirada del mercado supone un coste elevado no solo en términos monetarios sino en ecología

Según un estudio llevado a cabo por la empresa de iluminación Ledvance, la desaparición del halógeno es un hecho ignorado por el 54% de los consumidores europeos. Las consecuencias de este cambio en la ordenación son desconocidas para el 67% de consumidores. Esta medida se enmarca en la estrategia para alcanzar los objetivos fijados en el protocolo de Kioto.

Las lámparas halógenas están compuestas de una ampolla de cuarzo, capaz de resistir los 250 grados que alcanza para su correcto funcionamiento durante el ciclo halógeno, un filamento de tungsteno, un gas inerte y una cantidad de elemento halógeno —bromo o yodo, habitualmente—. Mediante este equilibrio químico se consigue un funcionamiento que abarca entre 2.000 a 4.000 horas de vida útil. Este rendimiento es ligeramente superior al de una bombilla incandescente pero no soluciona problemas como el calor generado o la energía desperdiciada en espectros lumínicos no perceptibles para el ojo humano. La temperatura de color que emite se torna entre azul y blanca, de las más consumidas entre la clientela.

Tanto su producción como la retirada del mercado supone un coste elevado no solo en términos monetarios sino en ecología. Este tipo de iluminación carece de un proceso de reciclaje accesible para el consumidor y no se espicifica una vía útil para manipularla una vez está consumido. Estos y otros aspectos justifican la futura ausencia de este tipo de iluminación en el mercado, donde se plantean nuevas posibilidades para las bombillas fluorescentes compactas y los leds.

Aunque ambos resultan contaminantes por alguno de sus componentes —mercurio en el primer caso y aluminio en el otro—, las estimaciones del descenso del impacto ambiental y el precio del led, lo sitúan como la alternativa más factible. Este sistema reduce el coste de consumo y ofrece mayor brillo, de forma instantánea y en una amplia gama de colores. En algunos modelos se promete una durabilidad de hasta 50.000 horas (unos diez años), aunque se encienda y apague de forma continuada.

Esta medida no afectará a sectores como el automovilístico de manera inmediata

El fluorescente compacto sigue siendo el producto número uno y ofrece prestaciones muy coherentes para ser una alternativa al recién fallecido halógeno. Aunque su vida útil es menor a la ofertada por el led y su velocidad de arranque es inferior, ofrece posibilidades igual de asequibles al bolsillo.

Los expertos recomiendan una fusión de ambos tipos de bombilla para conseguir un modelo de ahorro con lámparas inmediatas y de calentamiento progresivo,además de alternar la gama de temperaturas de la luz.

Esta medida no afectará a sectores como el automovilístico de manera inmediata, aunque sí a los recambios de las bombillas direccionales con conectores G4 y GY6.35, que se utilizan en automoción. En caso de seguir necesitando esta iluminación, un Real Decreto Ley permite seguir comprando de manera legal este tipo de bombilla durante los cinco años siguientes desde la fecha de fin de fabricación del vehículo.

En el mercado nacional, la implantación y crecimiento del led es de un 6,1% en el año 2017, con valor de 953 millones de euros. Con estos valores, España se situúa dentro del top tres de Europa, junto a Inglaterra y Francia.

Lejos queda esa bombilla incandescente del parque de bomberos de Livermore (California) que, en 2014, lleva encendida 117 años. Los ojos ahora se ponen en el led, el futuro del sector. Entre las innovaciones posibles, se prevén lámparas sensibles a luz natural, bioleds generados con proteínas o el led nPola, que puede brillar cinco veces más que el estándar.
 

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