Puertas del Camino: Salamanca

Esta elegante puerta puede verse como una o como dos paralelas. Lógico, pues la catedral de Salamanca es una y son dos: la Nueva y la Vieja
Puerta principal de la catedral Nueva de Salamanca. VÍAMAGICAE
photo_camera Puerta principal de la catedral Nueva de Salamanca. VÍAMAGICAE

Inicia su visita desde el otro lado del Tormes, con la catedral enfrente y reflejándose en el río. Cruza después el puente viejo o romano y se acuerda del Lazarillo de Tormes y del golpe que le da el ciego en la cabeza contra la pétrea escultura del verraco que allí sigue. Y, tras empinada cuesta, el viajero entra en la ciudad con todas las campanas repicando en su honor, aunque a lo mejor no era en su honor, sino por ser las doce, la hora del Ángelus, de un domingo frío y luminoso. La ciudad está envuelta en un ambiente sonoro, pues a las campanas se suman varios grupos musicales desperdigados por distintos rincones.

Para abrir boca, la portada de la universidad, pues la esencialmente renacentista Salamanca es sobre todo ciudad de ilustre tradición universitaria. La portada es una joya del plateresco primorosamente labrada. Varios mirones buscan la famosísima rana que se encuentra encima de una calavera. Según se cuenta, el estudiante que la encontraba aprobaría. La costumbre se popularizó hasta hoy. Pero, como decía Unamuno, lo malo no es que vean la rana, sino que no vean más que la rana, importándoles un bledo el resto. Hablando de frases y de Unamuno, en esta universidad soltó aquella magnífica respuesta a Millán Astray con motivo de la Guerra Civil: "Venceréis, pero no convenceréis". Y ya que de frases va la cosa, cómo no recordar cuando fray Luis de León, tras varios años preso por la Inquisición, comenzó aquí su primera clase tras el cautiverio en el punto en que la había dejado antaño con la frase: "Decíamos ayer…"

Las catedrales de Salamanca, la Vieja y la Nueva que se le adosó, desorientan un poco al inculto viajero. En esta ocasión sube a lo más alto y, aparte de gozar de insólitas y magníficas vistas, eso le permitió aclararse un poco al respecto. En la portada de Ramos, los turistas buscan la figura del astronauta, añadida en una restauración del 1992 o 93, pues, según parece, era costumbre en las sucesivas obras añadir un elemento característico de la época en que se realizaban. 

Después se detiene en el palacio de Anaya, en la Clerecía, en la Casa de las Conchas, etcétera: Salamanca es inagotable. Y el viajero, tras echar un ojo a algunos puestos de souvenirs, se sienta a comer la típica sopa castellana en una terraza de la Plaza Mayor. En la mesa de enfrente, una adolescente se le parece algo, aunque en moreno, al Tadzio de la película Muerte en Venecia: para estas cosas su imaginación es volcánica, delirante.

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