Rates

El cordero sostiene la cruz. Símbolo cristiano, pero no solo. Un animal manso, incapaz de mal, soporta la carga del sufrimiento que el mal provoca.
San Pedro de Rates. EP
photo_camera San Pedro de Rates. EP

No se ve ni un árbol en la plaza de la iglesia de San Pedro de Rates, una de las más importantes del románico portugués. Bueno, sí, algo apartados asoman unos cipreses tras una tapia blanca. El blanco de la cal y el color impreciso de la piedra dominan el entorno bajo un cielo de un azul purísimo. Ni un árbol, ni una persona cuando la visita el viajero, a primera hora de la tarde. La iglesia, en medio, le recuerda a la de San Martín de Frómista, no porque se le parezca, sino por su posición, por su dominio del espacio circundante, no sabe bien por qué. Da varias vueltas a su alrededor y se detiene en las portadas: la sur, con su cordero; la de oriente y principal, con un espléndido friso y elegantes arquivoltas; la norte, más sencilla en comparación. Junto al ábside, pero no pegados, hay unos pétreos y abiertos sarcófagos que completan teatralmente el cuadro. San Pedro de Rates fue el primer obispo de Braga, murió martirizado y la leyenda cuenta que lo ordenó el apóstol Santiago. Pues "cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda", como se dice en El hombre que mató a Liberty Valance

Andando sólo unos pasos, se mete en la plaza de la torre del reloj, aunque no sabe si éste es el nombre oficial. Pero una torre con almenas, una campana y un reloj es lo que más le llama la atención. La torre no le parece de mucho valor y hasta le suena un poco a "falsa"; pero a lo mejor se equivoca, que ya no sería la primera vez, ni será la última. Hay otra iglesia, esta blanca y que no está mal. Lo que sigue sin haber es un alma, aunque de una casa salen voces de niños, como si fuera una escuela, que lo será. 

Se sienta a tomar algo en el Macedo's, que es un local amplio y con unas cuantas peculiaridades. La más notable, la cantidad de fotos de gente que cubren las paredes de una habitación. El dueño explica que son viajeros, peregrinos de este Camino de Santiago. Además, le hace una foto también a él para la colección (muito obrigado) y le pide que escriba algo en un libro ad hoc. Con todo esto, el viajero empieza a sentirse casi importante. 

Pero se da cuenta de que no es nadie, ni buen viajero siquiera, cuando, de vuelta a casa, se entera de que en Rates hay un pelourinho (una picota) del siglo XVI, muy importante. Y él ni lo vio, qué calamidad.